En ‘El invitado amargo’ Vicente Molina Foix y Luís Cremades escriben conjuntamente la historia de su relación sentimental, treinta años más tarde de que ésta finalizara, de forma alterna en capítulos sucesivos de los que nada sabía cada uno de ellos hasta después de escribirlo su oponente, mostrando así las dos visiones diferentes de la relación que los unió y del papel que cada uno de ellos tuvo en la misma, interrogándose mutuamente, pero sobre todo cada uno de ellos se interroga a sí mismo sobre sus propios sentimientos y los del otro, sobre los hechos que derivaron de ellos y su más profunda significación.
Esta forma de contar una historia vivida a dúo, no es sólo una confesión a dos voces del tiempo en el que estuvieron unidos y lo que significó para cada uno de ellos, sino también el análisis desde la distancia, pero no desde el olvido, del amor entre dos hombres y de lo que ese mismo sentimiento esconde pero también muestra de la verdad de cada uno de ellos.
Vicente y Luís se conocieron cuando el primero tenía 35 años y el segundo acababa de comenzar la veintena, al principio de la década de los ochenta, en una España que empezaba débilmente a consolidar la democracia, aún con el siniestro 23-F como telón de fondo. Esta realidad política y social apenas se vislumbra en ‘El invitado amargo’, pues sólo sirve como referente espacio-temporal, pero que no tiene protagonismo alguno en esta historia. La diferencia de edad entre ambos sí que parece ser detonante de la tensión vivida, porque para Vicente es una etapa vital de consolidación, pero para el más joven Luís es la etapa de iniciación para empezar a sentir que el propio "yo" tienen una identidad real en contraposición con el "otro". Es decir, dos etapas cruciales, una de estar ya en el camino de la madurez y la toma de decisiones importantes y, la otra, la etapa que otorga la sensación de empezar a sentirse ya en pleno inicio de la carrera vital con todo el impulso, el apasionamiento y las ganas de beberse el mundo en un sólo trago. Todo ello envuelto en el amor a la literatura y en el deseo de crearse por separado un nombre dentro del mundo literario y de su escurridizo territorio, lo que deviene en una especie de esgrima verbal continua, de reto intelectual que se mantiene a lo largo de toda su historia en común.
El relato alumbra zonas comunes en sombra como son la convivencia, las tensiones lógicas que ello conlleva y la lucha para mantener la vida en pareja pero sin perder la propia e irrenunciable autonomía personal; además de el conflicto de intereses y ambiciones literarias respectivas; las carencias emocionales y físicas en las que el sexo juega un papel predominante, el sufrimiento que proporciona la dialéctica amor-insatisfacción, las fronteras que separan la lealtad y la fidelidad y, por último, el dolor y la rabia que se manifiesta cuando se produce la separación de los dos amantes, de la que permanece en la oscuridad cuáles fueron sus verdaderos motivos, quizás por el desgaste de toda relación, de toda convivencia, aunque ambos personajes se sienten igualmente dolidos con el otro, pero no por el mismo motivo ni con la misma intensidad y amargura.
Esa amargura y el desencanto que conlleva parece crear nubarrones negros sobre un futuro de ambos que parece sombrío por la forma en que ambos reacciona ante lo inevitable: el fin de un amor que duele a los dos, pero ante cuyo final cada uno reacciona de diferente forma. Vicente lo hace desde el rencor rabioso y la venganza que de ello deviene, en un intento de aniquilación despechada del recuerdo y la memoria del otro, porque con ello se intenta destruir esa parte íntima que duele. Luis opta por la desaparición en el sentido metafórico, alejándose de todo aquello que le recordara el pasado vivido con Vicente y del mundo que este como escritor frecuenta.
Esta novela es el análisis sincero, profundo y doloroso de una relación amorosa en la que ambos intentan hurgar, aunque duela, en las claves de una relación tocada a su fin, desde la claridad, la negación del autoengaño, y la necesidad de encontrar la verdad, esa que se esconde aunque se percibe débilmente, porque parece estar encerrada, constreñida en el continuo fluir de palabras que dicen, explican, reflexionan, preguntan y responden al sin fin de incógnitas que representa toda relación amorosa desde el deseo de encontrar la verdad, la luz que ilumine el escenario en el que, un día, fueron protagonistas, y en esa misma búsqueda radica el valor de esta obra a dúo. En ese intento de verdad y sinceridad absoluta, aunque no encuentren la respuesta definitiva, están perfilando con nitidez la pasión amorosa que un día los unió y aclarando las oscuridades que los envolvió, ya que todo camino hacia la verdad es la más genuina expresión de la misma y la más diáfana en la que ésta se muestra en todo su esplendor.
Una obra, pues, valiente, lúcida y sincera, que dibuja el territorio desolado de la pasión amorosa a través de una veintena de cartas que son como el mapa en el que se dibuja a contraluz la personalidad de los amantes y su peculiar forma de amar y también de odiar cuando el amor es sólo ya memoria.
Dijo en cierta ocasión Albert Camus que «la tragedia de la vejez no es que seamos viejos, sino que seamos jóvenes. Dentro de este cuerpo envejecido hay un corazón curioso, hambriento, lleno de deseo como en la juventud». Quizá, esta frase del escritor, de origen argelino, sea una estupenda expresión para vislumbrar el enfoque de la novela de Domenico Starnone, El viejo en el mar.
«El ecologismo seguirá siendo una estafa mientras no integre el veganismo en su discurso contra el calentamiento global». Este fue el mensaje medular que trasladaron al público asistente a la presentación del libro de Ángel Padilla “Los hijos de Romeo y Julieta” los actores en el evento, la cantante vegana Verito Monetta, la bailaora vegana Sandra “La Madueño”, la portavoz en Valencia del colectivo “Rebeldes indignadas” Rosa Más González y el propio Ángel Padilla.