Sr. Pablo Casado (presidente PP) Sr. Albert Rivera (residente Cs) Sr. Santiago Abascal (presidente de VOX)
Estimados Presidentes:
Por cuarta vez desde el año 2015, se nos va a convocar a los españoles para pronunciarnos una vez más en las urnas por el candidato que debe reunir una mayoría parlamentaria suficiente para ser investido como presidente del gobierno. Todo ello de acuerdo con las previsiones constitucionales del art. 99 de nuestra Constitución.
Al iniciar esta carta permítanme Sres. Casado, Rivera y Abascal que les haga una llamada pública al patriotismo, al sentido común y a la generosidad para que sin dilación adopten la decisión audaz y valiente de sumar sus fuerzas, su inteligencia y su amor por España, de tal manera que desde una plataforma electoral nos faciliten a los electores la viabilidad de un voto que les permita gobernar con una mayoría constructiva y estable.
Durante estos cuatro años marcados por lo que parecía ser el inicio de una nueva etapa política que pondría fin al bipartidismo, , la “nueva” clase dirigente del variopinto y atomizado arco parlamentario se ha mostrado incapaz de dotar a España de un gobierno estable para afrontar los grandes retos y problemas que hoy acucian a nuestra sociedad.
No se les ocultará la gran preocupación que hoy nos embarga a millones de electores ante el distanciamiento y la fractura que existe entre la sociedad civil y su actual clase política . Nuestra economía es una de las más endeudadas del mundo (98,7 del PIB); el desempleo ha superado la barrera de los tres millones de parados; el déficit de la Seguridad Social supera ya los 16.000 millones de euros; el modelo de reparto de pensiones es prácticamente insostenible con el fuerte desfase entre la natalidad y envejecimiento de la población y la desestabilización política anuncia una cada vez mayor desconfianza de la inversión nacional y extranjera que traerá como consecuencia una marcha atrás en nuestro crecimiento.
Si a esto le añadimos nuestra débil posición en una Europa sacudida por las amenazas de un turbulento Brexit, una incapacidad para afrontar una presión migratoria trágica y desordenada en nuestras costas y fronteras o los graves desafíos de los independentistas catalanes y vascos que pretenden fracturar España, no es difícil imaginar que si no se adoptan decisiones valientes, audaces y generosas, el 10 de Noviembre se volverán a repetir con mayor o menor aproximación los resultados del 26 de Abril.
Esto traería consigo una nueva paralización del Parlamento y del Gobierno y la consiguiente incertidumbre en el Poder Judicial avocado a suplir el vacío legislativo y a sentirse cada vez más presionado en su independencia, lo que supondría una grave quiebra del propio sistema democrático. La soberbia y la vanidad de Pedro Sánchez le impide ver el bosque de desatinos en los que ha incurrido desde la moción de censura al presidente Rajoy.
El penoso espectáculo que ha ofrecido el presidente en funciones, limosneando hasta el último instante su investidura a derecha e izquierda, sin más ofrecimiento que el deseo de seguir presidiendo un gobierno fantasmagórico sin proyecto de España, sin programa político y sin un presupuesto propio y creativo para impulsar el desarrollo de nuestra nación, no debe ni puede repetirse, si en algo se valora el trabajo para alcanzar el bien común y bienestar que nos merecemos los españoles.
Manuel Fraga, gran estadista y político, fraguó el centro derecha desde la diversidad y unión de tres grandes corrientes que en los 90 conformaban el mapa político español: Alianza Popular, El Partido Demócrata Cristiano Popular y el Partido Liberal. Con no poco esfuerzo y generosidad y al amparo de las siglas del PP, los tres partidos políticos iniciaron el gran proyecto del centro derecha español que tantos años de bienestar y desarrollo han aportado a España como también lo hizo anteriormente la izquierda socialdemócrata de Felipe González.
El “miedo” de Pedro Sánchez a cogobernar con los teóricos comunistas de Podemos, convenientemente fracturado ahora desde la operación Errejón, no responde a su falta de sintonía con su ideología o afán intervencionista. Sus alianzas regionales y municipales, incluso con Batasuna, o su propio afán recaudatorio y la patrimonialización que ha hecho de los bienes públicos para su uso personal lo delatan. Solo ha sido y sigue siendo una torticera maniobra electoral para intentar atraer engañosamente al electorado de centro izquierda, cada vez más dividido también.
Por otra parte la Ley D´Hondt es implacable con la dispersión del voto y esto es de una lógica aplastante. No nos sometan a los españoles que dicen representar a una difícil elección y a un futuro repleto de incertidumbre y confusión como el que acabamos de vivir.
Parafraseando a ese gran estadista alemán que fue Helmut Kohl cuando vibraba hablando de Europa, lo que deseamos una parte importante de españoles es preservar “nuestra cultura que gana desde su diversidad y desde su riqueza espiritual, que se sostiene desde los ideales comunes que inflaman la esperanza de las personas”. Cultura, riqueza espiritual, ideales comunes y esperanza es lo que les pedimos poder votar el día 10 de noviembre. Sumen y ayúdennos, España se lo agradecerá.
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