El polifacético Javier Nart fue un fichaje estrella para C´s en los comicios europeos de 2014. Con él como cabeza de lista del partido naranja, todavía sin apenas tentáculos en el Estado aparte de en Cataluña, la formación dio una gran sorpresa al sumar dos heraldos en Estrasburgo. Esas elecciones dieron lugar a una nueva época política, una suerte de continua campaña electoral en la que seguimos inmersos.
Sin embargo, como por todos es sabido, aunque la novedad del resultado de C´s en las europeas de 2014 fue eclipsado por los cinco diputados de Podemos, los tiempos evolucionaron. En C´s, hoy tercera fuerza política, se produce una tensión larvada: los que se afanan por cumplir la promesa electoral de no apoyar a Sánchez y los que anteponen un pacto de Estado a esa promesa a la ciudadanía. Nart se encuentra en el segundo grupo, junto a políticos de gran relevancia y envergadura: Roldán o Garicano, entre otros. Roldán se marchó de la Ejecutiva y dimitió como diputado y Garicano se mantiene; y Nart se va, pero a medias.
El político cántabro se ha deshecho de todos los lazos que le unían con C´s sin renunciar a su poltrona en la Eurocámara. Así pues, nace a este tenor un gran debate que han de afrontar todas las democracias liberales que se precien de serlo: ¿el acta de representante electo ha de despegarse de las sigas que lo han aupado o no? Un nuevo ejemplo, allende nuestras fronteras, se encuentra en la isla de Albión, centro de todas las miradas europeas: el Partido Liberal-Demócrata ha duplicado el número de diputados en la Cámara de los Comunes a costa de diputados conservadores y laboristas.
Así las cosas, regresando a España y a la situación del partido naranja, sin valorar la legalidad vigente que lo permite, ¿es democrático que Nart abandone el partido pero mantenga su puesto de eurodiputado? Sin ánimo de pontificar afirmación alguna, creo que es un caso de expolio a los ciudadanos. Expolio de sus voces y de su proyecto.
Los ciudadanos votamos proyectos colectivos. Estos proyectos están recubiertos con el papel de los partidos políticos, pero no son ni de los cabezas de lista ni de los últimos de la lista, sino de todos y cada uno de los integrantes de la formación, militantes o afiliados de base, que empeñan días y noches para construir el proyecto. Javier Nart ha robado a los votantes de C´s su voto. Los votantes de C´s votaron el proyecto de un partido, no el proyecto de una persona. Si eso es lo que quiere Nart, o cualquier otro, le animo a cree su propio proyecto político y que se presente a unas nuevas elecciones con su nombre en la lista y, por aquello de respetar las leyes, rellenarla de otros nombres de correligionarios dispuestos a abandonar la escena pública si fueran electos. Le deseo suerte pero no se la auguro.
Los políticos no son conocedores de todo. Como una fiebre posmoderna, hemos entronizado a los personajes públicos; y la prueba son esos formatos televisivos de debates en los que los candidatos tienen que saber de economía, de derecho, de sanidad, de educación, de historia, de cultura y, si se precia, de física cuántica, biología molecular o la bibliografía de Saul Bellow (cuya lectura recomiendo; en especial “Herzog”). Nuestros políticos solo ponen voz y rostro a un proyecto tejido con paciencia por muchos profesionales diferentes; y que un individuo se arrogue es un acto opuesto a la democracia.
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