Merece la pena volver a leer la novela de Cervantes, Rinconete y Cortadillo, para entender mejor lo que está pasando hoy. Los clásicos iluminan siempre, y en ella, en la novela picaresca, se ve cómo los protagonistas son capaces de arramplar con todo en su propio beneficio; como se abrazan cuando perciben que su camino juntos es mejor que ir por separado, “avispando en qué casas se puede dar tiento”.
La picaresca es un producto genuinamente español. No existe en casi ninguna otra cultura ese elogio desmedido que se da en este tipo de novelas hacia buscar los límites de lo tolerable para saciar el ansia de los protagonistas, sin que nunca les parezca que están haciendo algo malo, sino que se divierten con ello e invitan a los lectores también a pasarlo bien, riendo sus aventuras.
En ese marco se entiende mejor el jolgorio y el apoyo de la ciudadanía ante hechos actuales bastante reprobables, pero que resultan divertidos por su osadía, por su ruptura de las normas, como si invitaran a todos a ser pícaros como mejor forma de vida.
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