Es posible que, como muchos esperábamos cuando Rajoy se retiró de la política, una vez que la moción de censura presentada por el PSOE tuvo éxito, dejando al PP fuera del gobierno y con prácticamente toda la oposición en contra suya; la opción que la mayoría de partidarios de un relevo a lo que fue la desgraciada etapa del señor Rajoy, cuando se dejó amedrentar por las amenazas secesionistas de Cataluña y se dejó mal aconsejar por aquellos que no supieron mantener una política enérgica, de rigor y de defensa a ultranza de la Constitución española, cayendo en el cepo de los soberanistas catalanes de irles cediendo, poco a poco, pequeñas partes de poder que, sin embargo, no le sirvieron para otra cosa que para infundirles ánimos, confiados en que si insistían en su postura levantisca iban a conseguir sus objetivos de obtener más autogobierno, más concesiones y dar un paso de gigante para alcanzar, en unos años, su objetivo final: la independencia; fuera la de un cambio radical de la política de aquel gobierno. Nada que, con la victoria del PSOE en las pasadas legislativas, se pueda creer que sucederá si, como parece que puede suceder, el señor Pedro Sánchez insiste en su concepción federalista del Estado español.
El problema que tiene el PP es que, el adelanto de las elecciones que el señor Sánchez decidió, en una jugada maestra de estrategia política, algo que no se le puede negar; pese a que tanto el señor Casado como el señor Rivera lo estaban pidiendo, pensamos que convencidos de que el líder del PSOE no estaría dispuesto a hacerlo y que, con toda probabilidad, lo que intentaría hacer sería mantenerse en el gobierno el máximo de tiempo posible y sólo convocar elecciones si los avatares de la legislatura le hacían imposible continuar gobernando en minoría. Ambos estadistas se equivocaron y los resultados han quedado evidenciados en las dos victorias consecutivas del PSOE, tanto en las legislativas como en las autonómicas y municipales que, en otra acertada decisión el señor Sánchez, decidió hacer que coincidieran con las europeas, lo que le permitió, con su victoria doble, matar dos pájaros de un tiro algo que, quizá, si las hubiera programado por separado no le hubiera dado tan buen resultado.
El hecho cierto es que, especialmente en el caso del PP, la convocatoria de las legislativas les cogió a contrapié y sin tiempo a que, el señor Casado, se hubiera podido consolidar en su puesto de nuevo líder del PP; con demasiados problemas sin resolver dentro de su propio partido y con algunos enemigos instalados en el background de los que apostaron por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y salieron trasquilados de su opción, lo que los dejó situados en una situación desairada ante los vencedores, con Pablo Casado a la cabeza. Lo que sucedió es que, cada uno de los aspirantes a suceder a Rajoy en la dirección del PP, tenía planeada su propia estrategia. La del vencedor, señor Casado, explotar el sentimiento de rechazo Rajoy por su actitud blanda ante el desafía separatista, ya es conocida y es la que le dio el triunfo. La de Santamaría, errónea, fue la de dar por segura su victoria y equivocarse de discurso cuando tuvo que defender su candidatura, pretendiendo dar una lección de política a todos los españoles. La del señor Alonso fue apostar por la vicepresidenta, de lo que salió trompicado, pero, a diferencia de lo que hizo la vicepresidenta que, cuando sopesó sus posibilidades de futuro en la política, optó por abandonarla, el señor Alonso pensó que, refugiándose en su tierra y manteniéndose apartado de la política de su partido a nivel nacional, le permitiría esperar la ocasión de salir a la palestra para disputarle el poder a Casado.
Pero el caso del señor Núñez Feijoo, presidente perpetuo de la autonomía gallega, es mucho más curioso y demuestra la forma inteligente con la que, este político, enfocó el cambio que representaba la desaparición súbita de Mariano Rajoy de la política y la premura requerida por las necesidades del partido de encontrarle un relevo que cubriese la más rápidamente posible, el hueco dejado por el presidente cesante. Lo cierto es que, incluyéndome a mí mismo, la mayoría de los afiliados y simpatizantes del PP esperábamos que el relevo natural, el esperado, el con más posibilidades de salir elegido sin necesidad de más formalidades era, sin duda alguna, Alberto Núñez Feijoo; tanto por su trayectoria política, por la forma inteligente de presidir la Junta de Galicia, por su carácter mesurado, por no tener enemigo declarados conocidos dentro del PP y por no haber sido objeto de ninguna de las acusaciones de corrupción que inundaron las alcantarillas del partido popular y dónde muchos de las figuras directivas del partido de Rajoy salieron chorreando debido los excrementos de corrupción que las inundaron.
Todos quedamos decepcionados. En realidad, la renuncia de Feijoo a presidir el PP cayó como un jarro de agua fría entre las bases del PP y, todavía fue peor la idea de que, la señora Sáez de Santamaría, a la que muchos le han atribuido el error de pretender negociar de tú a tú con los separatistas e intentar comprarlos ofreciéndoles más dinero, sin haberse dado cuenta de que fue utilizada por los soberanistas para ir avanzando en su proyecto de conseguir financiación, ventajas o concesiones especiales, mientras ellos seguían avanzando en la construcción de un Estado paralelo con el dinero que recibían a través del FLA, se postulaba a sí misma para enfrentarse a Pablo Casado para presidir el PP. En realidad, la excusa que puso Feijoo, para evitar aceptar la presidencia que se le ofrecía, nos pareció trivial, poco convincente y, formulada en un momento inoportuno en el que el futuro del PP dependía de quien se hiciera cargo de él; el hecho de alegar que para él primaba su cargo en Galicia y que se debía a los gallegos, carecía de toda lógica ya que si, el PP, como consecuencia del cambio de líder, se hundía, el señor Núñez Feijoo, como presidente de Galicia, le seguiría en el fracaso. Ahora, cuando se ha producido lo que era lógico que sucediera y el PP no ha conseguido obtener buenos resultados en la legislativas ni en las municipales y autonómicas; al menos no ha dispuesto de los apoyos precisos para poder gobernar en muchos lugares donde ha sacado mayoría (algo que era lógico que sucediera, dados los efectos nefastos de la trama Gürtel en gran parte de su electorado más fiel, así como lo sucedido en la dirección del partido en Valencia etc.) y ha tenido que conformarse perdiendo la mitad de los escaños que consiguieron en las anteriores legislativas.
El que, precisamente en unos momentos en los que el apoyo a la actual directiva del PP parece que es esencial, cuando la pervivencia y las posibilidades de recobrar los votos perdidos se basa en conservar la unidad del partido, es cuando empiezan a surgir voces discordantes, críticas, movimientos subversivos y las habituales capillitas de descontentos que empiezan a pedir el relevo del señor Pablo Casado. Y quienes parece que están involucrados en estas críticas son, precisamente, los señores Alonso y Núñez Feijoo que, aparte de haber formado parte importante del grupo capitaneado por Mariano Rajoy y, en el caso del señor Alonso, decidido partidario de la señora vicepresidenta que tanto colaboró en la caída del PP, fueron corresponsables de una política que, en el caso de los separatistas vascos y catalanes, no dieron una a derecha y permitieron, teniendo mayoría absoluta, que los traidores a la patria que intentaron el golpe de estado del 1.O, pudieran organizar su referéndum ilegal sin que las medidas tomadas, por insuficientes y por confiar en la lealtad de los mossos de escuadra, impidieran que pudiera celebrarse y consintieran que, las masas de separatistas se movieran libremente por toda Cataluña y, especialmente, por las ciudades importantes, como Barcelona. No sé cuántos votos de antiguos simpatizantes se perdieron, ni tampoco quiero pensar en cuantos votos la política mojigata, tolerante, blandengue y de concesiones, del anterior gobierno del señor Rajoy, les reportó pero, lo que es evidente es que los causantes del gran recorte de votos para el PP en los últimos comicios, no ha sido precisamente la actual dirección del PP y mucho menos es culpa del señor Casado; busquen, los que quieran encontrar los culpables, en las actitudes y decisiones de quienes gobernaron antes, en sus errores y en su falta de energía y valor para utilizar la mayoría de escaños de que disponían en el Congreso de Diputados y la mayoría absoluta en el Senado, para cortar por lo sano el separatismo, acabar con las leyes del aborto, imponer una ley educativa que valorara, sobre todo, el esfuerzo y la excelencia de los alumnos, impidiendo que las universidades se convirtieran en centros de reclutamiento de activistas comunistas, depurando al profesorado y evitando que, en el interior de las mismas, se coartara la libertad de los alumnos para poder escoger sin trabas los ideales y políticas que mejor les cuadraran de acuerdo con su forma de pensar, sin que grupos de terroristas universitarios impusieran su ley, incluso por encima de la autoridad de los propios Rectores, entre los cuales también sería preciso depurar aquellos que utilizan su puesto privilegiado para fomentar estas actividades extrauniversitarias, en detrimento de la función primordial de estos centros docentes, enseñar y formar a las nuevas generaciones de universitarios para que recobren el prestigio que, en otros tiempos tenían los licenciados españoles allende nuestras fronteras.
Es posible que los haya que piensen que, volviendo a los procedimientos de gobierno ejercidos por el Rajoy y su equipo, iban a recobrar los millones de votos que dejaron que se fueran a otros partidos, pero de lo que pueden estar seguros quienes pretenden desandar el camino que ha empezado a poner en marcha el equipo de Casado, para regresar al PP desnaturalizado y mojigato, que nos gobernaba antes de la marcha de Rajoy; es que, aparte de no recobrar ninguno de los que se perdieron en las anteriores votaciones, lo que va a suceder será que, el PP, se quedará sin el apoyo de los que actualmente todavía siguen confiando en él y en su recuperación, pero sin volverse atrás y siguiendo por la senda que viene marcando la actual dirección del partido. Con unidad y trabajo todo es posible y, sin duda alguna, la recuperación del PP también está dentro de lo posible, manteniendo los valores que siempre fueron su santo y seña, pero sin prisas.
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