El pacto era una trampa. Y un engaño para todos. No fué posible porque era cuadrar el círculo. Felizmente, no prosperó. Era un pacto para engañar.
Solo la izquierda atolondrada puede sentirse decepcionada. La izquierda que necesita el país, no. Era una ratonera para Sanchez, pese a ser una oporunidad para seguir gobernando. Habria salido un gobierno dinamitado desde dentro; por tanto, débil y a precario. No cayó en la trampa, edulcorada de oportunidad.
Sanchez no debe elejarse del centro. Una izquierda centrada, moderada y realista podria ser aceptable, quizás conveniente, para turnar una derecha, que se derrumbó sobre el estiercol de la podredumbre de demasidos y por demasiado tiempo. Y que ya está pagando sus pecados. Pero una izquierda sin coletas.
En tiempo de crisis, como la de estado, la territorial y la anunciada económica, las coletas no son signo de progreso y estabilidad. Todo lo contrario. Por esto el pacto del engaño no podía prosperar.
Si hay segunda oportunidad, en septiembre, antes de una nuevas elecciones, lo razonable seria un gran pacto de estado, con una gran colación. Sanchez ganó las elecciones, aún que insuficientement, y Casado está dando muestras de moderarse, y se abre a pactos de estado. Es, por tanto, el momento de repensarlo.
Las crisis que se acumulan -y amenazan en crisparse- requieren una gobernación estable, sólida y decidida. La gran coalición PSOE-PP podria ser una buena fórmula. Quizá la mejor, que ahora se vislumbra.
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