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Vivimos en la cultura de la ignorancia agresiva

​Los dioses tienen sed de justicia
Francisco Vélez Nieto
lunes, 11 de noviembre de 2019, 08:32 h (CET)

Cuando el escritor por intentar ser popular cae en el provincianismo aldeano del tópico y lo típico, entonces, es mejor dejar de escribir.

Porque sumirse en la lectura de la personalidad humana y poética de Hölderlin es sentirse envuelto por una luminosidad embriagadora, que irradia su propia luz lírica. Pasión y fuego de un rayo envuelto en la canción y la sensibilidad verso a verso, desde una independencia irrenunciable de su libertad cantada.

La soledad puede durar mucho o nada. Si dura nada es un suicidio. Lo contrario es la lucidez, la razón de ser y sentir lo que se tiene y comparte.

La verdad es que al principio puede resultar extraño para algunos lectores situar una novela policiaca en las época de la Roma antigua durante el gobierno del emperador Vespasiano. Pero basta simplemente con reflexionar, para que se entienda y se acepte fácilmente esta aventura literaria en la Roma imperial de las grandes conquistas. En la que también había robos, crímenes y no hablemos de fraudes y corrupciones con los correspondientes sobornos a funcionarios y políticos. Esto es lo que nos cuenta Lyndsey Davis en sus novelas.

Cuando el escritor por intentar ser popular cae en el provincianismo aldeano del tópico y lo típico, entonces, es mejor dejar de escribir. Y por supuesto, el buen lector no prestarle atención alguna.

Si sientes que llama a tu puerta el último adiós no cometas la torpeza de donar tu biblioteca a una administración pública española. Puede pudrirse en el sótano de la indiferencia y lo que es peor morir en una trituradora de papel.

“Vivimos en la cultura de la ignorancia agresiva”. Esta afirmación de Salman Rushdie, autor de Los versos satánicos, es la síntesis representativa de la abundancia que en una sucesión de thriller va creando tan fabulosa historia de inquietante actualidad, que tiene preocupada a gran parte de planeta llamado tierra con pavorosa miseria, guerras y diferencias que la desacreditan.

Los dioses tienen sed de justicia. El poder que domina en la tierra los calma con golpes de pecho y falsos rezos. Ellos son los representantes oficiales de la clase divina de los cielos, prédica en la comedia humana.

Imagino al estremecedor poeta Georg Tralk en aquella Viena, fuente creadora, bajo la llameante, insobornable y desafiadora Antorcha de Karl Kraus, con su implacable crítica a la metrópoli en la que vivía aquella generación de escritores y poetas de excelentes obras alta su calidad. Ellos fueron tallando una línea creativa avanzada a la vez que también se convertían en anunciadores del temblor del nuevo siglo en la cansada Europa.

En un país, de tan elevado grado de corrupción como el nuestro, el orden y la eficacia que exige una verdadera democracia, está considerado un grave peligro para dichos manejos de los malversadores que gritan ser los salvadores de la patria.

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Parece que algunos medios vienen a decir que no ha sentado bien por estas tierras que algunas multinacionales de la gran comunicación —modelos del gran capitalismo operante—, que se ventila en las redes sociales, no hagan caso a los jefes políticos de aquí y hayan decidido pasar de la censura, siguiendo la nueva tendencia política, con destino a ser exportada.

Se suele afirmar que la realidad supera a la ficción, aunque no queda claro a qué se refiere dicha aserción, pues la ficción suele inspirarse en la realidad, por aquello del Arte imitando a la Naturaleza. Lo que sí parece es que tendemos a preferir la ficción, cuyos contornos se nos ofrecen siempre definidos y cuyo desarrollo atesora una lógica interna expresada en forma de relato, de diálogo o de variadas formas audiovisuales.

González Amador está acusado de dos delitos de fraude fiscal y un tercero por falsedad documental y proponía asumir ocho meses de cárcel y pagar unos 525.000 euros para evitar ir a juicio, con lo que reconocía sus delitos y sería un "defraudador confeso" (D.C).

 
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