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Etiquetas | Agricultura | Valencia | Comunidad Valenciana

La destrucción de la huerta

Seamos consecuentes, con nuestra manera de ser, vivir y actuar
Manuel Ibañez Ferriol
sábado, 28 de septiembre de 2019, 11:32 h (CET)

Somos muchos los que tenemos en la Huerta Valenciana, nuestro porqué, nuestra vida y existencia. Asistimos al deterioro y la destrucción de los parajes huertanos, incluyeno el derribo de las construcciones más tradicionales como las alquerías, masías y barracas. Nuestros campos, sufren la total desprotección de las autoridades políticas de cualquier signo -ya sean de derechas, izquierdas o regionalistas-, no les preocupa que la piqueta destruya lo que nuestros antepasados nos legaron. Estamos en un momento, en el que solo por apariencia, se dice “defender la huerta”, pero la realidad, es muy distinta.

Valencia, siempre ha sido huertana. En sus tierras se han cultivado las mejores flores, frutas y verduras del mundo, y nuestros animales, han podido comer el mejor de los “forrajes”, natural y de la calidad más alta. Los peces de nuestra querida “Albufera”, han saboreado las semillas y hierbas que les proporcionaban los cultivos, sobre todo del “arroz”, una de las estrellas de la huerta valenciana. Nuestras aves -patos, teuladís, gorriones, pollos y gallinas-, han sido “alimentados” con los productos huertanos mas ricos y saludables. Menuda diferencia, cuando comes un sencillo “huevo” de una gallina criada al “aire libre huertano”.

¿Por que nos seguimos empeñando, en destruir las tierras de nuestros antepasados? Valencia, es “a su Huerta” lo que Cuenca es a sus “casas colgantes”. Estamos actuando en contra del progreso, de nuestras costumbres, tradiciones y todo lo que tiene que ver con nuestro mundo huertano. Renunciar a su conservación, es atrasar en nuestros planteamientos de defensa del primer sector productivo. ¿A quien favorece? ¿Al falso progreso? ¿A la nesfasta especulación urbanística o constructora? ¿Al deseo sistematico de hacer desaparecer todo lo que tiene que ver con Valencia y su vida?

Estamos destruyendo nuestra particular “gallina de los huevos de oro”, porque la huerta, produce la riqueza más grande que todo ser humano pueda tener o ambicionar. Hay que saber respirar el aire de nuestros campos, hemos de mezclarnos con ellos, vivirlos, sentirlos y sobre todo “saborear los ricos productos que nos brinda” de forma gratuita. Si lo cuidamos, defendemos y preservamos, estaremos contribuyendo a paralizar el “cambio climático”, ya que los terrenos huertanos, son esenciales para el ciclo de la vida y las temperaturas y lluvias, no como las torrenciales que hemos sufrido. Si destruimos la huerta y no cuidamos nuestros bosques -otro elemento que se destruye por culpa del progreso-, estaremos abocados a seguir teniendo un clima, diferente, distinto y cambiante.

En estos días, de nuevo, por culpa del mal llamado “avance”, estamos asistiendo a la ruptura de los elementos que conforman nuestro paisaje huertano. La violencia generada por los mandos de la seguridad estatal, han hecho que nuestros espacios naturales, se vean desprotegidos una vez más. Solo las personas cabales, que aman nuestra huerta, han sabido “enfrentarse” al poder de la especulación, de la piqueta, de la destrucción de todo lo que es más nuestro. ¿Dónde están los que dicen defender la Huerta Valenciana? ¿Dónde se meten los políticos, que no salen a proteger lo que es nuestro?

Seamos consecuentes, con nuestra manera de ser, vivir y actuar. Y nunca contribuyamos a la destrucción de lo que es más nuestro: la huerta y todo lo que la rodea. ¡Que no nos engañen y mientan con falsas palabras!. VALE.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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