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Viernes negro

Para los que no estamos muy “al loro”, el “black friday” nos suena a título de una película de terror
Manuel Montes Cleries
domingo, 25 de noviembre de 2018, 13:11 h (CET)

Entre las muchas costumbres que nos están invadiendo desde los Estados Unidos de Norteamérica, destacan los puñeteros “Halloween” y ahora el “Black Friday”. El primero de ellos no tiene ni pies ni cabeza, el segundo, que es el más americano de todos, se celebra el viernes siguiente al “Día de acción de gracias”, con el pavo y la reunión familiar preceptiva, que nos han metido de calzo en todas las películas yanquis. Con este día se inician las rebajas.


Cuando éramos jóvenes, la generación de la posguerra, fuimos aleccionados del miedo a la invasión del comunismo, al que nos hacían temer como a una rama verde o una alpargata maternal. Mientras, nos metieron de rondón el consumismo, que ha sentado plaza entre nosotros para siempre. Este es verdaderamente peligroso. Compramos muchas cosas sin necesitarlas, tan solo con el aliciente de que son ¿baratas?


Las rebajas, en tiempos pasados, se realizaban para liquidar aquellos productos que iban a quedar antiguos, descatalogados o con pequeños defectos. Aunque en mis tiempos de vendedor ya había una serie de artículos que se confeccionaban expresamente para las rebajas. En fin, sistemas comerciales de venta.


Lo del “viernes negro” tiene sentido, sobre todo en nuestras carteras. Son unas fechas en las que las cuentas corrientes pasan del negro al rojo y las tarjetas en vez de echar dinero de los cajeros… te insultan directamente. Las ventas por Internet se disparan y a ver como podemos cambiar unas zapatillas deportivas que te han mandado de otro color y tres tallas más pequeñas compradas por la red en la China continental.


Lo de este año es demasiado. He visto ofrecimientos de rebajas en un conocido “polvero” malacitano. Los ladrillos y el cemento a precio de saldo. En una entidad bancaria me han ofrecido “condiciones especiales para un “plazo fijo”. Casas y pisos de oferta. Coches a precio de bicicleta. Centollos a precio de sardina. Jamón a precio de mortadela. Me ha faltado una oferta de tiritas y aspirina en la farmacia.


Y lo peor se trata de que a partir de ahora ya viene todo seguido. Tendremos que empeñar la paga extraordinaria de junio -porque la de ahora ya está machacada- para pagar los regalos que se avecinan, las comidas extraordinarias de Navidad, los amigos invisibles, los reyes magos, la cena de fin de año, la excursión a esquiar, los ropones de fiesta, etc.

Mi buena noticia de hoy es que aun nos quedan los menús a 8.50, los ahorrillos de los abuelos y los “apúntamelo que ya te lo pagaré” de las tiendas de barrio.


Maldito consumismo. A muchos de nosotros nos va a coger “con-su-mismo” coche, “con-su-mismo” traje y “con-su-mismo” estado de “tiesura”. Mi buena Noticia es que vamos a sobrevivir a esta costumbre. A ver que se les ocurre para llenar el hueco entre Semana Santa y el verano. Seguro que se inventan algo para terminar de estrujarnos.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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