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Idolatría vencida

”Es cierto que existen dioses pero lo que la multitud cree de ellos no es cierto” (Epicuro)
Octavi Pereña
martes, 17 de diciembre de 2019, 08:28 h (CET)

Un breve escrito titulado <i>Madre de Dios alcaldesa</i> me lleva transcribir esta cita del profeta Jeremías: “Así dice el Señor, ¿qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad, y se hicieron vanos?” (2:5). Vanidad en lenguaje bíblico significa idolatría. Israel tan pronto como fue liberado de la esclavitud egipcia, cuando según el pueblo, no sabía que se había hecho de Moisés, el guía humano que los condujo durante la travesía del desierto, porque tardaba en descender de la cumbre del Monte Sinaí en donde se había retirado para recibir instrucciones de Dios y recibir las tablas de la Ley. El pueblo que no tenía ojos para ver la Invisible dijo a Aarón. “levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya sucedido. Y Aarón les dijo: “Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas y los trajeron a Aarón, y él tomó de sus manos y le dio forma con el buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses que te sacaron de la tierra de Egipto” (Éxodo 32:1-4).

La Biblia enseña que el pueblo de Dios tiene que andar por fe, no por vista. En el momento en que la fe desaparece surge la necesidad de hacerse imágenes que pretenden representar a la divinidad. Lo mismo le ha sucedido a la Iglesia. En el momento en que los apóstoles dejaron este mundo, siguiendo el ejemplo de Israel a la muerte de Moisés, el virus de la idolatría se fue introduciendo en ella de manera solapada hasta que el emperador Constantino proclamó el edicto de Milán en el año 313, en que se concedió al cristianismo carta de derecho legal. Este edicto facilitó la entrada masiva en la Iglesia de personas paganas y con ellas se introdujo la diversidad de deidades que se cristianizaron y a las que se les rindió culto. Abominación a los ojos del Señor que ha persistido hasta nuestros días: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté en cima en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy el Señor tu Dios, fuerte celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Éxodo 20: 3-5).

La idolatría se comporta como un virus que se extiende por todo el tejido social. No se limita a hacer estragos en el seno eclesial. Sale de sus entrañas e influye en quienes abiertamente se declaran no cristianos. Por mimetismo hacen actos de reverencia a las imágenes prohibidas por Dios. Sale del ámbito privado para instalarse en el institucional. De ello tenemos ejemplos diversos. Recientemente se ha dado un nuevo caso en el municipio de Sant Vicenç dels Horts que en el pleno municipal celebrado el 24 de noviembre de 2019 se aprobó nombrar <i>alcaldesa perpetua</i> a la Virgen de la Soledad “para conmemorar los 20 años de la cofradía local, la del Cristo de la Soledad y nuestra Señora de la Soledad, y reconocer todas las acciones que ha venido haciendo para <i>engrandecer la semana Santa del municipio</i> (El Nacional, 27/11/2019).

El apóstol Pablo escribiendo a la iglesia de Roma, redacta: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a sabiduría” (Romanos 10.12).

Al referirse el apóstol al celo de Dios de Israel, es muy posible que tuviera en mente su pasado fariseo ultraconservador, que su celo sin sabiduría, lo impulsaba a perseguir a los cristianos para encarcelarlos o matarlos como en el caso de Esteban, el primer mártir de la era cristiana. El apóstol sigue escribiendo algo muy interesante, que de entenderse, conseguiría que el idólatra abandonara la vanidad de la idolatría sin que nadie se lo prohibiese. Si alguien se convierte en hijo de Dios por adopción por la fe en Jesús, con sólo pensar en arrodillarse ante una imagen se le removerían las entrañas. He aquí lo que dice el apóstol: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (v.3). Traducido significa que el idólatra ignora que Dios salva a los pecadores únicamente por la fe en Jesús muerto y resucitado y busca la salvación implorando a cristos, vírgenes, santos. En el momento en que cree en Jesús como el único camino que lleva a Dios, Dios por la sangre derramada de su Hijo en el Gólgota, borra todos sus pecados. El perdón que Dios concede a quienes creen en su Hijo, pulveriza la idolatría almacenada en su corazón. Amanece a una nueva vida llena de esperanza.

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