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En fuga

Escapamos con frenesí..., de lo que más nos conviene. Inconcebible, pero cierto
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 6 de diciembre de 2019, 09:58 h (CET)

Las llegadas son efímeras, en el momento mismo de la arribada, ya estamos en el punto de partida hacia algo nuevo; el transcurso del tiempo impide el estancamiento. Hacemos extensiva esa faceta huidiza a la mayor parte de las actitudes vitales, con una desidia que no presagia nada bueno. Tal escapismo nos aleja de los asideros, nos FUGAMOS de los puntos de apoyo. No por haber escogido opciones mejores. Huimos hacia lo desconocido, con el desdén hacia los logros obtenidos, tanto materiales como conceptuales. Son unas verdaderas fugas desde múltiples focos, encaminadas al albur despersonalizado e irresponsable. Todas ellas dibujan con realismo los esquemas predominantes.


Acaso estemos involucrados en una disyuntiva permanente sin auténticas soluciones. Somos muy propensos a relacionarnos en base a ciertos etiquetados, como sucede con los ARQUETIPOS (Catalanes, vascos, españoles, mujeres, hombres, jóvenes, mayores…), como si tratáramos de conjuntos homogéneos. En el empeño de mantener la propia personalidad, huimos abocados al desapego con respecto a las relaciones sociales. Por el contrario, escapando de las responsabilidades directas, podemos desdibujarnos como personas, diluidos en el entorno fantasmagórico. El pensamiento sobre las fugas, primero; y después, en relación con sus proyecciones, es asunto decisivo.


Puestos a hablar, sin hacer caso a otros requerimientos, enlazamos palabras hasta perder de vista sus significados. Vaciamos las palabras mientras no paramos de pronunciarlas. La DISCURSIVIDAD es ilimitada con múltiples y curiosos enunciados. A través del habla escapamos de las palabras. Por eso, las voces no se acompañan de mejores entendimientos; más bien al contrario, enturbian la nitidez de la comunicación. Nos apercibimos de las tendencias con una especie de flojera mental nada predispuesta a la búsqueda de las oportunas correcciones. Actuamos aturrullados en una vorágine desintegradora injustificable, sin parar mientes en la existencia de otros posibles cauces.


La humildad no es una pieza fuerte de nuestro entramado constitutivo. Quizá por eso, en vista de los esfuerzos necesarios para la comprobación satisfactoria de las realidades, al menos momentánea; optamos por la negación de las mismas, declaramos innecesaria su búsqueda, para no reconocer la negligencia. Huimos despavoridos de ese compromiso, cayendo embelesados ante los necios FALSEAMIENTOS; siendo estúpida, no dejamos de sumarnos a esa tendencia. Es otra expresión de la fuga imperiosa, reveladora de la enorme desorientación acumulada por no atender a razones ni sentimientos. La fuga nos entretiene y al tiempo nos aleja de las verdades.


Entre verdades y falsedades, somos propensos a escurrirnos, sin introducirnos en el meollo de las cuestiones. Observemos si no las peripecias en torno a las maravillas del ARTE. De por sí, estamos ante una realidad indefinida, nadie logró su descripción precisa e indiscutible, con versiones interesadas por fundamentos dispares. El núcleo conceptual del arte permanece en las sombras o asoma en ciertos destellos. Las actitudes impresionan como una fuga empecinada detrás de los intereses peculiares; crematísticos, turísticos, políticos y en escasa proporción como buscadores de la comprensión superadora. Pudiera residir el fascinante secreto en las huellas abandonadas en esos recorridos.


Los ambientes, con las costumbres establecidas, pesan sobremanera sobre las conductas; abordan sin remisión al ciudadano en sus diversas evoluciones. Empezando por la Naturaleza, las circunstancias se proyectan sobre las personas, de manera especial, las derivadas de las actuaciones humanas. Por si fuera poco, la aceleración de los eventos es una constante agravante. No extraña el alejamiento con respecto a la reflexión del PENSAMIENTO propio. Somos incluidos en una desbandada general, arrastrados. Ni aún intentándolo conseguimos el aislamiento suficiente, metidos de lleno en esa huida sin retorno. Es un impedimento notable para el estudio de posibles alternativas.


Considerar el carácter veleidoso de la memoria, por inesperada o por imposible de recordar, por cierta o por engañosa; la incompletud de las historias por incapacidad notoria de de recopilarlo todo; siendo una realidad lamentada, no justifica el abandono de las pequeñas comprobaciones efectuadas. Escapamos de esas verdades asequibles, desfiguramos la existencia por desmembramiento. Los DATOS HISTÓRICOS ratificados en cada sector configuran el armazón vital necesario; su destrucción o desprecio sólo contribuye a las dominaciones caóticas de fuerzas irracionales basadas en la potencia de sus caprichosos protagonistas. El desliz debiera alarmarnos.


No creo que sean visiones extemporáneas, con una simple mirada sobre los entornos cotidianos, percibimos una fuga muy peligrosa, en la cual participamos todos; además va en aumento y sin asomos de intenciones correctoras. Colaboramos en unas organizaciones sociales que huyen de las personas como si estas fueran diablos en vez de su razón de ser. Funcionamos ENSIMISMADOS, nunca mejor dicho, en la elaboración de sistemas para huir de las personas concretas. Después, en pura lógica, nos encontramos en las afueras. Protestamos por sentirnos desplazados de aquella obra común, incomprensible por sus efectos y de alcances inusitados como los sufrimos de mil maneras.


Vivimos acuciados por cuestiones de toda guisa e intensidad, las respuestas también dibujan un muestrario variopinto. Somos interpelados por las circunstancias, propias y ajenas. ¿Nos sentimos interpelados? ¿Anonadados? ¿Por quién y por qué? ¿Seguimos impertérritos aunque la rabia se intensifique? En estos lances surgen las fugas importantes capaces de escapar de la RUTINA indolente, y acomodaticia cuando se puede. Siendo importante la intención inicial encaminada a la superación de entuertos, no es suficiente; requiere el no haberse escapado antes de la mejor comprensión del mundo y de los humanos. Las fugas no se libran, exigen la implicación personal.


Muchos poemas y versos se han dedicado a los caminantes, peregrinos o emprendedores. Pero la fuga implica circunstancias poco favorecedoras de los razonamientos. Resultan muy expresivos los ambientes actuales sobre estos matices. Solemos sacar a colación los enfoques desorientados por la imprevisión de las dinámicas aceleradas emprendidas. Merecen mención especial las PÉRDIDAS acumuladas por la precipitación, esos olvidos irrecuperables que quedaron atrás, algunos de ellos considerados imprescindibles…, a posteriori. Mario Vargas Llosa escribió en La guerra del fin del mundo: “Pero no sólo verán lo que no existía. Además, nadie vió lo que había allí”. Pues eso, los procesos existenciales requieren de una mínima pausa crítica para su encauzamiento.

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