Bueno pues ya tenemos la pelota del independentismo catalán en el tejado. La pusieron ayer los partidos separatistas catalanes al fijar las preguntas –porque no se pudieron poner de acuerdo en un solo texto— y la fecha en que pretenden celebrar la consulta.
“¿Quiere usted que Cataluña sea un Estado?' Y si es así, ¿independiente?” La fecha de la consulta soberanista la han fijado para el 9 de noviembre de del próximo año.
La propaganda hecha de la manipulación de la Historia, es el veneno intelectual que ha moldeado las conciencias durante 35 años y no voy a insistir ahora en la ilegitimidad histórica de los nacionalistas catalanes, porque es algo que por demostrado hasta la saciedad, resulta ya tedioso. No hay caso de mayor deslealtad. Su política ha sido una permanente incitación al odio a todo lo que signifique España y a la venganza, por haber tenido que capitular ante las tropas de Felipe V en la guerra de sucesión, desapareciendo con su derrota el principado, al igual que ocurrió con el reino de Aragón, Valencia y Mallorca, por causa de la rebelión que protagonizaron y que dio lugar a una guerra civil, que en su caso, duró 13 años.
De hecho, el consejero de la Presidencia y portavoz del Gobierno catalán, Francesc Homs, acusó el pasado miércoles a PP y Ciudadanos de tener como objetivo político "la liquidación" de Cataluña desde una visión imperialista, y ha enmarcado en esa estrategia, su oposición a los actos de conmemoración del asedio de 1714 y el simposio España contra Cataluña.
Pero no es por esta causa por la que surgió el nacionalismo separatista catalán.
La siembra de un odio visceral a España, fue labrada por la izquierda separatista y la burguesía a finales del siglo XIX, cuando vieron que con la pérdida de las colonias, disminuyeron sus pingües beneficios.
En un brillante artículo, nuestro premio Nobel Ramón y Cajal, a este respecto decía: “A guisa de explicaciones del desvío actual de las regiones periféricas, se han imaginado varias hipótesis, algunas con ínfulas filosóficas. No nos hagamos ilusiones. Con relación a Cataluña, la causa real carece de idealidad y es puramente económica. El movimiento desintegrador surgió en 1900, y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva, la pérdida irreparable del espléndido mercado colonial”.
Deprime y entristece el ánimo, el considerar la ingratitud de aquellos que desean y procuran el desmembramiento de España.
En los medios de comunicación generosamente subvencionados por el nacionalismo, diariamente se hace alarde del odio a todo lo que signifique España, como un símbolo de liberación con el que según ellos, recuperarían el paraíso perdido en la guerra de sucesión, hace 300 años. Y el resto de España, viene soportando día tras día constantes insultos, amenazas e incitaciones al linchamiento, acompañados de infinidad de agresiones.
Es este un juego muy peligroso, que solo puede conducir a un callejón sin salida.
No me explico esta hostilidad de Cataluña hacia el resto de España. Si fueran honrados, reconocieran la Historia y mirasen la realidad con los ojos de la verdad, no tendrían más remedio que admitir que su aversión carece de fundamento histórico, social, económico y moral. No cabe argumentar razones materialistas. Su desmemoria es algo asombroso. Sus alardeados derechos históricos son un camelo sin el menor fundamento. Nunca llegaron a ser un reino como Castilla, Aragón o Navarra y eso es lo que les genera el enorme complejo de inferioridad que tratan de suplir con su exacerbada prepotencia. ¡Cuánta ingratitud tendenciosa albergan sus vanas pretensiones!.
La lista interminable de subvenciones, dádivas, privilegios y tratos de favor generosamente otorgados a Cataluña, constituye un gigantesco agravio comparativo para el resto de España. Las cifras globales, si realmente se diesen a conoce, son aterradoras. Y todo para congraciarse con una burguesía que corresponde a la magnanimidad del resto de los españoles, (los despreciables «charnegos», apelativo xenófobo que utilizan para designar a los inmigrantes y que según la Real Academia de la Lengua Española, procede del vocablo "lucharniego", un tipo de perro preparado para la caza nocturna).
Es de esperar de la sensatez de los catalanes, un rechazo mayoritario a la locura iniciada por los separatistas, aunque hemos de ser conscientes de que en un pueblo envenenado sistemáticamente durante más de tres décadas y educado en un odio creado deliberadamente, basado en exageraciones e invenciones sobre la represión de una España explotadora y totalitaria, no es fácil encontrar respuestas ecuánimes y serenas.
Personas como las que enarbolan estas banderas son las que al frente de sus partidos fascistas y totalitarios, en el gobierno de las instituciones, son las grandes destructoras de la convivencia social de un país.
A pesar de la gravedad de la situación, en la opinión pública parece prevalecer la opinión de que, se trata de un problema exclusivamente de Cataluña, y de que el mismo no representa el menor riesgo para la convivencia social o la democracia en España.
Sin embargo, en el transcurso de la historia reciente, dos son las veces ya, que Cataluña ha proclamado su independencia y el consejero de Interior en funciones de la Generalidad catalana, Felip Puig, no hace mucho que exhortó a los Mossos d’Esquadra a que, en caso de que la Generalidad decida saltarse la ley, en referencia a una hipotética secesión unilateral, este cuerpo apoyara sus demandas y se situara al lado del Gobierno autonómico.
Recordemos que ya en 1934, la Generalidad proclamó unilateralmente la República en Cataluña. Ante tan graves hechos, el entonces presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y el presidente de gobierno, Alejandro Lerroux, proclamaron el Estado de Guerra y ordenaron la detención en pleno del gobierno de Cataluña. La Guardia Civil se hizo cargo de la detención y custodia de los Mossos d´Esquadra”.
En la actualidad, el Estado dispone de armas legales que aplicar, como el art. 155 de la Constitución, que contempla la retirada de las competencias a que hubiere lugar, o incluso la suspensión del régimen autonómico, para no tener que llegar a dar un espectáculo tan bochornoso ante el mundo, como el que tuvo que dar la República.
Sería una auténtica catástrofe para España, que en las circunstancias por las que atraviesa el país, se hicieran realidad las palabras de Manuel Azaña, cuando dijo: “El gobernante es, por lo común -salvo aquellas excepciones que aparecen nimbadas por la aureola de la historia y que son un número muy reducido-, un hombre débil, entregado al oleaje de las pasiones populares, y muchas veces sin fortaleza para empuñar firmemente la caña del timón y conducir la nave al puerto de salvación".
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