A lo largo del mes de marzo nuestras calles y nuestras emisoras de radio y de televisión se van a ver invadidas por diversas actividades de las comparsas, chirigotas y cachondos mentales en general, que se van a “preparar” para las “duras” jornadas de penitencia de la cuaresma, a base de decir o hacer, escondidos detrás de máscaras y disfraces, lo que no se atreven a decir o hacer a diario. Estas actividades tienen poca influencia en “mi zona de confort”. Pertenezco a una generación que tuvo una escasa o nula relación con los carnavales. Sabíamos que seguían en Cádiz o en pequeños núcleos de población, pero no tenían arraigo entre los jóvenes de mi época. Y ya de mayores… da pereza.
Lo peor es que se van a cruzar con las campañas electorales. Nos van a volver locos. Van a ir a los mítines disfrazados por fuera y por dentro. No sabemos si vamos a votar para Estrasburgo, Alfarnate, el parlamento español o el concurso de coros. Se nos van a juntar los candidatos a tres o cuatro elecciones y un montón de partidos. No se de donde van a sacar tantas listas.
En medio la Semana Santa. Sobre todo me cuesta trabajo entender como aquellos candidatos de partidos que propician en su discurso lo contrario a las enseñanzas de Jesucristo, van a compaginar la conmemoración de la Pasión de Cristo y su mensaje. Por la mañana una cosa y por la noche la contraria. Es complicado cambiar la túnica y el incensario con el traje de campaña y la lengua acerada e insultante.
Que sepan que no me refiero a ningún partido ni mensaje en concreto. Casi todos ellos basan su discurso en resaltar lo peor de los demás; en prometer lo que saben que no van a poder cumplir… o lo que el auditorio quiera escuchar. No buscar lo mejor para la sociedad sino lo mejor para su partido. Buscan agarrarse al sueldo y las prebendas, saltándose sus convicciones personales y dando cuchilladas a diestro y a siniestro. Si hay que aprobar la eutanasia o el aborto hasta los ocho meses… se aprueba, si hay que defender lo contrario… también. A gusto del consumidor. Lo importante es que ganen los míos.
Mi buena noticia de hoy la protagonizan ese grupo de políticos honrados, trabajadores, preparados, curtidos en el trabajo, defensores de la verdad y de España, que a lo largo de toda mi vida he podido conocer. Algunos de ellos siguen en la brecha. Han sacrificado a sus familias, se han conformado con una economía suficiente –sin cuentas en Suiza-, han presentado currículos auténticos y no inflados para la ocasión. Ellos me siguen tranquilizando en parte. Son la esperanza de una España mejor, más tolerante y menos crispada. Ojalá sigan aflorando este tipo de políticos entre las nuevas generaciones que se incorporan a la política.
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