Tras que el 23 de febrero no se pudo consumar el “Día D” que lleve al triunfo de Juan Guaidó y que el 25 de ese mes la cumbre del Grupo de Lima en Bogotá no apoyase una incursión militar de Washington en Caracas, la Casa Blanca baraja nuevas opciones.Desde que el 23 de enero Juan Guaidó se auto-juramentó como Presidente Encargado de Venezuela en una plaza pública él ha querido reemplazar a Nicolás Maduro en la presidencia.
Sin embargo, aún no ha logrado sus 3 metas iniciales:
1) producir un imparable movimiento de masas que a diario tome las calles y que acabe haciendo desplomar a Maduro como antes lo hizo la “revolución naranja” pro-EEUU de Ucrania;
2) dividir al ejército y lograr que un ala de éste se levante y efectúe un golpe militar; y,
3) haber materializado el “Día D”, el cual debió haberse dado el 23 de febrero, a un mes de que Guaidó se auto-proclamó, cuando aseveró que en esa fecha la “ayuda humanitaria iba a entrar sí o sí”, más de 600 mil voluntarios iban a tomar las fronteras y las calles y rodear a los cuarteles, y que las tropas le iban a empezar a obedecer.
La cumbre de Bogotá
A dos días después que del “día D”, Bogotá fue, el lunes 25 de febrero, la sede de la XI cumbre de cancilleres del Grupo de Lima creado expresamente en Agosto 2017 para sacar a Nicolás Maduro de la presidencia venezolana.
Precisamente, dos días antes de tal cita se congregaron en Cúcuta, la principal frontera colombiana con Venezuela, los presidentes de Colombia, Chile y Paraguay, donde llegó Guaidó, y todo ello en medio de uno de los conciertos más espectaculares que se hayan montado en la hispanidad.
El objetivo de tal cita debía haber sido qué hacer luego de lo que ellos pensaban iba a ser un rotundo triunfo en el cual multitudes iban a garantizar el paso de los camiones trayendo la ayuda norteamericana y se abriría una crisis o división de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) y el oficialismo.
No obstante, el mega-concierto no llegó al millón de almas como propuso su propaganda y ni siquiera a los 200,000 asistentes, como reconoció Univisión (uno de sus promotores), y tampoco se logró abrir una brecha en la frontera o grandes concentraciones de masas venezolanas en pro de Guaidó, quien, en vez de haber estado en Venezuela en esa fecha para liderar el movimiento, se pasó en la noche previa al lado colombiano para tratar de dirigir una ofensiva desde allí.
Tras ese fracaso Guaidó tuvo que quedarse en Colombia y en el exterior, en el cual ya lleva una semana desde que estamos escribiendo este texto.
A esta cumbre de Bogotá del 25 de febrero fueron por primera vez Mike Pence, el vicepresidente de EEUU (país que formalmente no es parte de ésta pero que es su gran animador), Juan Guaidó y el vicepresidente de Brasil, el general retirado Hamilton Mourao, quien representaba al recientemente inaugurado gobierno conservador de Jair Bolsonaro. Descartada la invasión... por ahora
Trump constantemente viene diciendo que “todas las opciones” están abiertas en Venezuela, incluyendo la invasión, mientras que buques y aviones militares estadounidenses han sido vistos merodeando cercas de sus costas. Guaidó, quien también varias veces ha propugnado esa línea, poco antes de asistir a dicho cónclave, twitteó que ya era hora de contemplar todas las opciones para que la comunidad internacional ayude a liberar a Venezuela.
Sin embargo, la declaración de Bogotá expresamente descarta la salida violenta y pide que los venezolanos cambien a su gobierno por medios pacíficos. Pese a que Colombia y Brasil, los dos países sudamericanos más poblados y con más fronteras con Venezuela, tienen nuevos presidentes de derecha dura (Iván Duque y Jair Bolsonaro, respectivamente), ambos son reacios a ir a una invasión.
Su temor es que ésta termine siendo muy larga, sangrienta, costosa material y humanamente, desgastante, y que, en vez de acabar con el chavismo, le dé una aurea popular en toda la región y termine por reanimar a la guerrilla colombiana, provocar protestas populares y sindicales, o potenciar a sus opositores, los cuales en sus respectivos balotajes del 2018 no estuvieron tan lejos de haber llevado a la centroizquierda a la presidencia de Colombia o Brasil.
El Grupo de Lima insiste en más sanciones, en llevar a Maduro a la corte penal internacional y en coordinar para que más Estados reconozcan a Guaidó como presidente de Venezuela.
Al parecer el Grupo de Lima no ha tenido la suficiente fuerza que se planteó, pues ya se ha retirado el país hispano más poblado (México), cuyo nuevo presidente López Obrador sostiene que se debe respetar el principio de no injerencia en otras naciones y hay naciones del Caribe, como santa Lucía y Guyana, quienes no reconocen a Guaidó y apoyan los planteos de dialogo de la Comunidad del Caribe (Caricom). A Guyana tampoco le cae bien el que el Grupo de Lima y Guaidó hayan auspiciado un concierto de rock en Cúcuta mostrando un mapa de Venezuela donde se anexan 2/3 del territorio de su república. El Perú, donde nació dicho grupo, no envió al presidente, vicepresidente o si quiera al canciller.
De otro lado, la Unión Europea fue muy clara en sus advertencias previas a dicha cumbre mostrando su oposición a una incursión militar. Ya se han visto los efectos de las intervenciones “democratizadoras” que EEUU y sus aliados han hecho en Afganistán, Irak, Libia, Siria, entre otros países islámicos, y en todos esos casos se ha generado más caos, epidemias, miseria, cientos de miles de muertos, millones de refugiados, muchos de los cuales quieren entrar a Europa, y el reavivamiento de grupos armados fundamentalistas musulmanes que hasta siembran el terror en ciudades de la UE.
Una eventual invasión militar no solo que se daría sin el aval o con la oposición de las Naciones Unidas, sino directamente en contra de Rusia y China (dos de los cinco miembros de su consejo de seguridad, cada uno con capacidad de veto), sino también, sin el respaldo europeo. Además, generaría una gran oposición interna en EEUU mientras que el congreso de dicho país dominado por los demócratas muy probablemente no lo autorizaría. Igualmente, Trump tienen grandes problemas financieros pues el congreso no quiere darle más que un tercio de lo que él pide para construir el mega-muro de su frontera con México, el cual es su principal promesa electoral.
Recapitulando estrategias fallidas
Cuando el 23 de enero Juan Guaidó apareció en una concentración masiva en Caracas para juramentarse a sí mismo como el nuevo presidente interino de Venezuela, la estrategia consistía generar tal avalancha humana que empujaría al derrumbe y caída del oficialismo. El Economist, que entró en prensa el 31 de enero colocando a Guaidó en su tapa, editorializó que ya hay un millón de venezolanos en las calles y que a lo mejor Maduro caería antes que el lector reciba un ejemplar de ese prestigioso semanario.
Inicialmente la oposición parecía congregar más gente que el oficialismo y superar su previo desgano y divisiones, no obstante, a medida que fue pasando el tiempo las protestas convocadas por Guaidó se fueron dando con menos concurrentes y con intervalos más extensos entre éstas.
Junto a la opción del imparable desborde popular estaba el de incitar al golpe militar. Guaidó siempre demanda a los uniformados a que le hagan caso a él y se subleven contra el alto mando castrense, mientras que EEUU amenaza a todos los oficiales venezolanos a que deserten y obedezcan a Guaidó, si es que no quieren perderlo absolutamente todo.
Pese a las grandes presiones, hasta le fecha ningún regimiento militar o policial se ha pasado al lado de Guaidó y, salvo algunos ex oficiales, uniformados en el exterior y algunos cientos de soldados aun no identificados que se han refugiado en Colombia, las FANB se han mantenido unidas y respaldando a Maduro, quien a mediados de febrero comandó lo que él ha llamado el mayor ejercicio militar-cívico de la historia venezolana.
Otra estrategia que, junto al desborde popular y al golpe militar, debería haber animado esas opciones y socavado la base popular del chavismo, era la de organizar el ingreso y distribución de toneladas de alimentos y medicinas traídas por numerosos medios y países, especialmente los aviones militares norteamericanos, a las fronteras.
La idea era traer cientos de miles de voluntarios a las fronteras y aprovechar el megaconcierto de Cúcuta para movilizar tanta gente que la Guardia Nacional Bolivariana fuese incapaz de contener. Sin embargo, Guaidó no logró movilizar mucha gente y tampoco los antichavistas que trajo pudieron doblegar a las fuerzas de seguridad de Maduro quienes bloquearon las entradas.
Mientras la oposición acusa a Maduro de ser un criminal por haber impedido el ingreso de alimentos y medicinas, el oficialismo ha mostrado fotos de que la quema de estos y de los camiones que las traían se dio en el lado colombiano del puente fronterizo, por lo que no pudieron haber sido los chavistas ya que eso hubiese generado una violación del espacio colombiano que hubiese requerido una respuesta bélica, sino de los propios antichavistas, que ante su frustración de no poder pasar, prefirieron enlodar a Maduro con esa acción.
Al parecer el único hecho importante de violencia se dio en la frontera con Brasil donde comunidades indígenas reportan muchos muertos y heridos de bala. Por su parte, los opositores reclaman que ya son más de medio millar de soldados que se han pasado a Colombia, aunque no han detallado nombres ni rangos.
Consejo de Seguridad El principal organismo de Naciones Unidas deliberó el jueves 28 de febrero sobre Venezuela, donde la resolución de EEUU que pedía que se dejen entrar la “ayuda humanitaria” y se den elecciones libres en dicha república bolivariana contó con una mayoría de 9 de sus 15 miembros pero fue rechazada por el veto doble de China y Rusia, lo cual muestra un fuerte interés de esas dos potencias en defender a lo que ven como su principal aliado en las Américas. La propuesta rusa en favor de salvaguardar la soberanía nacional no tuvo mayoría pero tampoco hubo una mayoría absoluta en contra suya. Mientras tanto, Naciones Unidas sigue reconociendo al gobierno de Maduro como el que representa a Venezuela.
Sin el aval de la ONU, es muy difícil que EEUU se atreva a lanzar una invasión. Ciertamente que se han dado muchos reportes acerca de vuelos y buques norteamericanos cerca a la costa venezolana, pero una incursión militar es algo más serio.
Mientras Libia es uno de los tantos países del Mar Mediterráneo, Venezuela es el país que más costas tiene en el Mar Caribe, que es de similar tamaño al que está entre Europa, Asia y África. Venezuela es, además, mucho más grande en territorio y población que Libia, y tiene muchas montañas y selvas. Mientras Rusia no hizo mucho por cubrir a Libia, ahora Putin se siente envalentonado de cómo sus fuerzas armadas se impusieron en Siria, y se cree capaz de salvaguardar a su socio latinoamericano. China también ha mostrado su respaldo, pues ésta sabe que si cae Maduro en manos de las petroleras norteamericanas, se ha de debilitar su creciente influencia en la región.
Europa no apoyaría tal intervención, y tampoco es patrocinada por el ejército brasileño, el cual teme los efectos desestabilizadores en toda la región y que los EEUU empiecen a asentarse en un subcontinente que ellos quieren liderar. Guaidó ha ido a Brasil y a Paraguay a visitar a sus presidentes, pero difícilmente haya logrado que Jair Bolsonaro le prometa que él va a ingresar a Venezuela. Además, él no tiene tanto poder ante las FFAA donde le siguen viendo como un capitán y las cuales demandan una buena relación con China, ya de por lejos el primer socio comercial del Brasil
Si bien es cierto que el poderío bélico norteamericano podría hacer trizas a Venezuela, nuevamente se repetiría el escenario de Vietnam o Afganistán donde EEUU muy bien puede entrar pero después no puede salir, en tanto que se potenciarían distintos grupos armados en Venezuela y Colombia (e incluso en Brasil y otras partes de la región).
Escenarios Trump, salpicado de escándalos en casa y de problemas con su muro, y sin haber logrado un acuerdo con Corea del Norte, no se siente con la suficiente fuerza para lanzar bombardeos sobre Venezuela, algo que podría terminar produciendo no la caída de Maduro, sino la de él. Ciertamente que todo es posible, en particular si es que Maduro trata de imponer su orden de expulsar a los diplomáticos norteamericanos que quedan en su embajada en Caracas.
Relegada la opción de la incursión militar abierta queda la posibilidad de enviar la ayuda humanitaria mediante vuelos que hagan caer productos con paracaídas, pero ello implicaría violar la soberanía aérea de Venezuela y choques con la aviación o los cañones antiaéreos venezolanos.
También queda la alternativa de ir creando un ejército tipo la contra de Nicaragua que haga incursiones en Venezuela desde Colombia, pero ello implicaría incendiar una guerra civil. Mientras tanto ya hay cientos de uniformados venezolanos que se han refugiado en Colombia, y quienes podrían estar siendo preparados para ello.
Tanto EEUU como Rusia han enviado recientemente muchos aviones con “ayuda humanitaria” donde seguramente también entran muchas armas y municiones.
Por el momento, la salida que se viene desarrollando es la de asfixiar al gobierno de Maduro confiscando las propiedades y bienes venezolanos en los países que apoyan a Trump, y en sanciones más duras, a la par que se vayan reemplazando a los diplomáticos mandados por Caracas por los designados por Guaidó.
Guaidó Una cuestión central es qué hacer con Guaidó, quien lleva una semana fuera de Venezuela y quien, es lo más probable, sea detenido en ese país si regresa, pues él había tenido previas libertades para movilizarse, prestar declaraciones y organizar protestas, pero la corte le había dictaminado un impedimento de salida, algo de lo cual él ha desacatado.
Si Guaidó se queda en el exterior él quedaría como esos reyes en el exilio y sin mayores chances, por lo que su inicial fuerza se fuese diluyendo. Se supone que él es el presidente de Venezuela y si no ha podido ser capaz de tener su propio destacamento armado, cobrar o distribuir impuestos, inaugurar obras públicas o tener su propio gabinete, al menos debería estar en Caracas.
Él ha prometido que a más tardar el lunes 4 de marzo va a regresar allí, lo cual ha de producir un dilema para Maduro. Hasta la fecha le ha dejado actuar libremente buscando demostrar que no tiene mucha convocatoria o autoridad, pero si ahora no lo arresta, tal como dice la ley, esto podría ser entendido como demasiada complacencia o debilidad, aunque el propio gobierno quiera demostrar que tal es su aptitud en pro de un diálogo que podría no imponer la decisión de la autoridad judicial. Maduro y Guaidó deben estar midiendo sus fuerzas. Si se arresta a Guaidó se puede darle un pretexto a él para movilizar más gente, y de manera violenta, y también provocar más sanciones o una incursión de parte de EEUU. Si no se le aprende eso puede ser tomado como demasiadas concesiones. Mientras tanto, ya deben haber muchos sectores radicalizados que digan que es inconcebible dejar libre a alguien quien ha violado una orden de no salida y que abiertamente llama al golpe y a una intervención militar extranjera, pues en Madrid, por cosas mucho menores se cerró el parlamento catalán y se está juzgando al grueso del anterior gobierno de dicha autonomía.
Por el momento, todo parece indicar que Maduro va a resistir y que el tiempo juega en su favor. Guaidó ya lleva unas 3 semanas sin haber logrado organizar ninguna gran protesta, y lo que Maduro debe estar contemplando es cómo se vaya apagando dicho fuego, y a lo mejor, piensan ellos, dejarlo sin tocar podría evitar una explosión social.
Empero, lo que puede darse es una serie de nuevas protestas centradas en la crisis económica, las mismas que no tomen en cuenta a Guaidó, quien ya se ha ido desgastando mucho por haber estado apareciendo muy dócil a Trump.
En Latinoamérica hay un fuerte sentimiento contra la intervención de EEUU, y Guaidó aparece como un directo portavoz de Trump ante millones de venezolanos y latinoamericanos. Un líder con tales características tiene limitado el techo del apoyo social en cualquier país de la región.
Él, por su parte, ya se apresta a cumplir el 10 de marzo dos meses desde que supuestamente está en la presidencia provisional de Venezuela, ya que el segundo periodo de Maduro no lo consideran legal. Según la constitución venezolana la única función de un presidente encargado es la de convocar a elecciones en 30 días, plazo que ya ha pasado y en el cual ni si quiera ha querido hacer algo similar a la consulta popular que masivamente organizó el parlamento catalán.
Ahora, Guaidó habla que las elecciones que él propone se darían en un periodo que podría durar un año, pues previamente se debe hacer un gobierno transitorio que haga una serie de depuraciones en los aparatos del estado y en la economía, lo cual le conlleva a crear otra figura distinta a la de la constitución, y también a la de perder viada.
A Guaidó no le queda otra alternativa más que provocar a Maduro para que le encarcele (otro cargo puede ser querer apropiarse de los bienes de Venezuela en el extranjero) y se de paso a un estallido de cólera en algunos sectores, lo cual pudiese devenir en alguna forma de estado de emergencia. Todo ello podría generar un escenario para más sanciones e intervenciones desde el exterior.
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