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Agua viva

Sin agua la tierra se convierte en un desierto. Sin Jesús que es el agua viva el alma perece abrasada de sed
Octavi Pereña
martes, 1 de enero de 2019, 14:09 h (CET)

“Vivimos bajo el yugo de la aceleración, es el hado de nuestro tiempo y nadie se escapa. Mucha parte de nuestra insatisfacción no es hija de una infancia desdichada, sino de un correr hacia ningún lugar”(

Luciano Concheiro, historiador, sociólogo, filósofo).

Este correr hacia ningún lugar nos conduce hacia el materialismo que momentáneamente nos hace ver un espejismo de ilusión. El agua salada que es el materialismo hace sentir más sed a quien la bebe, es más, la incrementa despiadamente. De la misma manera que el agua salada que bebe el náufrago le produce una sed abrasadora que acaba matándolo con mucho dolor, la sed que provoca el materialismo mata al sediento rodeado de bienes y posesiones.

La actitud del materialista es parecida a la de aquel esqueleto que en la mazmorra del castillo de la madrastra de Blancanieves, alguien fallece detrás de la reja con el brazo extendido en el intento de alcanzar una jarra de agua fuera del alcance de su mano. Los materialistas son cadáveres vivientes que perecen buscando donde no se debe el agua viva que satisfará los anhelos del alma.

El espíritu del materialismo lo describe muy bien Tim Cook, consejero delegado d’Apple, cuando dice: “Con el iPhone7 te damos cosas sin las cuales no puedes vivir y que hoy no sabes que las necesitas”. “No importa lo que se tenga”, alguien ha dicho, “nunca se tiene suficiente. Es un fenómeno que alguien denomina la ley de la muñeca Barbie. Los accesorios que se consideran opcionales se hacen imprescindibles creando necesidades que antes no se habían tenido”

Josep Fita bautiza la pasión por las novedades con la palabra neofilia
y dice: “No se trata de una enfermedad. Mas bien es una tendencia desmesurada, casi obsesiva, para tener siempre lo más nuevo del mercado”. Alguien, en tono irónico ha dicho que se ha puesto de moda la compra de trasteros para ir a vivir porque los pisos, especialmente por Navidad contienen tantas cosas que no se cabe. Este pensamiento puede hacernos sonreír. De hecho, anuncia el funeral de la felicidad.

Joani Yoder explica su experiencia: ”Entonces, un día, el Espíritu de Dios abrió mis ojos con una perturbadora revelación: El materialismo no consiste necesariamente en tener cosas, también en desear. ¡Fui culpable de materialismo! Dios me hizo ver mi descontento por esto: ¡Un ídolo en mi corazón! Aquel día me arrepentí de aquel sutil pecado. Dios volvió a entronizarse en mi corazón como su trono correcto. No hace falta decirte que le siguió un gozo intenso, no basado en cosas, sino en Él”

El agua salda que da a beber el materialismo impulsa a buscar agua potable sea como sea y esté en donde esté. Esta búsqueda desesperada hace que las personas se lancen en los brazos de las llamadas nuevas religiones, que son las de siempre con nombres nuevos. Huyen de las llamas y se lanzan en las brasas. La situación empeora porque el materialismo sea cual sea la forma que adopte, siempre degrada.

El sexo está incluido en el paquete de las obsesiones materialistas de hoy. A quienes lo practican de manera pecaminosa les crea una sed insaciable, dejándoles la boca reseca y agrietada como si fuese tierra yerma.

Era mediodía. Jesús fatigado por la caminata se sienta al lado de un pozo. Está solo. Sus discípulos han ido al pueblo a comprar víveres. En esto una samaritana se acerca al pozo a sacar agua. Jesús le pide que le dé de beber. Esto sirve para iniciar una conversación que va del agua del pozo al agua espiritual. Jesús le habla del agua viva. La mujer le pegunta. “¿Dónde tienes esta agua viva?” Refiriéndose Jesús al agua del pozo que puede sr un símbolo del materialismo sexual, le dice: “Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, mas el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4: 13,14). La mujer que es muy práctica ve en el agua que le ofrece Jesús la manera de evitar el agobio, evitar tener que ir al pozo y cargar a cuestas el cántaro lleno de agua. Le dice. “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla” (v.15). A la mujer se le despierta el deseo el agua viva, el líquido elemento que sacia definitivamente la sed. Pero no entiende que Jesús no se refiere al agua del pozo, sino a Él mismo que es el agua que sacia definitivamente la sed del alma. Existe una causa que provoca la sed espiritual. En el caso de la samaritana el ídolo del materialismo sexual. Sed que no puede saciarse con el agua del pozo.

Jesús le dice a la mujer: “Ve, llama a tu marido, y ven acá”. La mujer le responde: “No tengo marido”. Jesús la responde: “Bien has dicho: No tengo marido, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido, en esto has dicho verdad” (vv.16-18).

El materialismo como muy bien ha dicho Joani Yoder “no consiste necesariamente en tener cosas, también es desear”. En el momento en que el Espíritu de Dios le hizo ver que la causa de su desencanto era “un ídolo en mi corazón”, un gozo intenso invadió su corazón. La sed de su alma desapareció. El ídolo de la samaritana era el sexo. Descubrirlo le hizo exclamar: “Señor, me parece que eres profeta” (v. 15). Para poder beber el agua viva que ofrece Jesús que dentro de la persona se convierte “en una fuente de agua que salta para vida eterna” se debe confesar el ídolo que se esconde dentro del corazón, que es el causante de que el grifo del que mana el agua viva permanezca cerrado

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