Para el diccionario, aplaudir es palmotear en señal de aprobación o entusiasmo. El aplauso es, pues, un acto de aprobación entusiasta. Pero cuando el palmoteo se hace flojo y sin energía no se nota aprobación, desaparece el entusiasmo y el aplauso adquiere aire crítico, como apunta el catedrático de Literatura Iglesias Martín.
Pues bien, en el acto de apertura de la XIV Legislatura, una parte de los miembros del Gobierno, algunos ministros de Unidas Podemos, aplaudieron el discurso con el que el Rey iniciaba la Legislatura con un aplauso flojo, poco entusiasta y acaso crítico con el Jefe del Estado, sus acciones y lo que representa. Aplauso que no es un hecho aislado, sino síntoma, parte y continuación de algo más importante: Un estado de cosas que todos, Gobierno y Oposición también, debemos tener en cuenta porque, además de desairar al rey y cuestionar la Monarquía Parlamentaria que se acordó en la Constitución de 1978, amenaza la estabilidad que disfrutamos.
El portavoz parlamentario de Elkarrekín-Podemos Lánder Martínez ha intentado justificar el acto de un aplauso desganado como un peaje a pagar por la izquierda radical que forma parte del Gobierno de Pedro Sánchez. Puede ser. Pero si lo es, y parece que lo es, el aplauso flojo es parte de un hacer político que tiene muestra y presencia en una buena parte de la geografía nacional: Desde los miembros de la extrema izquierda gallega en occidente (BNG), hasta las formaciones políticas del este (ERC, JxCat y CUP) de izquierda, derecha o extrema izquierda, pasando por las formaciones del norte (PNV y EH Bildu) de derecha e izquierda.
Por eso importa el aplauso flojo. Ya que no es que unos parlamentarios en el acto de apertura de la Legislatura aplaudan al Rey como peaje (la parte de UP que aplaudió al Rey desde el banco azul o en otros escaños), estén quietos y no le aplaudan (PNV y parte de UP), o intenten desairarle montando un mitin, previo a la presencia del Rey, en instalaciones del Congreso de los Diputados (BNG, ERC,JxCat, CUP, EH Bildu) publicando un Manifiesto lleno de proclamas fuera de razón, sin que la Presidencia del Congreso use la autoridad que tiene para impedirlo, y al margen de nuestras normas de convivencia. Ese palmotear con desgana importa, como importa la forma de usar la autoridad de la Presidenta del Congreso. Pero interesa más como parte de una estrategia, parece que común, para cuestionar la realidad y estructuras nacionales, abolir normas, y continuar lo que parece un proceso para deshacer el Estado Autonómico Social, del Bienestar y de Derecho que se ha logrado a lo largo de los años.
Desde esta perspectiva, resulta imprescindible que los Poderes del Estado se apliquen en la tarea de hacer frente a esa estrategia: El Poder Judicial ad ministrando justicia y aplicando normas. El poder Ejecutivo, ahora Gobierno de Coalición, atento a las tácticas adversas y desarrollando el programa de Gobierno al servicio del Estado. Y Las Cortes Generales, como Poder Legislativo, actualizando leyes, sosteniendo al Gobierno y controlando la acción de un Ejecutivo en la que una parte de sus ministros aplauden el discurso del rey al inicio de Legislatura con un sintomático aplauso flojo.
Con el Poder Legislativo funcionando profesional y con el Gobierno de Coalición sometido a control, son las Cortes Generales, como Poder Legislativo, las que deben actualizar las normas que hayan resultado ineficaces. Un ejemplo de ineficacia es el que se revela con el síntoma del aplauso flojo que puede tener su origen en la falta de aceptación de las normas de quienes, desde las bancadas azul y roja, accedieron a la condición de parlamentarios (diputados o senadores) con una fórmula de aceptación de la Constitución en la que el compromiso personal no está absolutamente definido. La Resolución de la Presidencia del Congreso de los Diputados, de 30 de noviembre de 1989, sobre la forma en que se ha de prestar juramento o promesa de acatamiento a la Constitución previsto en los artículos 4 y 20 del Reglamento de la Cámara, establece la pregunta “¿Juráis o prometéis acatar la Constitución?”, a la que se ha de contestar afirmativamente para adquirir la condición del parlamentario.
Pero, con el consentimiento de la Presidencia del Congreso, las fórmulas de prestar juramento y acatar la Constitución de algunos parlamentarios actuales han sido especiales y resultan ineficaces para impedir transgresiones constitucionales. Como ejemplos: El rechazo al Rey o a parte del ordenamiento en el caso de los diputados de los grupos parlamentarios que hicieron un manifiesto antes del discurso del rey al margen del contenido de la Constitución. Y el no acatamiento del texto constitucional total e íntegro de algunos ministros, aunque ofrezcan un aplauso flojo al rey.
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