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"Ahora estoy escribiendo un apocalipsis"

Entrevista al poeta Enrique Falcón
Ángel Padilla
lunes, 11 de marzo de 2019, 16:19 h (CET)

Los poetas que te consideramos uno de los mejores de la poesía española actual, y que quedamos enamorados y removidos por tu relevante libro "La Marcha de 150. 000.000" observamos que dicho poemario -no sólo de los mejores escritos en muchos años en lengua castellana sino que, además- ha sido tremendamente visionario, porque da cuenta en que llegaría un día -hoy ya es ese día- en que los expoliados y defenestrados de todos los países asediados vendrían a los países asediadores a reclamar su pan robado. El drama de los emigrantes forzosos, el fascismo que intenta detener esa marea humana que muere en el mar y padece lo indecible si llega aquí...
Durante todos estos años el poema alcanzaría los cinco mil versos y llegaría a conocer hasta cuatro ediciones en papel e incluso una musicalización como disco de rock. Fíjate, Ángel, que de 1991 (año en que cifraría el comienzo del siglo XXI) es la nota que lo encabeza: «El 80% de los habitantes del mundo está condenado a vivir en las zonas más empobrecidas de la tierra. Es como si dos trenes avanzaran a toda velocidad, frente a frente, por la misma vía. El choque está asegurado. Nadie duda a estas alturas que Europa y Norteamérica recibirán auténticas oleadas de emigrantes del Sur en busca de una vida más digna que les ha sido arrebatada. La mítica Gran Marcha, la columna de hombres, mujeres y niños del Tercer Mundo avanzando a pie hacia los países ricos del Norte con el fin de atravesar masivamente sus fronteras, ya se está produciendo. La represión es exhaustiva y organizada y los fusiles los están esperando, temerosos, desde hace tiempo». Palabras de hace más de un cuarto de siglo para la Europa muda y sorda de 2019.

La visión que te asistió para escribir "La Marcha...", ¿te hace ver qué futuro depara a esta debacle mundial? ¿Estamos meramente ante el inicio de algo mucho más grande e imparable, o finalmente “los Imperios” lograrán sofocar con sus armamentos las riadas de hermanas/os?
Creo que, por desgracia, no hay nada relevante que nos permita pensar en que pueda volverse ineficaz el poder que los imperios, como tú los llamas, desatan contra la dignidad del ser humano y, concretamente, sobre los flujos migratorios o sobre la grave injusticia que los provoca. El modelo de civilización que los soporta, sin embargo, está herido de muerte y su más que probable colapso hará de las migraciones humanas un fenómeno más diverso y extendido, hasta el punto de llegar a afectar a la gente que vive incluso en el interior de las fronteras de nuestra bunquerizada Europa. De momento, ahí seguimos: jugando en virtuales ciudades cooperativas a veinte metros del alambre de púas, y entregándonos al turismo a otros veinte metros de un mar que se nos está llenando de ahogados.

¿Podríamos saber qué obra u obras tienes en marcha actualmente?

Claro: llevo cinco años (y aún le quedarán otros tantos) escribiendo un apocalipsis.

Me invade un escalofrío al leerte. Las alturas de belleza y certeza a las que has llegado con “La Marcha de 150.000.000 son insuperables, al menos en su singularidad y potencia poética y hondura, en lengua castellana. Ahora hablas de escribir un apocalipsis. ¿Usas la misma técnica, aquí, que en “La Marcha...”, actuando quizá por impulsos y escribiendo borrando poco, o acaso echas mucho texto a la basura hasta encontrar que lo escrito es bueno, en fin, qué metodo usas para tocar esos abrevaderos y verterlos al papel?

Me encanta tu analogía del abrevadero porque, para proyectos de escritura como este, si se acaba teniendo la sed de Eliot se ha de tener también la habilidad de escupir de Pound. El material de partida es, en efecto, enorme y las piezas de desecho se acumulan por meses, aunque mi experiencia me dice que aún no ha llegado la fase primordial de derribos. Cuento, además, con serias limitaciones que sin embargo resultan más que estimulantes: carecer por completo de algún referente en las tradiciones literarias que nos son cercanas y, simultáneamente, no poder (en realidad este no poder es una opción: un decisivo no querer) hacer uso de determinadas marcas lingüísticas que son características de la poesía occidental. El impulso del que hablas forma parte, por supuesto que también, de mi presente trabajo, pero las esquirlas que él desparrama sobre la mesa del taller han de acabar bien integradas en secuencias y estructuras del poema más que extensas, y a su vez animadas por un conjunto de tonos y ritmos que son tan ideológicos como estilísticos. Si a todo esto añades la voluntad de habilitar un informe del mundo del que resulte imposible extirpar una firme esperanza, ya te podrás imaginar la posibilidad (que tampoco me preocupa mucho, la verdad sea dicha) de que uno acabe ahogándose o perdiéndose en las aguas de esos abrevaderos.

Hablando con nuestro amigo en común, ya marchado su cuerpo, Jesús Lizano, me dijo con el énfasis que le era característico, hablando de la llamada poesía social, "Y ¿qué no es poesía social? !Todo es social!". Lizano, él, que tanto se quejaba de su soledad...
¡Y anda que no se le echa de menos! Jesús vinculaba precisamente a lo poético ese comunismo anarquista con que son deseables cambiar de estructura y hacer de la plenitud, y no del dominio, un ideal que se concrete en nuestro estilo de vida. Aunque estoy convencido que nos es imposible sabernos tan solos en esto (¡cuántos compañeros, cuántas compañeras, se encuentra uno por ahí!), qué bien –ay– nos haría contar con más Lizanotes de la Acracia que, como él vivió, arremetieran con esa alegría contra el gigantismo (un tanto ridículo, la verdad) de tanto poeta rectilíneo.

La poesía de la conciencia crítica parece ser el último eslabón de grupos de poetas que coinciden en miradas del mundo, porque, después de lo extremadamente crítico contra el propio sistema y sus maquinarias letales (que nos llevarán, de no detenerlas, a las visiones de tu libro en marcha), ¿qué más puede haber? La Resistencia final, en ella estamos. Y ahora sólo queda ser escuchados... La palabra como arma, como arma de verdad, y fuera del libro... La obra de Jesús mostraba una latente y luminosa esperanza en la consecución de ese Reino Poético con que soñaba, en cambio la palabra de la mayor parte de los poetas críticos es “pesimista”, o quizá, con razón, realista. ¿Tu escritura de un apocalipsis la sientes como la descripción de lo que será, o quizá en lo interno avisas, con su entrega, de lo que podría ocurrir de no renacer de nuevo en humanos y a lo fraterno?


En el transcurso de estos treinta años, ese tipo de poesía ha dado tales muestras de complejidad y de diversidad que me resulta problemático aseverar de ella un pesimismo común. En particular, y aunque es cierto que suela ser malinterpretado como un mero relato del desastre, un apocalipsis es un género literario radicalmente transido de esperanza. Si hay quienes ven en los abismos de la historia humana un fin de mundo, también los hay que avistan una vida nueva, esa vida buena y plena de la que muchos hemos sido testigos en la intrahistoria de tanta y tanta gente digna. Mi amigo Toni Catalá insiste en un grave deber: si no queremos incurrir en el cinismo, no podremos arrancar de esa esperanza su brazalete de luto (añado yo que ni siquiera en ese artefacto de palabras que llamamos poema). En caso contrario, sería intolerable mirar largamente en los ojos de quienes ayer, hoy y mañana viven, o mueren, pisoteados. Legitimada bien por la experiencia del curso de nuestras prácticas históricas, bien por la radicalidad de una promesa que nos ha atravesado sin remedio, sin ella (sin esa esperanza) nuestra vida queda definitivamente deshabilitada.

Dicen que la poesía ya no vende (es su forma de enunciar el valor de algo, ya sabes, si vende o no), que no interesa. Pero yo creo que hoy en día la gente anhela, aunque sea internamente, la poesía más que nunca. Qué opinas.
Me obsesiona la idea de Zizek acerca de que el arte del sueño revolucionario pueda desempeñar un papel determinante en las épocas prerrevolucionarias. Nuestros amigos, esos cronopios destartalados, del colectivo de la Palabra Itinerante nos sugirieron no hace mucho tiempo que la poesía, vista desde el espacio, revelaba ser muy pequeña. Imagínate lo insignificativamente pequeña que se muestra todavía aún más si la observamos desde ese malentendido gigantesco en que suelen entrecruzarse los egos de tanto fama, de tantos poetas y vendedores de humo. Lo que de la poesía se pueda avistar desde ahí créeme si te digo que me parece poco, ridículo y hasta prescindible. Pero basta situarse en esa inusual práctica que llamamos escucha para descubrir, maravillados, cómo el intercambio social de un poema puede ser recibido en la vida de la gente, a menudo en espacios políticos periféricos o en tiempos vitales que, aunque precarios, amenazan en ocasiones con invalidar el tempo plano que las élites hegemónicas desean imponer. La experiencia colectiva de quienes durante estos últimos cinco años hemos estando observando, escuchando y participando de esas prácticas sociales parece confirmar que, en efecto (y esta es una idea que tomo de Gopegui, y ella de Brecht), un poema devuelve un informe del mundo a una asamblea de mujeres y hombres que está capacitada para transformarlo.

¿Qué papel ocupa el resto de los animales en toda esta debacle? Ellos no pueden agruparse para liberarse ante los fuegos, bombardeos o soledades... ¿Es justo en este Edén malogrado que los más bellos estén tras barrotes durante tantos siglos?
En algunas de las más centrales páginas de lo que en este tiempo voy escribiendo ellos ocupan un lugar preeminente, hasta tal punto que la dedicatoria misma del libro replica aquellas palabras que Tolstoi escribió en la primera página de esa novela maestra que es “Resurrección”: “Para las plantas, los pájaros, los insectos y los niños”. De hecho, existe un profundísimo cordón umbilical que une esas regiones entregadas al turismo donde ya empiezan a amanecer cadáveres de hombres vomitados por el mar y esas periferias urbanas hacia cuyos basurales los osos polares comienzan a desplazarse para buscar comida. Un proyecto colectivo de vida buena para todos no podría prescindir de ellos y en el relato de un solo animal también se cifran la altura y el fracaso de nuestra civilización.

Si te digo "planeta Tierra", qué te sugiere...
Me trae a la cabeza esta canción de Exquirla, que quiso basarse en uno de mis poemas, quizá el más “terráqueo” de todos ellos: “Un hombre” [NOTA: la canción nombrada puede encontrarse en youtube como “Exquirla - Un hombre (Official Vídeo)”.]

Si te digo poeta, poesía, indícame lo que piensas...


Si me dices poeta, pienso en Antonio Orihuela, en Ana Pérez Cañamares, en Jorge Riechmann, en Ángela Martínez... por ejemplo; si me dices poesía, en toda aquella gente sencilla que participó en las asambleas-recitales que 'Voces del Extremo' convocó en Valencia hace un par de años, en toda aquella gente que allí, sin remedio, vinculó poesía y vida.

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