El neoliberalismo, y su impulsora, la Derecha, ha vuelto con una carga ideológica, con un arsenal muy fuerte, y así como en los 70´, vuelve su mirada a las minorías, vuelve esas mismas armas a despojar al otro, a uno, de su sentido del otro. En los 70 las armas del neoliberalismo fueron, literalmente, armas. La historia muestra, por ejemplo, cómo a la escuela de Chicago y al Consenso de Washigton los guiaba el sentido de arrogarse la verdad de la historia, les molestaba que América Latina encontrara su rumbo, su camino de la mano de experiencias democráticas, las que por la decantación de factores internos irían a expandir los límites de una Democracia social y Progresista.
En aquel momento la tortura y la desaparición era una herramienta más dentro de las posibilidades estadísticas, es decir, lo importante era gobernar para las estadísticas, sin importar el efecto por lograr las mismas. Lo importante era cumplir una receta. Hoy, y también quizás en se momento, la herramienta que han resucitado algunos consiste en la fabricación de discursos y polarizaciones, de grietas, y también contar con elementos sorpresa: la confusión, la desorientación y el quiebre de la solidaridad por el otro (esto último podría explicar en parte el surgimiento del efecto Bolsonaro y su ahínco en desviar discusiones y debates de la historia). Sin estos elementos, sin ser los únicos, no existe el éxito para la ultra derecha.
Desde luego la historia y en ella los dirigentes y todos los actores deben asumir la autocrítica, los partidos que han llevado ética y progreso social deben organizarse y darle lugar a los jóvenes, y en este sentido la gente ya está prevenida. El neo liberalismo siempre ha considerado a las expresiones de la social democracia y con ellas a partidos progresistas y laicistas como amenazas mucho mayor a las de un comunismo totalitario, como si se fuera eso. Es que es muy fácil para la derecha demonizar y caracterizar, sesgar, encasillar expresiones de la Democracia. Hoy esa forma de demonizar es tildar, encasillar de “zurdos” “negros” y hasta “terroristas”. Ayer eran el “guerrillero, subversivo, etc.”. En otras palabras, deben eliminar las expresiones democráticas para asumirlas desde un dejo de odio hacia el otro, paradójicamente, usando a la Democracia.
Lo mismo vale hoy para los grupos sociales que salen a expresarse democráticamente, hay que demonizarlos. Creo que la protección más importante que podemos darnos como ciudadanos en democracia es ampararnos en esos movimientos y la que nos podrían dar desde la dirigencia es ofrecernos una alternativa de crecimiento social y democrático. El F.M.I. jamás debería haber sido una opción. En 2005 América latina representaba el 80% del total de los préstamos del FMI; en 2007 solo el 1%. Alguien, sin ingenuidad, nos ha traído esos grilletes otra vez. Y digo que no es opción, y en esto fallaron muchos políticos, porque es desde la integración, con los resortes del Mercosur mediante por ejemplo, que hermanados deberíamos salir del dejo de sometimiento. Hay gente que jamás entendió que el ALBA hubiera sido una gran solución de haberse profundizado más, y justo cuando se lo lanzaba no adheríamos al ALCA. Cuando se instala el shock de la terapia económica el aislamiento es brutal, por que acarrea una ideologización que despoja del sentido de otredad pero sobre todo del interés por conocer la historia. No es novedad que haya aumentado la discriminación al de afuera, sobre todo si es pobre, a la gente de color, a las minorías sexuales, a la mujer.
Es natural que el Neoliberalismo resurja con mucha rabia porque es en América Latina donde en el pasado los laboratorios de experimentación funcionaron con más ahínco, donde más venas abiertas dejaron. Es en Argentina, Brasil, Uruguay y Chile donde los años de protestas han dado a luz a nuevas agrupaciones sociales y políticas, pero sobre todo jóvenes, que se han podido organizar, no para tomar el poder, sino para empezar a cambiar las estructuras del poder del Estado. La oleada de activismos que estamos viviendo, donde desde luego se quiere reducir a las minorías, han logrado y van a lograr victorias concretas. El camino sigue y debemos convocarnos en un tiempo de política y participación constituyente.
|