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Recorrer el camino

“Vivir sus deseos, agotarlos en la vida, es el destino de toda existencia”, Henry Miller, novelista estadounidense
César Valdeolmillos
lunes, 17 de marzo de 2014, 07:56 h (CET)
Cada día, la actualidad nos brinda innumerables temas que comentar, la mayoría de ellos, fétidos, infectos y nauseabundos. En el fondo y en la forma, todos ellos son obscenos exponentes de la mezquindad humana y de la corrupción política que durante más de treinta años ha venido minando el sistema de convivencia español.

Pero de entre toda la pestilencia que emana del ambiente impuro de las ambiciones, la torpeza, el sectarismo, los delitos y calamidades de nuestro sistema político, me llamó la atención un suceso, que en medio de tanta miseria, ponía de relieve la dignidad, la fuerza y la voluntad del ser humano, al igual que una gota de rocío impregna de frescura a la mañana.

Iraila, era una niña valenciana de once años que participaba en el concurso, «La Voz Kids».

La gran ilusión de Iraila, era llegar a ser artista y con solo 11 años y un cáncer que desde hacía cuatro, la devoraba en su interior, sacó de sí misma la fuerza suficiente para conmover a España el pasado 6 de febrero cuando enmudeció mientras cantaba. Fue uno de los momentos más emocionantes del programa. Con ella contuvo el aliento toda España mientras los miembros del jurado subían de inmediato al escenario para consolarla, para decirle que estuviera «tranquila»; David Bisbal, muy cariñoso, bromeaba con sus «ricitos»; «Tú respira, mi amor», le decía Rosario. Finalmente conseguían que se tranquilizara y que volviera a coger el micro.

Iraila no sólo consiguió sacar fuerzas para retomar la actuación sino que cantó a la perfección, emocionando y haciendo llorar a los tres miembros del jurado. Los padres de la niña asistían a la actuación sin poder reprimir las lágrimas.

Aquel quedarse sin voz, parece que fue una premonición, un anuncio, un anticipo de lo que no tardaría en llegar.

Fue muy hermoso sentir en lo más profundo la voluntad de un espíritu que se alejaba para volar tan alto como las águilas. Iraila había cantado como los ángeles y por eso los ángeles se la llevaron.

Iraila puso sobrepuso el valor y el coraje donde aparentemente solo había dolor la tristeza; puso vida donde solo había quebranto; aurora donde otros vieron atardecer; energía y corazón, donde otros solo han visto la oscuridad del crepúsculo.

Iraila cumplió con su deber diciéndole sí a la vida, porque tan importante es, que sin ella no hay opción a la otra. Vivir no es respirar, no es ganar dinero, no es engendrar, no es ser dichoso o desventurado; no es alcanzar una meta, porque traspasar la línea final de llegada es morir.

Vivir es recorrer el camino, amar y sufrir, caer y levantarse, es apurar la inexplicable dádiva de un todo absoluto. Y eso es lo que hizo Iraila. No le puso metas a la vida y remontó el vuelo viviendo con toda la intensidad de un ser único e irrepetible.

Vivir es desear vivir y luchar, y desde las entrañas sacar fuerza y valor para hacer frente al oleaje y las marejadas del aquí y ahora.

Vivir es nuestra primera, principal y única obligación desde el mismo momento de la concepción. No cabe discusión posible. Vivir es toda una epopeya, una heroicidad… una proeza, porque para vivir hace falta más valor que para morir. Por eso es necesario, imprescindible mantener el timón en el rumbo de la ilusión y de los sueños. Hay que vivir nuestros sueños y soñar que vivimos enardecidamente. Hay que vivir a pesar y a costa de todo. A veces… incluso a costa de la propia vida.

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