El pasado 12 de diciembre tuvo lugar en la Librería La Lumbre el encuentro-coloquio “Los Paraísos Artificiales. Tertulia abierta en torno a Francisco Umbral”, evento coordinado y promovido por Raúl Gómez (AFICHE) a la que acudieron representantes de la Fundación Francisco Umbral, incluida la viuda del autor homenajeado. Desarrollaron sendas ponencias: Emilio Blanco (catedrático de Periodismo y Literatura de la URJC), Bénédicte de Buron Brun (profesora de la Universidad de Pau (Francia), Marina Casado (escritora y periodista), Ignacio Díez (catedrático de Literatura de la UCM) y Álex Prada (escritor).
Raúl Gómez abrió el acto compartiendo, entre otras anécdotas, una especial sucedida el día en que le presentaron a Umbral en unos cursos del Escorial, poco después de que le concedieran el Príncipe de Asturias al autor de ‘Mortal y rosa’; justo en aquel instante apareció la reina, hoy emérita, doña Sofía, procedente de otra conferencia y Umbral, como un resorte, exclamó: “¡Anda, la reina, la voy a saludar, ya que me han dado el premio de su hijo!”, dicho lo cual se fue a saludarla rompiendo el protocolo e interrumpiendo el encuentro con don Raúl, quien afirmó que para él Umbral ha sido “padre, dios y maestro”.
Tras las palabras introductorias del auspiciador del encuentro, tomó las riendas Bènédicte de Buron, que cedió la palabra al profesor Ignacio Díez, quien llevó a cabo ciertas disquisiciones al respecto de lo que, a su parecer, comparten dos libros como ‘Mis paraísos artificiales’ y ‘Mortal y rosa’. Bajo su punto de vista el primero de dichos libros es harto reivindicable, pese a su arrinconamiento en el anaquel del olvido, toda vez que parecen gustar más los libros serios, algo (la seriedad) que no cultivaría a su entender demasiado el Umbral setentero, un Umbral más divertido que filosófico, acreedor, según apuntaba el profesor, de una extraordinaria fuerza y vitalidad.
También aseveró el profesor Díez que es peligroso leer a Umbral porque aumenta las dioptrías merced a los fogonazos de genialidad que se suelen desprender de su prosa.
Marina Casado estableció una serie de conexiones entre Umbral y el 27, centrándose en las conexiones entre el intrínseco sentido exílico de Alberti y del propio Umbral, dos escritores unidos por su concepción del paraíso perdido.
Alex Prada, entre otras cuestiones, apuntó lo complicado que resulta hoy llegar a Umbral toda vez que el ruido mediático que se generó en torno a su figura, lo desfiguró para el colectivo imaginario (valga el juego derivativo). Explicó cómo él llegó a Umbral a través de ‘Las ninfas’, que andaba por una estantería doméstica. Asimismo, aseguró ser muy afecto al Umbral más gamberro y nocturnal.
Emilio Blanco, desde una perspectiva masculino-heterosexual, aseveró que la prosa umbraliana porta la calidez de un femenil abrazo. Y apuntó, entre otras cosas, el mérito literario de un escritor portador de gran bagaje pese a haber acudido únicamente a la universidad de la vida y de lo libresco.
Asimismo, salieron a la palestra otros asuntos: el temperamento agenérico o poligenérico del escritor, su gran capacidad de aprehensión de la realidad, su facilidad plástico-narrativa, el culturalismo que puebla sus textos…
El acto finalizó con varias intervenciones por parte de un animado público, entre el que se encontraba la hispanista china Li Zihuoqun, profunda conocedora del autor que, no en vano, se halla embarcada incluso en labores de traducción de alguna novela de nuestro literato.
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