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El adulterado mundo de la Reserva Federal

Examinemos las repercusiones reales si la Reserva alcanza su objetivo anunciado de dos enteros porcentuales de inflación por ejercicio
Mark W. Hendrickson
martes, 29 de abril de 2014, 07:06 h (CET)
Según la portada del Wall Street Journal el 10 de abril: “Funcionarios de la Reserva habrían expresado inquietud por la persistencia de la inflación baja en encuentro legislativo el mes pasado, según preparativos”. Sé que la Reserva viene esperando, deseando y trabajando mucho tiempo ya para elevar la inflación, pero soy simplemente incapaz de hacerme a la idea de que un banco central quiera inflación. Supongo que se debe a que siempre pensé que el objetivo de los bancos centrales era defender la solvencia de sus divisas nacionales, no depreciarlas. Qué ingenuo y anticuado por mi parte.

La Reserva está intentando proteger sus posiciones pro-inflacionarias afirmando que una mayor inflación va a impulsar el crecimiento económico — como si el crecimiento real se lograra imprimiendo más divisa. Ojalá la riqueza pudiera crearse tan fácilmente. No sé si el que los gestores del banco central desposen una teoría tan descuidada debería hacernos reír o llorar.

Examinemos las repercusiones reales si la Reserva alcanza su objetivo anunciado de dos enteros porcentuales de inflación por ejercicio. A lo mejor esto me supera, pero recuerdo tiempos en los que un crecimiento de la inflación a un ritmo del dos por ciento era motivo de preocupación. (Observe: utilizo "inflación" en el mismo sentido que utiliza ahora la palabra la Reserva — como medida de la subida de los precios, también a la inversa, medida de la pérdida de poder adquisitivo de la divisa — no en el sentido económico técnico de ritmo de incremento de la oferta monetaria).

Si la Divisa de la Reserva Federal (sucedáneo del dólar que sirve hoy de divisa nacional [mal]) se deprecia a un ritmo del dos por ciento, en sólo 20 años habrá perdido la tercera parte de su poder adquisitivo. Creerá usted que si al Presidente Obama le interesara realmente la clase media tanto como dice, protestaría ante la erosión del poder adquisitivo del verde por parte de la Reserva. Que las despreciadas rentas altas pierdan la tercera parte del poder adquisitivo de sus millones será una molestia, pero que la clase media (y no hablemos de los pobres) sufra una erosión así del poder adquisitivo puede ser la catástrofe de su nivel de vida. Por supuesto, ciertas personas de clase media podrán elevar su productividad y pagar a un ritmo superior al de la inflación, y puede que hasta obtener un beneficio financiero invirtiendo en activos que salgan adelante en períodos de depreciación monetaria, pero eso acarrea polémicas de injusticia, puesto que algunos entre la clase media se beneficiarán mientras otros salen perjudicados.

Que la Reserva luche por alcanzar un ritmo del dos por ciento de inflación manteniendo los tipos de interés en mínimos históricos, con tipos a corto plazo muy por debajo del dos por ciento, equivale a castigar el ahorro, desincentivando así la formación del capital que mejora la productividad del trabajador. Combinar la inflación artificial de la Reserva con la política de tipos a cero (ZIRP) de la Reserva creará títulos adulterados, promocionados en el ficticio mundo adulterado como "de pérdida garantizada” — uno de los objetivos de ese alambicado mundo de valores invertidos.

¿Quién saca tajada cuando la Reserva deprecia nuestra divisa? Nuestros acreedores, por supuesto, puesto que pueden extinguir sus préstamos en divisa de poder adquisitivo depreciado. ¿Y quién es el mayor acreedor y por tanto mayor beneficiario? El gobierno federal – el mayor moroso de la historia. Si la Reserva logra alcanzar su objetivo (un enorme supuesto, porque los mercados pueden desbordar a la Reserva con presiones deflacionarias o la Reserva puede cometer un error de cálculo y provocar una depreciación inflacionaria más rápida que su objetivo) entonces un poder adquisitivo equivalente a la tercera parte de los casi 18 billones de deuda del Tío Sam no volverán a las arcas públicas. En resumen, la Reserva habrá cometido fraude por un valor de 6 billones de dólares.

La depreciación de la divisa es uno de los trucos más viejos del Estado. John Maynard Keynes defendía de forma cínica la depreciación de la divisa como forma políticamente aceptable de erosionar el poder adquisitivo de los salarios de los liberados sindicales. De hecho, la intencionalidad de Keynes goza de buena salud en la Reserva Federal hoy. La parte mala es que la mayoría de la gente califica de útil, normal incluso, lo que está haciendo la Reserva. Bienvenidos al mundo adulterado.

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