Si te detienes a analizar las circunstancias por las que se considera a alguien famoso, célebre, renombrado, distinguido, popular, etc., en una palabra: un “VIP”, te encuentras ante una persona o entidad que destaca por su dinero, poder o prestigio.
El resto de las cualidades que nos explicaba nuestro viejo libro de urbanidad o el catecismo Ripalda, se consideran valores caducos y demodés. No se merecen ni un minuto de atención en una tertulia o en un Realty show. Si no tienes dinero, poder o prestigio… no eres nadie. Si lo tienes… a la portada… o a la palestra.
Sin embargo, de vez en cuando una ráfaga de aire fresco invade los noticiarios. Aunque se basa en una triste, una tristísima noticia: el fallecimiento de la hija de un afamado entrenador y exfutbolista Luís Enrique Martínez. Por una vez y para que sirva de precedente, la prensa ha respetado los meses de larga enfermedad de esta chiquilla que ya descansa en las manos del Padre. Una vez producido el fatal desenlace, nos hemos enterado del proceso de su enfermedad y hemos podido comprender su decisión de abandonarlo todo para cuidarla. Un diez para los medios de comunicación que, por esta vez, se han portado.
Estamos acostumbrados, aun dentro de nuestro pesar, a sufrir el fallecimiento de nuestros mayores, pero estimo que la pérdida de una hija es más difícil de superar por la ruptura de la ley de vida. Este es el caso que me conmueve hoy. Dentro de la tragedia me atrevo a señalar una Buena Noticia que se desprende de esta situación. La firme decisión de Luís Enrique de renunciar a la dirección de la Selección Española de Futbol, para dedicarse por entero al cuidado de su hija y de su familia. Ha renunciado por completo al dinero, poder o prestigio, y ha tomado una opción que, como Pemán decía en “El divino impaciente”: “la virtud más evidente, es hacer sencillamente, lo que tenemos que hacer”. Acompaño en su sentimiento a Luis Enrique y le felicito por su entrega a su hija y su bien hacer. Ella ha descansado y le protegerá desde el cielo.
|