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Schelling y los estudios

En sus Lecciones sobre el método de los estudios académicos expone a lo largo de catorce conferencias o lecciones sus planteamientos sobre la enseñanza
José Manuel López García
miércoles, 15 de mayo de 2019, 14:55 h (CET)

Este libro del gran filósofo idealista que fue Schelling se publicó en 1803 y es la expresión impresa del último curso que dictó en ejercicio de su actividad docente en la Universidad de Jena en el año 1802, ya que continuó su magisterio en otras universidades.

Los intereses de Schelling siempre fueron muy amplios. Escribió sobre filosofía de la naturaleza y extendió sus análisis y reflexiones al campo del arte, la religión, la historia y los problemas del ser, el conocimiento y el mal y la libertad. Todo era objeto de su atención y pensamiento.

Desde una perspectiva pedagógica considera, a mi juicio, acertadamente que existe una unidad ideal o si se quiere espiritual utilizando una expresión suya que abarca o comprende dentro de sí la variedad de disciplinas y ciencias existentes.

La cultura desde el enfoque de la pedagogía, tal como la interpreta especulativamente el pensador alemán es única, aunque pueda ser subdividida en ramas diferentes en función de características peculiares. No puedo estar más de acuerdo.

La diferenciación entre conocimiento humanístico y científico es una manera de entender los distintos tipos de saberes, pero la integración de los mismos como un mismo modo de conocimiento me parece indudable. El propio Schelling insiste en ello ya que escribe «No existe ciencia que en sí estuviera en oposición con la filosofía; más bien todas tienen su unidad en ella y por ella». La interdisciplinariedad fue cultivada con energía y pasión por este filósofo germano y de ello da muestra en sus libros y en sus clases.

Porque las ciencias naturales y la matemática son la base del conocimiento de la ciencia de su época y también de la nuestra. El deseo de aprender es universal y se aplica a todo lo que es posible conocer. No sabe de límites. El afán de totalidad es propio de la mentalidad filosófica ya que el ser humano se hace numerosas preguntas sobre el mundo y la realidad que responden a un claro interés metafísico. Es la búsqueda de sentido tanto general como particular. Desde la perspectiva filosófica de Schelling debe comprenderse el todo en la unidad. Es una especie de monismo.

Schelling profundiza en su consideración del aprendizaje o del más profundo o deseable. Ya que piensa que no debe ser una mera reproducción mecánica de lo grabado o retenido en la memoria sino la elaboración original de lo aprendido que ya no se olvida puesto que ha quedado incorporado al acervo propio. Porque escribe que «Reproducir la materia dada, no en su forma dada y particular, que puede ser aprendida, sino en una forma original y particular, tal es el verdadero complemento de la enseñanza misma».

Schelling, como es lógico, elabora una serie de argumentaciones muy profundas y convincentes acerca de la necesidad de desarrollar en los alumnos o estudiantes desde el principio de su educación o formación la penetración mental, la capacidad de entender e imaginar y otras potencialidades de la inteligencia.

Y esto se consigue principalmente a través de los distintos lenguajes simbólicos existentes. La matemática y las otras ciencias usan lenguajes artificiales para disponer de mayor precisión en sus teorías, formulaciones y operaciones. Las jergas científicas y la filosófica buscan rigurosidad y precisión y la eliminación de la ambigüedad en lo que se conoce.

Se entiende, por tanto, que Schelling escriba adelantándose a su tiempo que «No conozco ninguna ocupación más apropiada para ejercitar en la edad temprana la penetración, la sagacidad, la inventiva, que el estudio de las lenguas, principalmente el de las lenguas antiguas».

La filosofía también es un conocimiento fundamentalmente basado en el lenguaje. Aunque parta de lo general y abstracto también está inmersa en lo concreto y en la realidad material.

Es análisis de otros saberes y crítica coherente de los mismos y también de la materialidad de lo mundano. Todos los fenómenos de la realidad pueden ser objeto de la reflexión y esto es esencial y decisivo. Esto está bien no olvidarlo. Es la indiscutible grandeza de la filosofía.

No es solamente pensar lo pensado como el motor inmóvil de Aristóteles es examinar lo dado que, en realidad, es la totalidad. La curiosidad universal es la gran fuerza que impulsa siempre el saber o la filosofía.



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