Hay miedo a la democracia. Principalmente en la izquierda, pero no solo en la izquierda. En nuestra democracia, la participación política es libre, se hace desde los partidos políticos y la ampara la Constitución. Veamos unos textos constitucionales: La creación de los partidos políticos y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley (Art.6). Corresponde a los poderes públicos promover la condiciones para que la libertad e igualdad del individuo y de los grupos en que se integran sean reales y efectivos; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, social y cultural (Art. 9.2) Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social (Art.14)
Los textos demuestran que la participación política está amparada por la Constitución y se hace a través de los partidos políticos, en condiciones de libertad e igualdad reales y efectivas para individuos y grupos, sin excusa por opinión o cualquier otra circunstancia personal o social. Son las mimbres que ahorman la convivencia nacional; o deberían ahormarla, porque, a pesar de las normas, las condiciones de participación en igualdad no siempre se producen. Como ejemplos están los Pactos del Tinell, en 2003, que excluían al PP en alianzas de gobierno y acuerdos de legislatura; o el cordón sanitario que duele a Pedro Sánchez estos días cuando amplía hasta el PSOE la exclusión contra él mismo de algunos políticos.
Porque es cierto que, lo mismo en el Pacto del Tinell que en lo que duele a Sánchez, hasta ahora los poderes públicos no han promovido de forma efectiva condiciones para la libertad e igualdad de individuos y grupos. Con ello, nadie garantiza libertad y abundan las exclusiones. Como muestra, este ejemplo visto en una red social “Dedicado con cariño, para todos los que dicen que si no respetamos a los de Vo... no somos demócratas (Por fidelidad al entrecomillado se mantiene Vo..., que parece sustituye a Vox). A ella se une la frase, de Thomas Mann “La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad”, que suena a justificación y pervierte principios y razonamiento.
No es un eufemismo. Ni una cuestión menor. Porque la censura a Vox, con x o sin ella, es la secuela, lógica, del no respeto a los principios constitucionales, que tomó forma en el Pacto del Tinell, se manifiesta con lo que duele a Sánchez y alcanza cota máxima cuando es el presidente del Gobierno quien, buscándolo o por azar y según convenga, olvida, recuerda o practica. Y es que duele a Sánchez que Iglesias, Casado y Rivera le excluyan, pero él mismo, como presidente del Gobierno y desde el atril del Congreso de los Diputados también excluyó al Vox de 2,6 millones de electores, el 10,26% del censo, con 24 diputados y el 6,86% del Parlamento nacional. Todos fueron excluidos por el presidente del Gobierno y privados de la participación y plenitud que merece los individuos y grupos que ampara la Constitución.
Llegados aquí, conviene recordar los ‘poderes públicos’, a que se refiere el artículo 9.2, encargados de promover las condiciones para que la libertad e igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; (y) remover los obstáculos que impidan o dificulte su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida pública. En este sentido, aún en el caso del presidente del gobierno (Poder Ejecutivo) actuando ante el Congreso de los Diputados (Poder Legislativo) caben dos opciones: Someter a la atención de las Cortes Generales el comportamiento de todos, presidente del Gobierno y presidenta del Congreso incluidos, para que se acomode al espíritu y preceptos constitucionales. O pedir tutela judicial en defensa de los derechos constitucionales de todos: PP sin pactos del Tinell, Sánchez sin cordones sanitarios y Vox sin exclusión del presidente del Gobierno.
Una vez hecho, cabría ver los motivos por los que en los casos citados (Tinell, Sánchez y Vox) se ha producido tal comportamiento. En todos ellos parece que el motivo para la exclusión es el interés de quien la practica: Los del Tinell pretendían beneficios conocidos. Los que hacen el cordón sanitario a Sánchez evitan a quien tienen por poco fiable. Y los que excluyen a Vox debilitan a un competidor político. Con ser importantes esos motivos, hay otro mucho más trascendente, que emponzoña todo y pervierte el sistema: Miedo. El que aflora cuando en una red social se justifican conductas no demócratas. Un miedo que no es a Vox, ni a una ideología, sino a la democracia de los ciudadanos libres que han acordado vivir en sociedad.
Hasta ahora, esto se ha visto en España en el presidente del Gobierno, con líderes del PSOE y Podemos y en la izquierda (ERC, Bildu, Compromís, IU...). Principalmente en la izquierda, pero no solo en la izquierda. También en otros grupos políticos: Ciudadanos, PNV, JxCat, PrC, y CC.
En el resto de Europa también a aparece la misma forma de exclusión. A la extrema derecha, que tiene nombre propio y distinto en cada país. Y que no está protegida por nuestra Constitución. No es consuelo. Tampoco disculpa.
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