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​Los dogmas de pensamiento único que padecemos

¿Será posible decir: hasta aquí hemos llegado?
Francisco Rodríguez
martes, 3 de diciembre de 2019, 08:16 h (CET)

Creo que el sueño de cualquier detentador del poder, persona u organización, ha sido y es establecer el pensamiento único, una colección de dogmas en los que todos crean a pié juntillas, sin discusión, pues poner en duda cualquiera de ellos puede ser severamente castigado y el atrevido que lo intente arrojado a las tinieblas.

La técnica del convencimiento persuasivo ha ido perfeccionándose progresivamente, sobre todo desde que los ciudadanos esperan más cosas del Estado, sin caer en la cuenta de que “nuestros amados líderes” repartes las migajas de lo nos esquilman constantemente.

En los tiempos del comunismo leninista el pensamiento único se impuso a sangre y fuego, pero luego, otras versiones solapadas del mismo comunismo llegaron a descubrir que si conseguían tener en sus manos la educación de la gente joven, la cosa podría marchar sobre ruedas. (Gramsci)

Para ello era necesario ir eliminando todas las instituciones que venían transmitiendo sus propios valores, especialmente la familia y la religión, que cayeron sin apenas ruido, cuando la gente aceptó la ideología de género como un dogma inatacable, para cuya defensa se elevó a la mujer por encima del hombre, que fue acusado de machista y a todo el sistema anterior de hetero-patriarcal.

La mujer fue pronto convencida de su “derecho a abortar” con el lema ampliamente coreado de “nosotras parimos, nosotras decidimos”. ¿Hay algunos valientes que se opongan al aborto? Los que lo hagan pueden verse en apuros con las leyes que promulgaron los gobiernos “progresistas” y no se atrevieron a derogar los que alguna vez se proclamaron conservadores.

El matrimonio, la natalidad y la familia, apenas si resisten el empuje de la imposición del pensamiento único que abarca un área amplísima de naciones, apoyados por organismos parasitarios como la ONU, la UNESCO, y sus diversos tinglados o la UE que acogen y difunden, dándole un carácter de aparente respetabilidad a la reducción de la población, la difusión de métodos anticonceptivos o la última bomba: “el calentamiento global” dogma inapelable que si niegas estás perdido y desacreditado.

Todo esto se ha ido preparando al ofrecer a la gente una sexualidad sin responsabilidad, sin hijos, sin obligaciones. Aquello que empezó en Mayo del 68 con lo de “haz el amor y no la guerra” ha tomado carta de naturaleza y se ve como normal vivir en pareja y cambiar de pareja cuando les apetece.

Otro dogma inapelable que ha sido aceptado casi sin oposición es la ideología de género. No somos hombres o mujeres, sino lo que cada cual decida ser escogiendo entre un amplio surtido de géneros ambiguos y naturalmente los gobiernos “progresistas” se han apresurado a reconocerlo como un avance de la humanidad y amenazar a los que intenten protestar con las más severas penas.

Hay otros dogmas pequeñitos, locales, en fase de crecimiento, como el derecho a decidir si quiero ser español, catalán, vasco o baturrico. Estos dogmas pueden terminar con la existencia de España, pero desgraciadamente a lo peor lo acabamos aceptando si “nuestros amados líderes” lo ordenan, en su propio beneficio, aunque nos cuenten que lo hacen por nuestro bien.

¿Cuántos nuevos dogmas nos estarán preparando y cuántos seguiremos dispuestos a aceptar o rechazar? Bueno, lo de rechazar, cada vez nos lo van poniendo más difícil pues la presión de los medios es irresistible y hace falta mucho valor.

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