Esta semana, cristianos de todo el mundo ponen su atención sobre Tierra Santa mientras celebran la Pascua y la resurrección de Jesús, mientras que los judíos de todo el mundo celebran Pésaj, en conmemoración de su éxodo de la esclavitud en el antiguo Egipto. Sin embargo, los acontecimientos actuales en Israel y Palestina no son motivo de celebración, y están alimentando los conflictos raciales y políticos en Estados Unidos.
En una situación sin precedentes, Benjamin Netanyahu obtuvo un quinto mandato como primer ministro de Israel, pese a enfrentar una posible acusación formal por cargos de corrupción. Netanyahu basó su exitosa campaña en la promesa de anexar los numerosos asentamientos ilegales de colonos judíos en Cisjordania, lo que le permitió derrotar por estrecho margen a su principal rival, Benny Gantz.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amplificó las chances de reelección de Netanyahu al tomar medidas en apoyo a sus políticas. En primer lugar, el traslado de la Embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén y, en segundo lugar, el respaldo formal a la anexión por parte de Israel de los territorios ocupados de los Altos del Golán, territorio sirio que Israel capturó militarmente en 1967. La política interna de Israel se ha inclinado cada vez más a la derecha, mientras que el movimiento global de “Boicot, Desinversión y Sanciones” en solidaridad con el pueblo palestino crece, manifestando su oposición a la ocupación de Cisjordania por parte de Israel, así como el brutal asedio a la Franja de Gaza.
En una entrevista para Democracy Now!, el periodista israelí Haggai Matar expresó: “Netanyahu les ofrece a los israelíes seguridad y protección, una tasa de mortalidad muy, muy baja como parte del conflicto, como parte de la ocupación y el asedio, a diferencia de los palestinos, que están siendo asesinados en masa por Israel”.
La retórica antipalestina de la campaña electoral israelí fue particularmente violenta. Benny Gantz, exjefe del ejército israelí, publicó un spot de campaña que muestra un conteo de muertos en rápido aumento superpuesto sobre imágenes de marchas fúnebres palestinas. El spot concluye con la escalofriante frase, en idioma hebreo, “1.364 terroristas muertos: tres años y medio de tranquilidad en el sur”. Otro anuncio, publicado por Oren Hazan, quien fue miembro del partido Likud, de Netanyahu y era candidato a diputado por un asentamiento ilegal judío en Cisjordania, muestra el rostro de Hazan superpuesto al de Clint Eastwood en “El bueno, el malo y el feo” mientras mata a un hombre con el rostro de Jamal Zahalka, miembro palestino del parlamento israelí, la Knéset.
Israel es descrito erróneamente como la única democracia de Medio Oriente. ¿Democracia para quién? Diana Buttu, abogada palestino-canadiense ciudadana de Israel, se comunicó desde Haifa con Democracy Now! y explicó: “Cerca del 16% de los habilitados para votar son palestinos que son ciudadanos israelíes. Observemos la amplia cantidad restante de personas que controla Israel, ya sea gente que vive en Cisjordania, en la Franja de Gaza o en los territorios de Jerusalén oriental ocupados por Israel. Estamos hablando de unos seis millones de personas que no están habilitadas para votar en las elecciones israelíes, y que de todas formas están siendo gobernadas por Israel”.
Al tiempo que muchos palestinos habilitados para votar boicotearon las elecciones, el movimiento de resistencia no violenta en los Territorios Ocupados y en todo el mundo crece día a día. En Gaza, dos millones de personas viven bajo el asedio israelí en lo que el ex primer ministro del Reino Unido David Cameron llamó la “cárcel al aire libre” más grande del mundo. Desde el año pasado, decenas de miles de palestinos marchan todos los viernes hasta el muro de separación entre Gaza e Israel. La acción se llama “Gran Marcha de Retorno” y es recibida por francotiradores militares israelíes que disparan certeras balas contra la multitud no violenta. Según la ONU, más de 270 habitantes de Gaza han sido asesinados, de los cuales al menos 41 eran niños, y cerca de 30.000 resultaron heridos, de los cuales muchos sufrieron amputaciones. Periodistas y personal de primeros auxilios también han recibido disparos, algunos de ellos letales.
Esta misma semana, Israel le ordenó al investigador de la sede israelí de la organización Human Rights Watch, Omar Shakir, que abandonara el país el 1º de mayo. En respuesta, el Centro por los Derechos Constitucionales declaró: “Los crecientes intentos de silenciar las críticas a las violaciones de derechos humanos cometidas por Israel responden directamente al aumento de las críticas”. El año pasado, Israel deportó al director ejecutivo de esta organización, Vince Warren, y a la presidenta de la junta, Catherine Franke, profesora de la Universidad de Columbia.
Omar Barghouti es un activista palestino. En 2005 fundó junto a otros activistas el movimiento de “Boicot, Desinversión y Sanciones” con el fin de presionar a Israel para que cumpliera con el derecho internacional y respetara los derechos de los palestinos. Esta semana, Barghouti tenía actividades agendadas en Estados Unidos, en Harvard y en la Universidad de Nueva York, así como una reunión con miembros del Congreso, pero se le impidió abordar el avión en Israel. El gobierno de Trump había anulado su permiso para ingresar a Estados Unidos pese a tener una visa válida, que ya había utilizado varias veces.
Como no pudo salir de Israel, Barghouti apareció en Democracy Now! desde un estudio de televisión en Ramallah, en los territorios ocupados de Cisjordania. Desde allí declaró: “Creo que este es solo otro paso más que muestra cómo el gobierno de derecha [de Trump], que está completamente aliado con el régimen de extrema derecha de Israel, tiene miedo de nuestras voces, tiene miedo de que se diga la verdad”.
La justicia y la seguridad para los palestinos no harán otra cosa que mejorar la seguridad para Israel. La represión a la libertad de expresión, el bloqueo de viajes y las violaciones a los derechos humanos no traerán la paz. Un acuerdo negociado, sí.
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