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​Tierra de milagro y lotería

Vivimos en una España débil y sin pulso, pero creo que podemos ser capaces de despertar de la pesadilla y hacer oír nuestra voz en toda Europa
Francisco Rodríguez
martes, 24 de diciembre de 2019, 08:43 h (CET)

Ayer fue el sorteo de la lotería de Navidad y desde bien temprano comenzaron al unísono todas las cadenas televisivas a mostrarnos a los afortunados que habían conseguido premio, las administraciones que vendieron los décimos, los niños que cantaron los números y los premios y toda la parafernalia que se monta cada 22 de diciembre en el teatro real de Madrid.

Unas cuantas puertas más abajo de mi casa hay una administración que vende lotería y otras apuestas y yo, que nunca juego ni lotería ni cupones, salvo en navidad, quedo sorprendido al comprobar cada mañana la cola que espera la apertura del establecimiento: todos viejos ilusionados con recibir algún premio.

El sorteo de Navidad que muestra el bombo donde se vuelcan bolas de cien mil números y otro bombo, mucho más pequeñito donde se depositan los premios, a simple vista se puede colegir que las posibilidades de obtener un premio realmente importante son bastantes escasas, lo cual no desanima a los jugadores recalcitrantes.

Me ha venido a la memoria unos versos de Don José María Pemán, poeta injustamente ignorado, seguramente por haber sido clasificado como “no de los nuestros” por la izquierda cerril que se cree en posesión de la verdad. Y tiene redaños suficientes para imponérnosla a todos.

Volviendo a los versos que he recordado de su obra “Cuando las Cortes de Cádiz” los vecinos, sin distinción de clases, están levantando las defensas para evitar el asalto de los franceses y un inglés, el marqués de Wellesley acude con un ofrecimiento de ayuda que es rechazada y ante la extrañeza del inglés que ve la plaza desguarnecida, uno de los defensores de Cádiz le pregunta si duda de la capacidad española para repeler la agresión y la respuesta de Wellesley es una maravilla:

“…tiene esta nación

tan extraña condición

y suertes tan extremosas,

que siempre acierta en las cosas

que están fuera de razón.

Suele este pueblo al azar

en lo leve fracasar

y en lo grande ser fecundo.

Sabe descubrir un mundo.

No lo sabe administrar.

Ni la mayor fantasía

profetizar osaría

lo que el porvenir encierra

para esta nación, que es tierra

de milagro y lotería.”

Me gustaría saber que en la situación actual, cuando todo está en peligro y no sabemos lo que nos deparará el futuro, pero no el futuro lejano, sino el cercano, si seguimos confiando en nuestras propias fuerzas para enderezar el desaguisado que puede terminar descuartizando a España.

Necesitamos la llamada del clarín para dejar de lado todas nuestras diferencias y aplicarnos con denuedo y afán a restaurar la unidad de España, aunque la Europa que quizás nos odia, desde que la atravesábamos victoriosos por el camino español hasta Flandes, compruebe que a pesar de esta debilidad pasajera, nuestra voz no se ha apagado ni extinguido y exigirá el castigo de los politicastros que no buscan el bien de España sino el suyo propio.

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No es fácil escribir ni reflexionar sobre abstracciones en días de zozobra y perplejidad. Pero, asimismo, no está de más buscar un cierto distanciamiento de los acontecimientos, para no entrar al trapo de las idas y venidas en la opinión, muy dependientes de valoraciones subjetivas basadas en el desconocimiento o en datos sin contrastar.

En la observación de la Naturaleza detectamos la sencillez entrelazada con la espontaneidad y la complejidad constitutiva sirve de base sustentadora. Tratamos con una adaptación genuina entre los recursos y la vitalidad de los diversos elementos. De resultados tan vistosos como ejemplares para nuestras maneras de ver las cosas.

 
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