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Etiquetas | Europeas | Política

Candidatos sin título

PSOE e Izquierda Unida se lucen con sus cabezas de lista
Carlos Salas González
jueves, 22 de mayo de 2014, 05:20 h (CET)
Elena Valenciano encabeza la candidatura del PSOE al Parlamento Europeo. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Complutense, pero no acabó ninguna de las dos carreras. Parece ser que en una entrevista llegó a decir que no las concluyó porque le aburría estudiar y lo que realmente le importaba era estar cada vez más comprometida en política. Desde luego, nadie puede dudar de tal compromiso porque jamás ha hecho otra cosa que estar en política. Comenzó como telefonista en la sede nacional del PSOE y ha terminado -de momento, igual su meritoria carrera aún le depara mayores éxitos- como número dos del partido y cabeza de lista en las elecciones europeas. Pero no pasemos por alto su principal virtud: ser una feminista de los pies a la cabeza. Eso sí, algo olvidadiza en ocasiones, como en lo que respecta a su compañero de filas Jesús Eguiguren, quien ocupa la presidencia del partido en el País Vasco pese a ser condenado a prisión por un juzgado de San Sebastián en los noventa a causa de una paliza que infligió a su entonces esposa.

Willy Meyer encabeza la candidatura de Izquierda Unida al Parlamento Europeo. Tampoco tiene titulación universitaria alguna. Pero es un hombre de partido, por supuesto. Desde que comenzase su andadura política como concejal en Sanlúcar de Barrameda, siempre ha ocupado algún puesto de responsabilidad institucional, ya fuese en la Junta de Andalucía, en el Congreso de los Diputados o en el Parlamento de Bruselas. Tampoco se le conoce trabajo fuera del ámbito político. Eso sí, como bien demostró en el último debate electoral emitido por TVE, podría presumir de merecer todo un doctorado en la defensa y justificación de regímenes tan democráticos y pacifistas como lo son el de los Castro en Cuba o el de Putin en Rusia.

Es cierto que para ocupar un cargo público no es necesario tener ningún título universitario. Pero también lo es que en un país donde cientos de miles de licenciados están en el paro y otros tantos desempeñan trabajos muy por debajo de su cualificación, el hecho de que estos partidos lleven como principales candidatos a personas que no tienen titulación universitaria ni oficio conocido más allá de la política puede resultar, como mínimo, indignante.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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