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¿Cómo justificará Iglesias gobernar con los corruptos del PSOE?

​Don Pablo Iglesias, el del abrazo de oso al culminar el trato con Sánchez ha conseguido, en definitiva, aquello que ya daba por perdido
Miguel Massanet
jueves, 21 de noviembre de 2019, 08:25 h (CET)

Otra vez, cuando parecía que lo tenían todo controlado, cuando la entente PSOE-Podemos parecía que iba a ser suficiente para que el resto de los partidos de izquierdas, por fin, se decidieran a apoyar la investidura del señor Pedro Sánchez, surge un elemento distorsionador que, si bien no creemos que vaya a significar una vuelta atrás del acuerdo, sí se lo pone más difícil, aunque él intenta no aparentarlo, que el señor Pablo Iglesias va a verse obligado a hacer juegos malabares para explicar a los votantes de su partido el hecho difícil de aceptar, de que después de haberse constituido en el adalid en contra de la corrupción de la derecha, sus andanadas en contra de aquellos que fueron juzgados por corrupción y sus continuadas afirmaciones de que ellos defendían, contra viento y marea, la necesidad de una “regeneración de la política” que excluyera de cualquier gobierno todos aquellos que, de una manera u otra, hubieran cometido actos en beneficio propio o de sus partidos, beneficiándose de los caudales públicos.

Lo que más les perjudica de este affaire de la publicación de la sentencia sobre el tema de los EREs contaminados, que afecta a los miembros procesados, antiguos componentes de la Junta de Andalucía; no es tanto el hecho evidente de que grandes personalidades del partido socialista hayan sido condenados por corrupción y malversación de caudales públicos, sino que esta sentencia y todas las que la van a suceder en el centenar y medio de piezas separadas pendientes de ser juzgadas en los respectivos tribunales, significa un antes y un después respecto a una de las mejores bazas que exhibía continuamente el ejecutivo del señor Sánchez y, naturalmente, también él mismo, como un medio efectivo para desacreditar al PP, un argumento que ha estado perjudicando gravemente a los populares en las consultas de los últimos años y que daba la sensación de que, lo mismo que la calificación de “franquistas” a los políticos de derechas, constituida una de las armas más letales para impedir la recuperación del PP, después del gran desastre de la defenestración del señor Rajoy.


Podríamos decir que se les ha acabado la pólvora para estos fuegos artificiales y ahora no podrán señalar al PP por sus casos de corrupción sin que se les replique, desde la oposición del PP, con la misma moneda y con la particularidad de que el caso Gürtel, en cuanto a su significación económica, queda empequeñecido por los 680 millones de euros (en pesetas resulta más impactante, ya que el montante defraudado por los socialistas en Andalucía, se eleva a la escalofriante cifra de 113.000 millones de las antiguas pesetas). ¿Cómo estas señoras ministras que, con tanto ahínco, tanta disposición y tanto interés se han esmerado en recordar, en cada ocasión que se les ha presentado, que el PP era un partido corrupto, en el que los españoles no podían confiar y que, el único partido preparado para gobernar sin mácula de corrupción era, sin duda, el PSOE. Sí señores, no lo olviden, unas siglas que hablan de un Partido, Socialista Obrero Español. ¿Obrero o más bien, unos sinvergüenzas que se han lucrado robando a los obreros en paro aquellas ayudas que les llegaban desde el Estado español que, evidentemente, procedían de los impuestos que todos los españoles pagamos, tanto si nos gusta como si no, para que luego vayan a parar a manos de aquellos aprovechados, sindicalistas y funcionarios, que se los han gastado en francachelas y drogas?. Y, señores, aquí nadie ha mencionado la intención de dimitir.

Y ¿qué va a pasar con estos señores de Podemos, constituidos por autoproclamación, en los defensores de la transparencia de las cuentas del Estado y de las autonomías, paladines de la clase obrera a la que dicen que se deben ( el chalé de Galapagar, del señor Iglesias, no es más que la excepción que confirma la regla) y censores implacables de lo que hacen los ricos como demostraron cuando, el señor Amancio Ortega, destinó una parte importante de su patrimonio para que una serie de hospitales españoles pudieran dotarse de un importante número de aparatos e innovaciones técnicas para la práctica médica de los que adolecían. Los de Podemos protestaron, pidieron que el donativo se rechazara y pusieron al donante de vuelta y media porque, por lo visto, les parece mal que los ricos tengan gestos que les honran y que ellos mismos no tienen aunque, eso sí, critican a los que tienen una vida asegurada, sólo porque lo han conseguido trabajando y todos sabemos que, a estos comunistas, sólo hay una palabra a la que le tienen miedo cerval: el trabajo.

Don Pablo Iglesias, el del abrazo de oso al culminar el trato con Sánchez ha conseguido, en definitiva, aquello que ya daba por perdido: que es formar parte de un gobierno español y, por ende, tener en sus manos ministerios relacionados directamente con el trabajo. ¡Prepárense los empresarios, tiemblen los banqueros, cierren las persianas los comerciantes y pongan pies en polvorosa las multinacionales, porque se van a enterar, si siguen en España, de lo que vale un peine, con ministros de Trabajo del partido de Pablo Iglesias! Los ingleses ya nos han advertido de que las inversiones inglesas seguramente se van a reducir sustancialmente si se confirma lo que ya parece un hecho cierto: un gobierno entre socialistas y comunistas. Desde Bruselas los comisarios ya han advertido, por enésima vez, al actual gobierno en funciones español que no ven, en absoluto, posible que con los presupuestos congelados y en la situación en la que se encuentra ( y peor se va a encontrar si se confirma las predicciones que los economistas van dando a conocer) el país, sea posible el preocupante incremento del gasto público que nos anuncian los vencedores de los comicios y ya han advertido que, todo lo que se pueda ahorrar se deberá dedicar a rebajar la impresionante deuda pública ( 1’2 billones de euros) y, por otra parte, exigen que se tomen medidas para controlar lo que ya parece incontrolable, el déficit público de España y de sus autonomías.

De momento, para esquivar las primeras andanadas que les han venido desde los medios de comunicación, ni el señor Sánchez ni el señor Iglesias han hecho otra cosa que esquivar las contestaciones, mirar hacia otro lado o, como ha hecho un impresentable y caradura señor Ábalos, contestar pretendiendo establecer distancias entre la corrupción que se ha conocido en Andalucía y la del Gurtel como si, una y otra, no fueran igualmente deleznables. En todo caso vamos a prepararnos a escuchar los más sorprendentes, alambicados, desconcertantes y absurdos intentos de encontrar justificación para el caso de los ERE falsos de Andalucía que, de alguna manera, intenten quitarles importancia respeto a lo que los del PP han tenido que sufrir gracias a la obsesión de los socialistas para librarse de la derecha española. ¡Claro, si hay que robar, mejor es librarse de cualquier competencia!

Pero sigue en pie la pregunta que los ciudadanos nos hacemos: ¿Va el señor Pablo Iglesias y su partido, Unidas Podemos, seguir insistiendo en gobernar junto a un partido donde se ha demostrado que, la honradez de la que presumían, de la noche a la mañana, gracias a la sentencia de un tribunal, ha quedado convertida en agua de borrajas y, aquellos que presumían de que, bajo su gobierno, España sería un oasis de justicia, paz, igualdad, honradez y transparencia, en estos momentos continúan con la boca abierta, incapaces de tragarse el marrón que la Justicia les ha regalado para que sepan que, tampoco ellos, van a quedar inmunes si piensan que van a seguir con las dos morales, a saber: aquella que justifica cualquier acción, por repelente que sea, que provenga de las izquierdas y, aquella otra, que se les aplicaría a los de las derechas en la que, cualquier acto que llevaran a cabo para oponerse a los intentos de implantar el totalitarismo de la izquierda, debería considerarse como un delito merecedor del castigo de los tribunales.


Es obvio que estamos ante la peor de las situaciones a las que deba enfrentarse una nación. Por una parte, tenemos la amenaza de que se forme un gobierno dirigido por socialistas y comunistas dispuesto, si se les deja, a perpetuarse en el poder y a implantar un régimen dictatorial, en el que los pretendidos derechos individuales de la población van a quedar supeditados al capricho de los gobernantes empeñados en aplicar, en España, los mismos métodos de represión que ya se han venido ensayando en Venezuela, Bolivia o Nicaragua con resultados que, a la vista están, y que sólo han conseguido empeorar ostensiblemente la vida de sus ciudadanos que se han visto sujetos a regímenes totalitarios que los han conducido a una situación mucho peor de la que tenían cuando eran gobernados por sus anteriores dirigentes.

Desde otro punto de vista, parece que todo lo que han sido capaces de hacer para solucionar el tema del separatismo de Cataluña, ha sido volver a lo que ya fracasó en todas y cada una de las ocasiones en las que, tanto la derecha como la izquierda han intentado solucionarlo mediante concesiones crematísticas. Se ha vuelto a lo que se conoce como las reuniones de Pedralbes, entre el gobierno del Estado español y el de Cataluña, aparentemente de igual a igual, en las que se nos hurta a los españoles cuales son las ofertas que tiene que hacer el gobierno en funciones de Sánchez, representado por la señora Calvo y la señora Lastra. Al parecer, estas reuniones que ya datan del mes de diciembre del año pasado, estuvieron interrumpidas y ahora han vuelto a resurgir a causa de la necesidad que tiene el señor Pedro Sánchez de conseguir el apoyo de los separatistas catalanes, para ser investido. De momento el único partido que parece dispuesto a presentar batalla parece ser VOX, lo que puede darnos la medida de quienes van a luchar por España y quienes se van a dejar llevar por las voces de sirena de la izquierda, que tantas veces nos han llevado al desastre total.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda otra que aceptar que, en España, sea por ignorancia, sea por fanatismo, por rencor o por envidia, hay una parte importante de los que van a votar que se dejan arrastrar por las promesas, siempre incumplidas, de aquellos políticos que han sido capaces de convencerles de que, con un mínimo de esfuerzo y cobrando subsidios, el país puede seguir adelante. Y no olvidemos aquella frase de Thomas Fuller: “Es una locura para las ovejas hablar de paz con el lobo”

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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