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Opinión
Etiquetas | Vida destilada

Sudor y lágrimas

Diferencias entre sudar y destilar, llorar y sublimar
Teresa Gascón
martes, 9 de julio de 2013, 08:40 h (CET)
¿Alguna vez habéis saboreado lágrimas de dolor? Son como más saladas, pasan por la garganta dejando un regusto a almendra borde o bitter kas. Los mocos son más viscosos, verdes y supuran de tu nariz como si fueras un crío. A borbotones. Creo que a través de ellos expulsamos dosis de daño, porciones de vida convertidas en masa pastosa. “Llora, llora, que así mearás menos”, ya mi abuela sabía que era bueno emanar lágrimas de pena. Que si te las tragas se hace “bola”.

Tampoco huele ni sabe igual un sudor que nace de la recogida de fruta de temporada bajo el sol veraniego al que se expulsa en un apasionado acto de amor. Por qué no decirlo, tampoco sabe igual el jugo de la persona amada que el de un amante ocasional. Los fluidos nos definen, más que nuestras palabras. Puedes decir que no te importa que tu ex esté con otro, pero tus ojos cristalinos dirán lo contrario. O que no estás nada nervioso por esa entrevista, pero los grifos abiertos de tu axila te delatan.

Diferencias entre sudar y destilar, llorar y sublimar. Entre lo que es vivir o incendiar la vida Sea con vídeos de gatitos tiernos tocando el piano o con algún culebrón tipo Gran Reserva o con una sangrienta escena de Juego de Tronos, queremos segregar nuestro néctar. Nuestros fluidos son un efectivo que deja huella. Que pasan por nosotros dejando una señal inequívoca de que vivimos.

Cuesta mostrarse ñoño en un mundo en el que hay tanto imitador de Risto Mejide y Sheldon Cooper, en el que mola mucho ser un borde asexuado o creador de frases célebremente ariscas. Al final, todos somos materia y flujo, secreciones derramadas que nos explican.

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