Cada martes por la tarde realizo un programa en una emisora de radio en el que procuro presentar la realidad de una Málaga Solidaria llena de instituciones y asociaciones dedicadas a mejorar la vida de nuestros conciudadanos. Esta semana llevé a los componentes de CEAR (Comisión española de ayuda al refugiado) representados por el responsable de dicha institución en Andalucía Oriental y a uno de sus acogidos: Amadú.
Málaga es una ciudad que se ha convertido en la puerta de entrada para aquellos africanos que quieren huir del hambre, la guerra, las luchas tribales, el terror y el desamparo. Esto les hace subir desde los países al sur de Senegal, cruzando Mauritania y el Sahara, hasta las costas marroquíes donde se “buscan la vida” para cruzar el estrecho de cualquier forma.
Este es el caso de Amadú, un chico proveniente de una familia de comerciantes de Guinea Conakry, diplomado en Economía, dominando cuatro idiomas y, como muchos jóvenes de su país, disconforme con un estado que, pese a su condición de república, tiene un gobierno perenne que maneja la constitución y las elecciones a su gusto. Temiendo seguir el camino de muchos jóvenes de su generación, que han perdido la vida, Amadú huyó de su país, se coló en Marruecos y desde allí, en una patera desvencijada junto a otros cincuenta desesperados, cruzó el Mediterráneo, quedando a merced de las condiciones de la mar hasta que fue rescatado por un barco de Salvamento Marítimo.
En Málaga, mientras no tenía otra opción, se incorporó a la ayuda de CEAR y, posteriormente, pudo acceder a los cursos que le ofrecieron y hoy, pasado dos años, lleva varios meses con un contrato de trabajo y un empleo aceptable. Amadú renunció a desplazarse a Francia (cuyo idioma conoce dado que es muy utilizado en su país). Hoy habla español y está enamorado de España y sus gentes, esperando su carta de ciudadano español de pleno derecho.
Amadú es de un país africano enclavado en una zona rica en minerales (bauxita, oro, plata y otros) y el primer productor mundial de cacao. Pero ese territorio que comprende un montón de estados, procedentes de la colonización europea, tales como Togo, Costa de Marfil y Guinea Conakry. Allí están cooperando españoles (entre ellos, la malagueña asociación Más es menos).
Un ejemplo más de actuaciones que contrarrestan las declaraciones de algunos políticos, tertulianos sin criterio y conversadores de café, que se permiten ignorar y, a veces, despreciar a estos hermanos africanos que nos piden ayuda desesperadamente.
La llegada de la Cruz de Lampedusa a nuestra ciudad, creo que ha despertado la atención de muchos cristianos sobre los inmigrantes. Nos hemos dado cuenta de la incapacidad o la desidia de las instituciones oficiales y nos aprestamos a sustituirlas con nuestro apoyo modesto. Muchos hermanos nuestros, como Amedú, requieren nuestra ayuda como voluntarios o económicamente. Nuestras aportaciones a CEAR Málaga (que hoy por hoy atiende a 669 refugiados) y otros centros similares, además de desgravar en Hacienda, hacen más llevadera la estancia de tantos hermanos refugiados, africanos, europeos o americanos, que precisan de nuestra ayuda.
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