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Mesmerizados

Cataluña, entre la realidad y la ficción
Luis del Palacio
martes, 17 de septiembre de 2013, 08:00 h (CET)
Un ciudadano un voto, sí; pero si este voto está condicionado por un aparato de propaganda y manipulación que aspira a controlar hasta los sueños, entonces creo que, simplemente, ese voto no tendría validez alguna.

Mesner, el famoso charlatán alemán que creó, a finales del siglo XVIII, una escuela de hipnotizadores y “magnetizadores” de salón, ha influido mucho más a lo largo de las generaciones que auténticos pensadores o científicos ¿En que medida ha afectado a nuestras vidas lo que pensaron Hegel, Husserl, Wittgenstein, Unamuno o Bertrand Russell? Poco, muy poco. Pero frente a ellos, otros muchos sí han logrado filtrarse en el inconsciente colectivo y, aunque desconozcamos sus nombres, ha sido el poder embaucador de sus teorías absurdas o directamente falsas, lo que impregna la manera de ¿pensar? de muchos ciudadanos-voto.

Escribió Manuel Machado: “Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas son; y cuando las canta el pueblo ya nadie sabe el autor” Pues bien, esto parece que sucede, aplicando el verso, al separatismo catalán (y a otros que entonan la misma copla): que nadie recuerda al autor; o, por mejor decir, a los autores. Porque los ha tenido y los tiene, y son muchos; pero no parece conveniente nombrarlos ni airear sus nombres para que todo resulte “natural”, como emanado de una voz del pueblo que clama “libertad”, “derecho a decidir”, “independencia” y otros lugares comunes muy del gusto de los que buscan manipular el criterio y el juicio de los otros en su propio beneficio.

“Tal es la gloria, Guillén, de los que escriben cantares: oír decir a la gente que no los escribe nadie”, continúa Machado. Y estos “cantares”, que no fueron escritos por juglares anónimos sino por ingenieros de la estafa histórica, se agarran como parásitos a la conciencia colectiva, pervirtiéndola, creando mantras y mentiras axiomáticas.

Y qué difícil resulta eliminar lo que no es juicio, sino que ha sido introducido por decreto, coacción o perversión de la realidad histórica, en las mentes de muchas personas de buena voluntad.

Porque sería negar la realidad (que es tozuda, aunque nos duela y nos asombre) no admitir que la famosa “cadena humana” que se formó el pasado 11 de septiembre en Cataluña al grito de “¡independencia!”, estuvo formada en su mayoría por ciudadanos honestos que no se sienten españoles, que piensan (o creen pensar, que no es lo mismo) que España les perjudica.

Treinta años de manipulación histórica equivalen a casi dos generaciones de catalanes adoctrinados en el pensamiento único del rencor y en la idea peregrina de que el resto del país ha abusado de ellos desde hace trescientos años. No hay más que acudir a los libros de historia, o mejor, a enciclopedias tan asépticas como la Británica, para comprobar la realidad de los hechos y dónde se origina la falacia. Una vez más, sólo hay que leer e informarse.

Dicen que la hipnosis no funciona en sujetos que no se dejan seducir por las acciones del hipnotizador; que falla en aquellos que no se abandonan.

En este caso, me temo que es demasiado tarde. Sólo cabe la esperanza de que una voz interior (acaso una intuición, en su sentido más etimológico, que es “ver claro y al instante”) les diga: “¡Despertad!”.

Y lo hagan.

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