El propio autor define a esta novela como “un caso raro”, y hay que darle la razón porque es su obra más rara, compleja y densa en su intensidad y en su propia génesis, por ser producto de un fogonazo interior, de un golpe de intuición que le llevó a imaginarla ya escrita y con el título que lleva, antes de comenzar la propia escritura. Rara dentro de su sencillez narrativa, por ser el producto de una casualidad extraña que le impelió a escribirla, ya que, según ha declarado el propio autor, cuando comenzó su escritura estaba preparando otro proyecto narrativo y, entonces, leyó una noticia en la prensa de que en una reunión familiar, para celebrar el ochenta aniversario de la madre de los allí reunidos, terminó en tragedia, después de unos años de rencores y alejamiento mutuo entre los diversos miembros de la familia.
La esposa del hermano que convocó al resto para dicha celebración, es quien conoce bien el peligro que supone el rencuentro de todos, ya que por su carácter dulce y apacible ha sido siempre la confidente ideal de todos y conoce bien el clima de tensión y reproche que anida en ellos, intenta convencer a su marido de que no es conveniente dicha reunión porque sabe que los ánimos siguen estando igual de enconados, después de años de malentendidos, agravios y distanciamiento, lo que puede hacer que estalle entre todos la tormenta que todos los rencores mutuos han ido creando en la distancia pero no en el olvido. Esas supuestas ofensas y agravios que han ido calando en la conciencia de todos y cada uno de los hermanos como una lluvia fina que va empapando el paisaje anímico de los protagonistas, para ir formando un oculto caudal que termina por desbordarse en un momento en el que todos los presentes rompen los muros de la contención que el distanciamiento ha propiciado.
El armazón narrativo se basa en un núcleo o centro fuerte y duro, y en un tiempo narrativo muy corto, pues en él se condensan los recuerdos de toda una vida de la familia en la que los agravios mutuos fueron engrosando el haber del rencor y la insidia, hasta el dramático desenlace que provoca el encuentro entre los hermanos. En cierta forma se puede considerar una novela coral, ya que la narración la van creando cada uno de ellos que cuenta la historia común y la suya propia que tejen la trama de las pequeñas o grandes ofensas recibidas en el pasado y las interpreta desde su punto de vista personal, lo que le confiere a la obra la doble subjetividad de las opiniones encontradas de los sucesos vividos y su verdadero significado que cada uno cree conocer en su verdadera intencionalidad.
Hay una contraposición entre la atmósfera luminosa que existía en su célebre novela Un balcón en invierno y la que recrea en esta última novela en la que se advierte esa zona de sombra y negritud en las relaciones familiares donde anida el germen de la tragedia.
Además de intentar reflexionar sobre el mundo familiar y sus claroscuros, Lluvia fina también es una reflexión de su autor sobre las diferentes etapas de la vida y su significado para el ser humano. Manifiesta la incapacidad del ser humano de ser feliz fuera del mágico territorio de la infancia, como si la adultez matara en cada persona su capacidad de volver a ser feliz, posibilidad esta que parece agotarse en la niñez.
El ser humano adulto, empieza a ser un cajón de sastre en el que caben los recuerdos muchas veces ampliados o empequeñecidos de lo que en realidad vivimos; los rencores por causas nimias que se van acumulando, sobre todo en relación con los seres más íntimos como es el caso de los miembros de la propia familia; de ilusiones rotas, de sueños por cumplir y de fracasos que duelen por la amargura que siempre deja toda derrota. Y en ese bagaje de dolor, de sentido de pérdida y de evidente desolación, es cuando cada ser humano empieza a falsear su pasado, sus recuerdos, sus sentimientos y su conciencia de lo que en realidad es. Olvida que es una criatura mortal y que lo que le sucede en esta vida no tiene demasiada importancia, porque todo pasa y el tiempo lo consume vidas y esperanzas, pesadumbres y alegrías, sueños y fracasos. Y de forma inconsciente, esta seguridad hace nacer la violencia que todo ser humano lleva dentro, disimulada en algunos seres bajo el manto de la cultura, la civilización, la educación y, en otros casos, está más en la superficie, a punto de explotar, de dejar salir los bajos instintos, la irracionalidad, la brutalidad sofocada durante años, como es el caso de los hermanos en esta novela que terminan dando cancha a sus rencores ocultos, a su sed de venganza aplazada, en una fiesta con final trágico.
Todo esto confluye en la nueva novela de Landero, que cala en el ánimo del lector como esa lluvia fina que parece querer ser inadvertida, pero que termina anegando los campos y ciudades, los seres que los habitan y sus problemáticas relaciones llena de conflictos, malos entendidos, incomprensiones y esa corta capacidad de perdonar y comprender que es consustancial a la propia naturaleza humana. Los habitantes que puebla esta obra demuestran que no hay ninguna lluvia fina que sea inofensiva, porque todas dejan de tras de sí el reguero de su paso en la memoria de la gente como lo hace la buena literatura de la que es una muestra esta novela.
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