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Etiquetas | Mujeres | Religión | Acoso sexual

Depredadores sexuales

Las mujeres siempre encontrarán en su camino felinos agazapados dispuestos a destruirlas en sus garras sedientas de sexo
Octavi Pereña
martes, 13 de noviembre de 2018, 00:35 h (CET)

La reincidencia de Tomás Pardo Caro al secuestrar a una mujer de 52 años, agredirla sexualmente y abandonarla dejándola casi muerta, resucita el papel que debe jugar la justicia en estos casos.


El editorial de La Vanguardia (2/11/2016), dice. “La finalidad de los centros penitenciarios no puede ser otra que la rehabilitación de los internos y su posterior reinserción social. Por lo tanto, parece conveniente que aprovechen su estancia entre rejas para participar en programas de recuperación que los alejen del delito. En algunos casos serán programas efectivos…Pero en otros, desgraciadamente, no obtendrán buenos resultados. En estos últimos casos, fracasados los protocolos de recuperación, los condenados deben salir de la prisión, al menos no antes de haber cumplido las penas que se les hayan impuesto. Y una vez las hayan cumplido, deben estar sometidos a mecanismos de control que permitan tenerlos localizados a toda hora y, en la medida de lo posible, prevenir la comisión de nuevos acosos”.

La vanguardia se hace suya la filosofía de la Consejería de Justicia y de Instituciones Penitenciarias de la Generalitat de Catalunya de que pueden rehabilitar a los delincuentes a su cargo. Esto es una utopía porque el hombre no puede rehabilitar a otro hombre. Jesús hace diana cuando dice: “¿Acaso un ciego puede guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?” (Lucas 6:39). En el momento en que Instituciones Penitenciarias asume la responsabilidad de rehabilitar delincuentes, asume el papel de ciego que guía a otro ciego, ambos, ineludiblemente caerán en el hoyo.

¿Qué papel debe asumir el Gobierno y en concreto el Departamento de Instituciones Penitenciarias? Su papel debe centrarse en lo que el apóstol Pablo dice deben jugar las autoridades a las que se debe obedecer. Afirma: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo dispuesto por Dios resiste, y los que resisten acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres pues no temer a la autoridad? Haz l bueno y tendrás alabanza de ella” (Romanos 13: 1-3). El concepto “soberanía popular” es una falacia. Es el resultado de la sedición contra Dios que pretende destronarlo. Todos los intentos han fracasado, fracasan y fracasarán. Dios sigue sentado en su trono celestial riéndose de la vanidad humana.

Dios delega parte de su autoridad suprema en las autoridades delegadas para que administren los asuntos temporales según los principios de su justicia. Las autoridades romanas del tiempo de Pablo no eran un modelo de a seguir. A pesar de ello gobernaban por delegación de Dios. Como las actuales. A pesar de su imperfección el apóstol reconoce que la autoridad “es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (v.4). De esta autoridad delegada por Dios que desea matarle debido a su fe en Cristo, el apóstol desea zafarse de ella apelando a otra autoridad delegada: la romana. La autoridad humana “es un servidor de Dios para tu bien”. Debe defender a los ciudadanos de los depredadores sexuales o económicos. Hoy, lo que nos interesa son los depredadores sexuales. Debe distinguirse quien toca el culo de una mujer en una aglomeración, o quien dice un piropo grosero, de quien con premeditación y alevosía piensa en perjudicarla.

La reincidencia de b>Tomás Pardo Caro da la razón a Josh Brown, jugador de rugbi de los Giants, cuando tiene la valentía de decir: “He tomado decisiones para usar y abusar de las mujeres desde los 7 años. He objetivado a las mujeres, y jamás me he preocupado por el mal y el dolor que les he ocasionado. Mi capacidad de conectar emocionalmente con otras personas es cero. Mis niveles de empatía también eran cero…Me convertí en un acosador y física y verbalmente hice daño a Molly (su ex). Me veía como si fuese Dios y ella mi esclava. Era portador de un aplastante sentimiento de propiedad y ponía el dinero por encima de Dios y lo utilizaba como un instrumento de poder”

A la hora de dictar sentencia se debe juzgar según la gravedad de los hechos.

Las autoridades tienen dos tareas a realizar: la protección integral de los ciudadanos y castigar a quienes la amenazan. Hay delitos que pueden seguir el protocolo establecido a la hora de conceder permisos y de acortar la pena por buen comportamiento. Pienso que otros delitos, como el de Tomás Pardo Caro deben pagar con la pena máxima que establece la ley. Es una utopía creer que la perversidad de una persona como la que comentamos pueda borrarse con planes de reinserción social que no afectan al alma. Es un trabajo que debe hacerse muy bien y el único que puede garantizar hacer un buen trabajo de limpieza espiritual es si el depredador sexual atraviesa la puerta estrecha de la fe en Cristo. A pesar del perdón de Dios, depredadores sexuales que se han convertido a Cristo en los Estados Unidos en donde existe la pena de muerte, reconocen la gravedad de sus fechorías y aceptan la sentencia de pena de muerte. Han recibido el perdón de Dios, pro tienen que pagar aquí en la tierra el castigo que su pecado se merece. Las autoridades no pueden perder de vista sus responsabilidades de proteger a sus ciudadanos, y en este caso a las mujeres, de los depredadores sexuales. Si para hacerlo debe revisarse el Código Penal y endurecer las penas de los delitos sexuales, por el bien de la justicia, hágase lo antes posible.

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