Comenzó el verano y el Gobierno del PSOE, encabezado por Pedro Sánchez, ávido de titulares espectaculares, afirmó que en pocas semanas el cadáver del dictador Francisco Franco sería expulsado del Valle de los Caídos. Junto con las noticias, unas verdaderas y otras inventadas, relacionadas con el llamado, desde las tierras mesetarias, “problema catalán”, los socialistas recién llegados al poder tenían su propia serpiente de verano y con ella conseguían que, en pleno verano, el personal estuviera tranquilo y tuviera un entretenimiento mientras dejaba pasar las calores estivales entre caña y caña de fresca cerveza.
Pero las cosas no fueron todo lo rápidas que el Gobierno socialista esperaba. Los primeros en protestar fueron los descendientes del sanguinario general rebelde, naturalmente llevan muchos años viviendo de los despojos del “abuelito” y de la fortuna que éste amasó a lo largo de su dictatorial mandato sobre las tierras y los hombres de España, y temen que tengan que rendir cuentas de lo que el patriarca de la familia hizo durante los cuarenta años en que consideró que España era el cortijo privado de la familia Franco. La primera reacción de la familia fue la de negarse a hacerse cargo de los restos del general rebelde.
También la fundación Francisco Franco, financiada con los impuestos de todos los españoles, mostró su repulsa a que se removieran los huesos de su admirado general, y amenazaron con acciones contra quien se atreviera a expulsar a Franco del Valle de los Caídos. Y junto con esta fundación, una vergüenza su existencia después de más de cuatro décadas de la muerte de Franco, más de un centenar de jefes y oficiales del Ejército español firmaron e hicieron pública una carta de exaltación de quien fue su máximo mando protestando por la posible salida de su admirado general rebelde de su tumba. Todos estos jefes y oficiales del Ejército, franquistas hasta la médula, viven gracias a nuestros impuestos, ahora todos están en la reserva, y por eso se sienten envalentonados para mostrar al desnudo la cara de un Ejército que continúa siendo franquista en muchos aspectos.
Y qué decir de la ciudadanía que, hace unas semanas, acudió en peregrinación hasta la tumba del viejo general de las monedas y los sellos de correos. Una turba de franquistas, enarbolando, en algunos casos, banderas anticonstitucionales, gritando los saludos de rigor de “Viva Franco” y “Arriba España” mientras hacían el saludo fascista y llenaban la explanada frente a las basílica. Preocupante la pervivencia de la ideología franquista, rayando en el fascismo en muchas ocasiones, preocupante que gente que no había nacido cuando murió el Dictador presuma de una ideología caldo de cultivo de la extrema derecha.
Naturalmente que han aparecido los pescadores de estos votos franquistas y de extrema derecha. El PP, con un nuevo líder que entre máster y máster se dedica a decir mentiras y sandeces, y Ciudadanos, que amenazan, y trabajan para ello, con montar un Ulster en Catalunya, junto con una fuerza residual como es VOX, defienden, unas veces claramente y otras con la boca pequeña, que Franco continúe en su tumba, para hacer de ella un lugar de peregrinación del franquismo y la ultra derecha más cerril.
Y es que en España nunca se cumplió el viejo refrán de "muerto el perro se acabó la rabia”, aquí el metafórico can murió en la cama después de años de tener a España sometida a su personal dictadura y de haber pasado por las armas, torturas y años de cárcel a los disidentes que luchaban por la libertad. Con la muerte de Franco no se acabó el franquismo, el pensamiento totalitario del viejo y sangriento dictador continua vivo y bien vivo entre muchos españoles. Y continua vivo porqué desde el poder político así ha interesado. La tan alabada Transición fue, simplemente, una rendición, con armas y bagajes, de algunos partidos llamados de izquierda, como el PSOE y el PC. Una parte de la izquierda aceptó, a cambio de elecciones, que se extendiera un oscuro manto de olvido sobre los crímenes del franquismo, y instituciones como la Justicia, el Ejército, la Guardia Civil o la policía continuaron durante años en manos de funcionarios franquistas. Incluso a algunos como el policía Pacheco, conocido como “Billy el Niño”, torturador de demócratas, se les premió con medallas al merito policial y hoy gozan de una buena jubilación gracias a estas medallas.
La tan consagrada Constitución fue un pacto chapuza y el artículo 2, el que habla de la unidad de España y el artículo que establece que el Ejercito está para defenderla y garantizarla, llegaron redactados desde el Alto Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y los ponentes los hicieron suyos mientras un oficial del Ejercito dejaba su pistola sobre la mesa. Esto lo contó en sus memorias Jordi Solé Tura, uno de los ponentes y después ministro de Cultura. Así que pienso de la sagrada y santa Constitución del 1978 ya nació con una pata cojeante y falta de democracia.
El PSOE, después de 14 años de Gobierno de Felipe González, incluso con mayorías absolutas, no tuvo coraje para hacer lo que quieren hacer ahora, devolver el cadáver de Franco a sus familiares. Zapatero en el 2007 hizo la Ley de Memoria Histórica, pero tampoco en ella establecieron la salida del cadáver del dictador de su tumba, han tenido que reformar ahora alguno de sus artículos para poder hacerlo.
Pero Agosto está terminando y Franco sigue en Cuelgamuros, en aquel monumento manchado con la sangre de muchos prisioneros de guerra que trabajaron allí para mayor gloria y loor de las autoridades franquistas y para inflar la megalomanía de Franco. Mucho me temo que, como hicieron en València, para quitar la estatua de Franco de la plaza que durante toda la dictadura llevó su nombre, el PSOE tendrá que crear un comando especial que aprovechando una oscura noche de luna nueva se decida a sacar el cadáver y lo traslade. No sabemos adónde irá a parar, la familia tampoco lo quiere en el mausoleo donde reposan los restos de la esposa. Por si sirve de idea, en Alemania a los criminales de guerra condenados a muerte en Núremberg los incineraron y nadie sabe donde se lanzaron sus cenizas. Fue para no crear santuarios para los seguidores del nazismo que todavía eran bastantes. Aquí, donde el franquismo sociológico abunda, otra patata caliente que tiene Pedro Sánchez es decidir qué hacer con los huesos del general rebelde.
A mí me es igual que dejen los huesos de Franco en el Valle de los Caídos, No creo en la resurrección de la carne que predican los mosenes, pero lo que espero de los gobernantes de un país democrático es que, ya de una vez por todas, saquen de las instituciones el franquismo sociológico que ha sentado plaza en ellas, especialmente en las fuerzas armadas, policía, guardia civil i jueces y fiscales. La vida democrática lo necesita.
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