Verónica ya no está entre nosotros. Y no lo está porque parece ser que un ex quería volver con ella y como no aceptó, según las primeras averiguaciones de la Policía, le chantajeó con difundir un vídeo sexual hasta que la presión le llevó a un suicidio machista.
Este suceso debería llevarnos a una reflexión profunda, más allá de los titulares y las noticias que a veces olvidamos con suma rapidez. Entre otras cosas, basta con recordar que cada vez es más frecuente que muchos menores de edad están habituados a este tipo de prácticas, grabar videos sexuales que después terminan en una red de la que prácticamente nunca se sale.
Pero Verónica era una persona adulta, seguramente consciente –o no- de lo que hacía cuando tomó la decisión de grabar ese vídeo. Le imagino entregando su intimidad a la persona que quería en ese momento, y años después fue traicionada justo cuando tenía su vida hecha.
¿Qué derecho tiene una persona a irrumpir así y romper la vida de otra persona?
Dos niños se han quedado huérfanos de madre, además de su marido, por el capricho de un ex. Pero lo más grave ha ocurrido en la empresa Iveco, donde se ha difundido el vídeo entre los compañeros de trabajo, entre los que una vez conocida la noticia del suicidio de Verónica no hubo más que lamentos frente a las cámaras de televisión… de las mismas personas que en su momento difundieron el vídeo.
Los medios de comunicación, una vez más, perjudican en lugar de ayudar. Hemos escuchado las declaraciones de Fran Rivera, un torero al que le quitan el traje y se queda sin luces, diciendo que “los hombres no somos capaces de tener un vídeo así y no enseñarlo”. Me pregunto si opinaría lo mismo de su hija, si se viera en la misma situación.
La clase de sociedad en la que vivimos no es la que lamenta la muerte de Verónica, es la clase de sociedad que, una vez se conoce la noticia del vídeo sexual, se convierte en lo más buscado en las páginas porno. Ésa, es la sociedad en la que vivimos… la que vive del morbo.
Ojalá cuando encuentren a la persona responsable principal de la difusión del vídeo se le pueda juzgar por homicidio, porque el suicidio de Verónica fue machista. Y, sobre todo, se juzgue a cada una de las personas que al recibir ese vídeo en su smartphone no denunciaron los hechos y, además, dedicaron su tiempo a reír y compartir el vídeo.
Pero mucho me temo que no será así, o no del todo. Porque en esta sociedad olvidamos rápido lo que a menudo es importante, para centrarnos en otras tonterías. Y la vida seguirá, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido… que decía Joaquín Sabina.
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