Inglaterra, siglo XIX. En plena época victoriana. La enfermera Anne McCarey, agobiada por la vida en Londres y una relación sentimental tormentosa, comienza a trabajar en una clínica para enfermos mentales en Southsea (Portsmouth). Su cometido consistirá en cuidar en exclusiva al señor X, un enfermo que posee la extraña cualidad de analizar los detalles más nimios y descubrir los secretos más ocultos de las personas que le rodean. Incluida los de la propia Anne, claro. A este escenario, inquietante, se añade la presencia de Arthur Conan Doyle, un médico joven y novato, así como una sucesión de asesinatos que el señor X, secundado por Conan Doyle, tratará de solucionar con prontitud. Estas son las líneas maestras en las que José Carlos Somoza (La Habana, 1959) asienta su nueva entrega, ‘Estudio en negro’, editada por Espasa, una novela de misterio y suspense, de lectura deliciosa, salpicada con gotas, muy estudiadas, de humor y que muestra la sorprendente «prehistoria» de un personaje tan reputado para la literatura universal como Sherlock Holmes. València. 21 de noviembre de 2017. Un jueves gris. Tengo la fortuna de conversar con Somoza sobre su novela, la literatura y el Golem Festival 2019. Según la grabadora digital, este fue nuestro diálogo. Al fondo, las campanadas del mediodía. Por la calle, mientras tanto, camina el otoño.
José Carlos, algunos de sus colegas afirman que escribir les ahorra visitas al diván. ¿Usted, que ha sido psiquiatra, opina lo mismo que ellos?
Dejé la profesión hace veinticinco años para dedicarme a escribir y esa afirmación me parece falsa, absolutamente. De hecho, yo mismo he comenzado a psicoanalizarme hace poco, así que ni tan siquiera eso se logra escribiendo. La verdad es que escribir sirve para muy poco. Oscar Wilde decía que «todo arte es completamente inútil» y estoy de acuerdo con ello. La escritura es un arte y con ella no se puede hacer nada para cambiar el mundo, lo cual duele bastante.
La portada es muy atractiva, sugerente, desde su punto de vista, ¿qué requisitos ha de reunir una portada para atraer la atención del lector?
Esa pregunta es incontestable por completo. Si tuviera la respuesta adecuada, probablemente me contratarían todas las editoriales para que les asesorase sobre este asunto. Ha habido portadas maravillosas en novelas muy malas y novelas muy buenas con portadas desastrosas. La de ‘Estudio en negro’ está muy bien, creo yo, pero dejémoslo en un ten con ten: la portada ha de ser buena y atractiva, pero el interior también ha de serlo.
En la solapa del libro leemos que José Carlos Somoza es uno de los renovadores del género de misterio, terror y fantasía, ¿por qué lo eligió como territorio para sus novelas?
Por libertad… Hay algo de escribir que me encanta y es la libertad que te proporciona. Para mí, la fantasía es un grado de libertad. Las películas y las series de televisión restringen la libertad de los creadores de una forma bárbara, inconcebible. De una de mis novelas han hecho una película, pero yo no sé si sería capaz de introducirme en un mundo que se mueve sujeto a las leyes de la producción y de las condiciones presupuestarias. El escritor no tiene esas restricciones y yo me siento con plena libertad para escribir lo que quiero.
‘Estudio en negro’ es un homenaje a Sherlock Holmes, aquí llamado señor X, el inmortal personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle – recuerdo que es inmortal, porque los lectores pidieron que volviese a la vida después de muerto –, ¿qué significan este personaje y su autor en la carrera literaria de José Carlos Somoza?
Para mí, más que como escritor, ambos fueron fundamentales en mi formación como lector. Cuando era muy joven, mi padre me regaló las obras completas de Holmes, un libraco gordo, editado por Aguilar en papel biblia, que tenía ese olor tan entrañable y característico. Lo leí de un tirón y supuso una revelación para mí, una revelación que, curiosamente, no experimenté con otras lecturas juveniles, como pueden ser las aventuras de los Cinco. Me encantaba una persona capaz de integrar el mundo en unos esquemas racionales y con un sentido de la justicia extraordinario. Sherlock era la luz dentro del caos, un faro en la oscuridad, y siempre quise escribir algo en homenaje suyo y de mi padre. Ahora bien, yo no quería hacer un pastiche, porque ya hay muchos y porque eso recortaba mi libertad creadora, puesto que me apropiaba de la creación de otro autor y eso suponía aceptar ciertas limitaciones, por ejemplo, no podría matarlo. Por eso creé al señor X, una especie de contrapartida de Holmes.
¿Cómo surgió la idea: hubo alguna frase o alguna imagen que le llevase a escribir la novela?
Sin Anne McCarey esta novela no hubiera nacido. Yo ya tenía la idea de crear al señor X, pero me faltaba algo. Entonces surgió Anne. Todo nació de una frase suya, la que supone el comienzo exacto del libro: «Este misterio que voy a contar no va sobre mí, sino sobre el señor X. Pero creo que tendré que decir algo sobre mí». Anne McCarey, siempre deseosa de ayudar a todo el mundo, una persona con la autoestima muy baja, humilde y que sale con un hombre que la maltrata, pronunció estas palabras que quedaron grabadas en mi interior. Ella necesitaba que alguien le ayudase y le enseñase a apreciarse un poco. Ese alguien será el señor X.
Anne McCarey cuenta la historia y lo hace en primera persona, ¿qué hay en Anne McCarey de José Carlos Somoza?
Yo tengo un lado femenino que siempre ha sido muy importante para mí y que me ha ayudado a situar una narradora en primera persona. Es cierto, no obstante, que Anne significa un giro de ciento ochenta grados con respecto a otras narradoras mías anteriores, porque es una mujer que se dirige a todo el mundo con una gran naturalidad. Su voz me ayudó a avanzar en la narración y a tratar su relación con el señor X, un camino algo tortuoso en realidad.
¿Siempre le interesó saber cómo Sir Arthur Conan Doyle creó a Sherlock Holmes?
Sí, pero el mismo Conan Doyle lo cuenta y hay que creerle. Él dice que se inspiró en un médico, el doctor Joseph Bell, que le dio clase en Edimburgo, un individuo muy observador. Como es cierto que Conan Doyle ejerció la medicina en Portsmouth por las mismas fechas en que transcurre la novela, entonces pensé si sería especular demasiado imaginar que tuvo un paciente, que le proporcionó nuevos impulsos para completar el personaje de Sherlock.
Al escribir ‘Estudio en negro’ ha roto fronteras y ha mezclado hechos reales y ficticios, algunos ya conocidos y otros nuevos, ¿a la hora de acometer una aventura literaria como ésta, hay que andar con una especial cautela?
No, como te he dicho antes y para suprimir restricciones estoy acostumbrado a trabajar con todo esto. En ‘La caverna de las ideas’ ya saqué a un personaje tan importante como Platón. Más adelante escribí una comedia donde desarrollaba la posible amistad entre Cervantes y Shakespeare, protagonizada por el propio Shakespeare y su compañía teatral. Pero, realmente, ni es Shakespeare, ni su compañía teatral. En la obra el público se ríe mucho, el dramaturgo inglés se queda un poco mareado y se vuelve tan loco como el señor X. Mi pretensión al acercarme a estos personajes tan egregios es hacerlo de un modo más natural, a través de farsas. ‘Estudio en negro’ está lleno de guiños, sin mala intención, que le proporcionan la sal y pimienta al libro.
En una escena de la novela, vemos el respaldo de un sillón y caminamos hacia él, despacio, sin saber qué oculta el otro lado. ¿Resultan muy complicadas las técnicas del género de terror para producir miedo en el lector?
En el género de terror, lo importante es aprovechar todo lo que la realidad nos presenta para producir ese tipo de sensaciones… Quien crea que hay que inventar el miedo, es que no conoce la realidad, porque está llena de elementos terroríficos. Si uno los observa, puede elegir el tipo de miedo que desea producir y distorsionarlos un poco para sacar al lector de su zona de confort.
¿La época victoriana o, mejor tal vez, el ambiente victoriano con esas atmósferas tan especiales es muy propicio para ubicar en él novelas de misterio o de terror?
Es verdad que es una época muy buena, un momento histórico en el que el ser humano estaba perdiendo el optimismo de la revolución industrial. Los científicos pensaban que la ciencia podría solucionarlo todo y que los siglos XX y XXI vendrían cargados de paz y felicidad, cuando, en realidad, a nosotros, que nos creíamos tan civilizados, nos aguardaban sucesos inesperados en pleno corazón de Europa. Darwin vino a decir que no éramos hijos de Dios y que, biológicamente, éramos un animal más. Marx anunció que cada uno pertenecía a una clase social determinada, de la que no se podía salir sin lucha. Y Freud explicó que los seres humanos, por dentro, no somos lo que parecemos. Si a eso le sumamos Einstein, la bomba atómica y algunas otras cosas, podemos comprender como aquel optimismo quedó destruido y el momento histórico se convirtió en una época de horrores y cambios, donde, además, apareció Jack el Destripador. Precisamente por todo eso la escogí para escribir la novela.
En ‘Estudio en negro’ hay giros de humor, algo que no parece demasiado frecuente en este género, ¿qué le aporta el humor a una novela de misterio?
Creo que le aporta muchas cosas. Llevo veinticinco años como escritor y, en general, la mayor parte de mis novelas son más serias que un ajo y, justamente, le sucede eso a una persona como yo, que acepta la ironía, el humor... Así que, de repente me harté, y quise escribir algo donde estuviera presente ese humor, que se me antoja tan necesario. Igual que Anne McCarey pide que se hable de cosas distintas a los asesinatos, lo que hace reír al señor X y a Conan Doyle, también el lector demanda que, de vez en cuando, paremos y tomemos un café. No todo ha de ser siempre profundo. El humor ha de estar siempre presente en esta clase de escritos.
Otro aspecto importante de la novela es el teatro, ¿qué significa el teatro en tu carrera literaria?
Ufff, muchísimo. El teatro empezó a ser importante cuando lo introduje como tema principal de mi novela ‘El cebo’. En ‘Estudio en negro’ y en las dos novelas que le seguirán, ocupa una posición especial, porque aparecen muchos teatros raros, algunos referidos a espectáculos clandestinos, casi snuff, a los que se accede a través de contraseñas. La policía no los permite, pero la sociedad victoriana acude a verlos porque, aunque por fuera sus miembros parecen muy formales, en el patio de butacas se liberan y dejan fluir su interior, ya que no son ellos quienes están en el escenario sino los actores. Y hacen cosas terribles como utilizar menores para todo tipo de aberraciones. Sin duda, es un teatro más friki que el que nos ha llegado de aquella época y, aunque se trata de una invención, no me extrañaría que hubiera existido en verdad.
Seguimos con el teatro. En la novela se habla del teatro mental, ¿qué es el teatro mental?
Es como una especie de anticipo de lo que significará el descubrimiento del subconsciente por parte de Freud. A través de una simulación teatral y mediante una serie de gestos, palabras o representación de personas muertas, se ayuda a que la persona saque fuera lo que esconde por dentro. Sería casi como una homeopatía del teatro. En la novela, forma parte de ese mundo surrealista teatral que lo rodea todo.
La última por hoy. José Carlos Somoza ha venido a València para participar en el Golem Fest 2019, ¿para qué le sirve a un escritor acudir a este tipo de eventos?
Para muchas cosas. En primer lugar, significa València, una ciudad que necesitaba un festival como este y que ahora lo tiene gracias a mis amigos Susana Alfonso, Juan Miguel Aguilera y José Luis Rodríguez. Este año he tenido el honor de que me vuelvan a invitar y aquí me hallo dispuesto a participar a tope. En segundo lugar, los festivales de este tipo me permiten reunirme con otros colegas y con lectores que gustan del género fantástico, de terror y de la ciencia ficción. Particularmente, yo tengo una ventaja y es que, como me muevo indistintamente en los tres géneros, me invitan a muchos de ellos. Y en tercer y último lugar, el género fantástico, al contrario de lo que le ocurre a la novela negra, que ya está muy consolidada y camina sola, necesita ayuda. La gente ha de acercarse más a leer este tipo de libros.
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