El actual presidente de EEUU ha llegado a Londres para su segunda visita (pero la primera de Estado) para conmemorar el 75 aniversario del desembarco anglo-americano en la Francia nazi el 6 de junio de 1944 el famoso día D cuyo éxito ayudó a la derrota de Hitler en la II Guerra Mundial.
Su visita se da en medio de fuertes controversias. Usualmente los mandatarios mantienen cierto respeto por las autoridades y la política interna del suelo que les va a hospedar. Trump, en cambio poco antes de emerger de su avión presidencial en el aeropuerto atacó al alcalde de la ciudad donde va a estar durante media semana acusándolo de “perdedor” además de haberle ido propinando otros insultos.
Él, además, ha mostrado un abierto deseo de hacer injerencias en los asuntos internos del Reino Unido. Públicamente ha endosado a Boris Johnson como su candidato para que sea el nuevo primer ministro británico pasando por alto a más de una docena de contendientes en las internas del gobernante partido conservador. También ha endosado a Nigel Farage, quien fue el político británico y europeo que más le apoyó durante su campaña electoral hacia la Casa Blanca. Abiertamente respalda las posiciones de Johnson y Farage para que el 31 de octubre el Reino Unido se salga de la Unión Europea con o sin acuerdo.
Trump es una persona que se siente el hombre más poderoso del mundo capaz de poner y sacar gobernantes por doquier. En Israel ha respaldado totalmente la reelección de Benjamín Netanyahu y le ha ayudado reconociendo la anexión de Jerusalén oriental y luego del Golán. Hoy viene a participar de las internas tories buscando apuntalar a su propio candidato. Su meta es lograr que Londres tenga un nuevo primer ministro que no sea como May, quien mantenía cierta independencia ante él en cuestiones relacionados como el Brexit o Irán, sino alguien muy cercano para hacer una dupla como la que el republicano Ronald Reagan y la conservadora Margaret Thatcher hicieron para lograr derrotar a su enemigo soviético común y reestructurar el mundo bajo sus políticas monetaristas, privatizadoras y neo-liberales.
Trump quiere que el Reino Unido se separe de la manera más breve y radical posible la Unión Europea para poder influir mejor sobre la política, la economía y la sociedad británicas. Farage es su carta preferida pues él comparte su visión de sacar al Reino Unido de las regulaciones sociales, ecologistas y laborales de la Unión Europea para de esta forma buscar ir privatizando el servicio nacional de salud (NHS) a fin de abrirlo a las multinacionales médicas estadounidenses y para hacer que en Reino Unido se vayan imponiendo exoneraciones tributarias a los grandes inversionistas, recortes a los programas sociales y controles más duros contra la inmigración.
La visita de Trump se da inmediatamente después de que el Partido del Brexit que él apoya quedó primero en las elecciones europeas (en las cuales la suma de los partidos que antes votaron por la UE en el referéndum del 2016 ganaron a los pro-Brexit en Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte) y también en vísperas de los comicios del jueves 6 en Peterborough donde Farage quiere aprovechar el apoyo de Trump para ganarlas y colocar su primer parlamentario en la cámara de los comunes.
Theresa May le ha dado tanta importancia a esta visita que ella se ha quedado como lideresa del conservadurismo solamente hasta que termine la estancia de Trump y las celebraciones del 6 de junio. Al día siguiente ella deja su cargo, aunque va a seguir siendo una primera ministra interina hasta que los tories elijan a un nuevo líder o lideresa.
El líder de la oposición no piensa recibir a Trump y, en vez de hacer ello, va a participar en una gigantesca movilización de protesta donde cientos de miles volverán a rechazar su llegada al Reino Unido. El alcalde de Londres Sadiq Khan ya le ha acusado a Trump de ser un fascista, racista e islamofóbico y Corbyn ahora va a entrar al ring a atacar al líder de la derecha dura mundial y a hacer que se siga acrecentando la trompeadera.
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