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Toques exigentes

La magia de los toques exigentes hay que desearla; pero sobre todo practicarla
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 14 de diciembre de 2018, 00:00 h (CET)

La expresividad de la sencillez supera con frecuencia la de las complejidades artificiosas a las que tan propensos somos. Las complicaciones aportadas por estas no equivalen a los mejores conocimientos sobre lo que somos, ni tan siquiera a los que más nos conviene. Las versiones naturales son muy generosas, sencillas, y nos ponen el listón en cotas exigentes. En una simple ROSA lo apreciamos, adaptada a sus circunstancias, ofrece su presencia, su aroma, su fragancia, sin pedir contrapartidas. Además, nos deja cara a cara ante las grandes incógnitas de la vida Si los seres inteligentes superan esos niveles, será cuestión de ponerlo de manifiesto con claridad en el ejercicio de sus cualidades.


A los diversos grados de la INTELIGENCIA, a sus variadas modalidades con tendencias dispares, habremos de considerarle asociada la capacidad de raciocinio como una cualidad constituyente insoslayable. Con estas propiedades, los humanos estamos abocados a múltiples disyuntivas apasionantes; es un sino estupendo o pesado, según la actitud adoptada frente a la vida. Hay que tomar decisiones adaptadas a las situaciones cotidianas, a los proyectos, a las respuestas pertinentes; con la consiguiente responsabilidad debido a sus posibles repercusiones; la misma negativa a tomarlas es una decisión a valorar. Somos libres para hacer uso o no de esa inteligencia, como de la orientación dada a sus rasgos prácticos.


En numerosas ocasiones percibimos la CRUELDAD de la libertad, sobre todo porque permite actuaciones contrarias a la propia naturaleza de sus protagonistas. Con esos comportamientos adquieren un carácter aniquilador de cualidades y proyectos; si los encumbramos, se acabó la función, con el añadido de las penalidades ocasionadas, con el lamentable reflejo de su sentido destructor. Si acaso, su misma presencia les confiere un carácter estimulante para los auténticos impulsos existenciales. Son opciones a disposición de cualquiera. De forma radical como verdaderas funciones autodestructivas, o bien con actitudes limitadoras progresivas. Ambas configuran su línea directriz.


Abundan, ¡Vaya si proliferan!, las actitudes alejadas de aspiraciones potentes, que no se asoman a las alturas ni a los precipicios, que tampoco están dispuestas a su contribución con esfuerzos significativos. Podríamos englobarlas dentro de una RUTINA, definitoria de su falta de aristas comprometidas. Digamos que se encuentran a gusto en esa mediocridad; sea por convicción, por pereza o por inutilidad constitutiva para emprender empresas de mayor compromiso. Su falta de aspiraciones les aleja de las tareas adaptativas, tan necesarias en un mundo dinámico cuyas evoluciones no paran ni un momento. Por la cuantía de sus integrantes, representan sin duda un lastre importante si planteamos la meta de la mejor vida posible.


Cuando detectamos en que acaban las actuaciones de tantas personas, cuando padecemos sus consecuencias inclementes; echamos en falta el mayor esmero en su elaboración. Comprobamos de primera mano la importancia de la búsqueda de la EXCELENCIA como una decisión operativa primordial; si obraremos o no en consecuencia, después de esas comprobaciones, eso queda por ver. Que muchos o pocos adopten esos primores será crucial. Pero ese toque mágico se convertirá en una especie abocada a la extinción, sin el amor por dicho trabajo, la dedicación, la investigación de las condiciones disponibles o la corrección diligente de los errores cometidos. La luz de la excelencia es un faro decisivo en la vida.


Enzarzados en las diatribas oportunistas, generadas al socaire de las opiniones divergentes, tan dicharacheras y vociferantes; hemos dejado en papeles secundarios a las razones de mayor peso, a las investigaciones de mayor calado. Precisamente en los momentos de mejores aportaciones de la neurociencia, la biología y la ciencia en general, de cara a los APRENDIZAJES rotundos. El cerebro no es tan rígido como nos indicaron, permite la elaboración de nuevas sinapsis para establecer patrones de comportamiento acordes con las necesidades en una adaptación progresiva. Los tipos de inteligencia exigen conocimiento de las emociones, de las nuevas tecnologías, del conjunto de cualidades disponibles.

Algunos criterios utilizados hasta ahora van quedándose en entredicho a la luz de los nuevos aportes científicos en esta evolución acelerada que disfrutamos. La documentación previa, el número de opiniones afines, los mismos presupuestos, las intenciones, y no digamos el poder o las propagandas; desvarían mientras no se alcance una ORGANIZACIÓN bien orientada hacia los nuevos requisitos. Si las dificultades son obvias para una planificación óptima, por las limitaciones inherentes al género humano, deduciremos la importancia de una atención máxima, para utilizar los mejores recursos disponibles. Por lo tanto se impone una filtración cuidadosa para evitar la implantación de cuñas intempestivas por parte de los grupos de presión.


Encumbramos con una asombrosa frivolidad a numerosos personajes; los fundamentos de dichas promociones suelen ser escasos. Miramos con cierta inquietud las consecuencias, sobre todo las derivadas de los altos cargos inapropiados. Pero si somos sinceros, también practicamos estas tendencias con los puestos intermedios y en los entornos más cercanos. En definitiva, hemos bajado el listón de los REQUERIMIENTOS, porque suponen una incomodidad, unos esfuerzos para encontrar mejores soluciones. Sin embargo, las exigencias cualitativas no son un mero capricho, en ellas radica la consistencia de una convivencia gratificante; si las dejamos de lado, entraremos por la propia dejadez en una mediocridad progresiva.


A la hora de percibir las prestaciones ajenas solemos ser reivindicativos a tope; por el contrario, nos mostramos evasivos para perfilar las aportaciones propias. Pero, pese a las renuencias de los deficientes colaboradores, el TOQUE MÁGICO es muy fácil de apreciar en los variados comportamientos profesionales, aquellos que todos experimentamos en las actividades diarias. Cualquiera es capaz de distinguir los benefios para todos derivados de estas conductas esmeradas; por lo que cabría deducir una dedicación enérgica a promoverlos. Dado que la desidia y otras lindezas pugnan en contra, topamos con el reto de una reivindicación potente de esas cualidades encaminadas a la consecución de mayores cuotas de felicidad.


Aunque pudiéramos desear unas buenas soluciones procedentes del exterior para evitarnos esfuerzos; convendremos en que si esa actitud fuera universal, la espera sería la regla. El convencimiento sobre la necesaria calidad de las actuaciones humanas exige el acompañamiento de un cierto TALANTE personal y comunitario; de ahí la relevancia de las manifestaciones públicas para mantener vivos los estímulos favorables. La frivolidad de la publicaciones, discursos o reglamentaciones, desdibujan los mejores criterios, encontrándose el ciudadano común en situación desfavorecida para adoptar sus propios rumbos. El ambiente requerido será indudablemente una labor de todos, al menos de la mayor parte de sujetos implicados en ese reto existencial.

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