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Ambiciones y reflexiones: la forja de una leyenda (2ª parte)

Aquella chica con cara de no haber roto nunca un plato empezó a romper vajillas enteras
Sebastián González Mazas
lunes, 2 de diciembre de 2013, 09:13 h (CET)
Ambiciones y reflexiones: la forja de una leyenda (1ª parte)

Pese a decirle en una inolvidable canción que “la necesitaba toa”, la relación del matador de toros y la muchacha rubia que veraneaba en Benidorm no llegó ni al segundo asalto. Ella, que hasta se había tatuado un astado en las posaderas en honor al padre de su hija, fue incapaz de soportar que sobre su hombre siguieran cayendo chaparrones de bragas.

Despechada y con el orgullo herido, abandonó sin despedirse el hogar familiar con su pequeña en brazos, jurando y perjurando que aquello no iba a quedar así. Y vaya si lo cumplió.

De la noche a la mañana, aquella chica con cara de no haber roto nunca un plato empezó a romper vajillas enteras. De repente, gracias a la oportunidad que le dio la televisión, su intimidad pasó a ser de dominio público. A base de llantos, gritos y maldiciones se hizo con el prime time televisivo. La estrategia era muy simple: despotricar contra el padre de su hija, culpándolo de todos sus males.

Su mensaje desgarrado caló en la audiencia. Pronto, infinidad de espectadores se identificaron con su drama personal y la adoptaron como una hija. Como ya había profetizado Antonio Machado, España se dividió en dos. Los que la defendían estaban dispuestos a matar por ella. Los otros, únicamente estaban dispuestos a apagar sus televisores.

Bajo estas circunstancias, como no podía ser de otro modo, la guerra terminó con un aplastante triunfo de los primeros. Quizás los vencedores no tuviesen un generalísimo que guiase sus destinos con rigor y orden, pero al menos tenían una princesa que llamaba a las cosas por su nombre y que hasta era capaz de escribir un libro si hacia falta.

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Inventamos a nuestros enemigos cuando procede, que suele ser casi siempre, tal vez porque ideamos asimismo todo lo referido a nuestras vidas. Ocurre ello a escala individual y subjetiva, pero también a escala colectiva, sea en el nivel familiar, grupal, tribal o político.

Dos rasgos peculiares han favorecido la gestión del comentario de hoy y su contenido. La relectura de un libro que mantengo entre mis preferidos y el acercamiento a la situación real de la presencia humana en el mundo. El libro es “El quinto día”, de Frank Schätzing; nos viene de perlas, para enlazar con una serie de consideraciones relacionadas con las andanzas de los seres vivos en mares y tierras, unas de lo más patentes y otras poco o nada conocidas.

Recuerdo aquellas noches, después de las sencillas cenas de un colegio religioso, cuando salíamos a los patios del Colegio, en realidad las partes traseras del edificio. No olvidaré los paseos en grupo, rodeando a alguno de nuestros profesores. Se hicieron famosos los que presidía un sencillo sacerdote venido de Japón.

 
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