El debate en torno al «desencanto» de la ciudadanía acompaña a la política desde hace muchos años. En Alemania se manifestó con fuerza al final de los 80, antes del comienzo de las decepciones de la reunificación. En la actualidad, el desencanto se manifiesta sobre todo por cosas como la entrada en el poder de partidos o coaliciones del ala más a la izquierda, el odio permanente en las redes sociales, y la polarización aguda que presenta a las sociedades gravemente enfrentadas... ¡Y no nos olvidemos de esos radicalismos feministas y de esos nuevos y falsos ecologismos!
Un esfuerzo superador puede llegar mejorando la sociedad del conocimiento, ya que cuando la batalla política se lleva a cabo en el territorio del conocimiento, aparece un estrafalario rechazo al conocimiento en general, además de las típicas disputas entre los expertos, que adoptan formas muy diversas de escepticismo, y una de esas formas es la desinformación, o también las famosas teorías conspiratorias.
En la sociedad del conocimiento, los problemas de la política quizás se resolverían mas afortunadamente delegando los asuntos en los expertos, pero por ejemplo, en España, vivimos hoy más de un caso que podría haberse evitado pero que no se evita.
Se puede y se debe sobrevivir a la incompetencia de los representantes y a la irracionalidad de la gente, y creo que ayudaría alguna buena lectura sobre la relación entre ciencia y política, es decir, se trataría de comparar vocación y profesión, tanto en la política como en la ciencia, y de ver cuál es el papel de cada «oficio».
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