El método educativo de muchas generaciones que fuimos formados en colegios y universidades durante casi cincuenta años se fundamentó en el estudio, el pensamiento, la lectura y escritura, el procesamiento del saber y el examen de los conocimientos adquiridos.
Desde el año 1970 los españoles hemos sufrido siete reformas educativas que hasta el momento han culminado en la conocida como Ley Wert (LOMCE) aprobada sin el consenso de la oposición en el año 2013 y con el riesgo permanente de una nueva modificación o derogación.
Si a esto le sumamos los 17 sistemas educativos de las CCAA y la revolución de la era digital, el barullo educativo en España está servido no sin honda preocupación de padres, profesores, alumnos, editores y lo que es peor aún el efecto negativo que ello produce sobre una sociedad que está recibiendo generaciones con una educación y formación desigual, muy tecnificada y escasamente formada en valores y ciencias humanísticas.
Resulta muy preocupante que los editores de libros de texto hayan dado la alarma en un informa anual de su asociación (ANELE) denunciando que la inflación normativa en el sector les obliga a atender una media de 130 textos legales que afectan a todos los cursos, así como el entramado de lenguas autonómicas que repercuten en su elaboración cuando no los caprichos de interpretar la “particular” historia o geografía de algunos de sus territorios…
Resulta muy llamativa también, la denuncia que hace el profesor Aswath Damodaran de la New York University que refiriéndose a lo que él llama la “Maldición del Buscador de Google” lo considera como “ un fenómeno muy destructivo, porque implica que las personas no piensen por sí mismas. No piensan detenidamente en las cosas. El como se aprende a solucionar un problema es pensando en él y resolviéndolo uno mismo. Si dejas que alguien te dé la solución, puede que sea la correcta, pero tú no has averiguado como resolver el problema”.
Esta acertada reflexión puede explicar la mediocridad y escasa o nula formación académica y profesional de la mayoría de nuestros dirigentes políticos actuales que representan unas generaciones víctimas de un caos educativo sin precedentes. Dedicar trabajo, esfuerzos y energías en poner orden en la educación y formación de nuestros niños y jóvenes y ayudar a quienes desde el ámbito público o privado ya lo hacen, sería la inversión más urgente y rentable para el futuro de España.
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