Cuentan algunos paleontólogos y paleontólogas de ahora que en la prehistoria, la mujer hacía casi todo como el hombre: cazar, pescar, cultivar, decorar y pintar las cuevas, hacer fuego, rendir culto en plan chamán, tallar pequeñas armas... Salvo a diferencia de parir y dar alimento a los hijos más pequeños, se repartía las tareas con el varón, quitando los lógicos periodos de maternidad, acercándose con ello bastante a nuestro ideario en la actualidad. Es decir, serían auténticas mujeres híbridas.
Los expertos en pinturas rupestres demuestran que también ellas conocían la fisonomía de los animales cazados, y que por el tamaño y la forma peculiar de las manos humanas dibujadas en la piedra, se llega a la conclusión de que son manos artísticas de mujer y no de varón, como nos han hecho creer. Igualmente, las figuras de los animales estarían pintadas por artistas femeninas, probablemente las venus o estatuillas de mujer vistas desde arriba, desde la óptica superior más física de la mujer, las habrían tallado también ellas. Y probablemente, alrededor de esos objetos artísticos, junto a los primeros cuentos, relatos e historias, tal vez infantiles, alrededor del fuego, de las imágenes pintadas, alrededor de la música, con instrumentos como la flauta de hueso, esos cuentos estarían relatados también por mujeres. Se dice que no había tanta desigualdad en la división del trabajo como nos han hecho creer, que la desigualdad verdadera para la mujer comienza con la industrialización. Que la igualdad se vive mejor al lado de la naturaleza, olvido actual del ser humano. Se nos dice, desde el patriarcado, que la vida de la cueva prehistórica estaría llena de estereotipos como los siguientes: Ella cultiva y él caza, él pinta los animales que caza y talla estatuillas femeninas como símbolo de sexualidad y maternidad, ella cuida de la salud y de la prole, ella cuida, ella siempre cuida, él ordena y manda. Mitos falsos todos, no ha sido siempre así.
Nuevos datos, siempre dudosos, sobre la prehistoria, iluminan la idea de que ellas cuentan y crean desde siempre porque son híbridas, han servido para todo, el mito de mujer para todo, incluso para pintar y contar cuentos. Escriben cuentos, porque son híbridas en parir, no sólo hijos e hijas, híbridas en manifestarse en distintos géneros y en expresarse a nivel oral en todas las formas de expresión.
A lo largo de la historia, para crear, la mujer se ha escondido en conventos, se ha cambiado el nombre por otro masculino inventado o de un familiar, padre, tío o abuelo, para poder signar un trabajo escondiendo su identidad. Le ha costado mucho poder hacer versos, escribir en papel después de las cuevas, a escondidas, sin salir en las fotos en las generaciones de poetas, criticadas, relegadas a una literatura infantil, que era como contar esos mismos cuentos en la cueva, mientras otros engordaban el mito del gran cazador social, dominante de grupos no homogéneos.
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