Te recuerdo cuando ibas oliendo la regla de cada mujer, en busca de una oportunidad. Decían que te parecías a Jim Carrey y yo todavía me río, recordando esa historia.
Hemos pasado las suficientes anécdotas juntos, las buenas, como para aprender cómo aprender como hicimos, quién eres tú y quién soy yo.
David, me alegro tanto… tanto, de tu situación actual. Disculpa que no haya ido a verte al lugar donde, por mi forma de pensar, no he sido invitado formalmente aún. Cuando se te ocurra, porque eso de autoinvitarme no va conmigo, iré encantado.
Te cuento, ojo lo primero de todo, que hay una oferta nueva en el Taco Bell.
Sé que no te gusta la comida mexicana, así que cuando quedemos como propusiste el próximo día estoy abierto a cualquier opción, en la que invites tú. Quizás porque es tu cumpleaños, quizás porque la última vez pagué yo… quizás porque, mi memoria me debe confundir, siempre invitaba yo.
David, hoy me habría venido bien un amigo. Primero porque han eliminado al Barça y sé que a ti te da absolutamente igual, pero a mí no. Un rato antes me habrías visto disfrutar también de la derrota del Madrid, pero como te decía… el fútbol, al final, solo es fútbol.
Lo importante es todo lo demás. Tú apenas formas parte de mi vida, pero lo fuiste en el pasado y de forma muy importante. No sabes cuánto me alegro de lo bien que sé que te va.
¿Recuerdas cuando íbamos al Tubo con un 3x1? Ahora tengo a mi lado a una chica de 22 años, que perfectamente podría ser nuestra hija.
Mi novia se enfada. Quizás he demostrado demasiada alegría, porque la chica nueva es, en pocas palabras, una de las mejores compañeras de trabajo con las que me he encontrado nunca.
David, te voy a llamar mañana y casi con toda probabilidad aún sabiendo que yo me iba a acordar de tu cumpleaños, tengas otra cosa que hacer. Y lo entiendo. Pero entiende tú también que la amistad, tan buena como la tuvimos siempre, se tiene que cultivar.
Y tú nunca la has cultivado.
Un saludo, y felicidades.
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