En primer lugar, considero una utopía eso de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, al menos, no lo somos ante el brazo ejecutor que la aplica. Por otro lado, no pongo en duda que el paso por la prisión debe ser un duro golpe moral y psíquico, pero incluso en la cárcel habrá diferentes grados de comodidad.
El caso es que mientras para unos la ley se convierte en un camino lleno de obstáculos, entresijos y zancadillas que dificultan la solución de un problema, otros gozan de mejores mecanismos, es decir, abogados sin escrúpulos, connivencia de fiscales, el beneplácito de jueces corruptos, amigos en el ministerio o en la Audiencia Nacional, que no tienen reparo en confabularse con el presunto culpable.
La cuestión, es que eso sólo puede suceder en el hipotético caso que usted sea banquero, senador, diputado, o como mucho alcalde, con ello se garantiza entrar y salir de prisión, y en el supuesto de ser condenado, igual le llega el indulto del gobierno. Más tarde, el olvido mediático y social, junto al hastío de la ciudadanía en el sistema judicial harán que todo quede en una simple anécdota.
Los ejemplos son variopintos, los tenemos desde aquellos que pagan fianzas millonarias como el señor Blesa, a los que se sirven de entresijos legales como el señor Barcenas, el señor Fabra, el ex ministro socialista José Blanco, la ex consejera de Hacienda Magdalena Álvarez o el ex sindicalista Juan Lanzas, a quien además ayer la Audiencia Provincial de Sevilla le desbloqueó el embargo de sus cuentas; otros no se cortan en hacer mofa de su paso por la cárcel, como el ex director general de Trabajo de la Junta, el señor Guerrero, que afirmó haber leído 41 libros en dos meses, sólo espero que haya devuelto el carné de la biblioteca de la prisión.
Así que, en España, los bancos, multinacionales, empresas públicas y los impuestos están gestionados por trileros que roban a manos llenas y pasan por la prisión sin devolver un céntimo. Por el contrario, no olvidemos como el mismo sistema democrático otorga el indulto al Kamikace que asesinó a un joven valenciano, eterniza el caso Marta del Castillo, sentencia a etarras a penas de prisión irrisorias, o condena a un vecino a dos años de cárcel o multa de 12.000 euros por recoger hierbas y plantas para infusiones.
La justicia será clara y concisa, pero se aplica de forma irregular e incoherente. Como dice un buen amigo y abogado “en pleitos no te veas, aunque los ganes”.
Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.
Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.
Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.