(85-81) Argentina sofoca la rebelión filipina

Gran duelo de hinchadas

Y sobre la grada, dos de las mejores aficiones del mundo, animando sin parar cada una con su particular estilo desde el salto inicial, en un pabellón casi lleno. El duelo de hinchadas y la gran animosidad sobre la cancha de los jugadores filipinos se tradujo en un primer cuarto impresionante.

Herrmann y Campazzo, no obstante, mantenían vivos a los de Julio César Lamas; aunque la inspiración puntual de De Ocampo volvió a llevar los diez puntos de ventaja a favor de Filipinas (22-32, min 13). Y Fajardo, con dos canastas, compensaba en la zona argentina la notable labor que, un día más, estaba haciendo Scola en la canasta contraria. 

Fue en ese justo momento, con 28-36, cuando Argentina apretó un poco el acelerador y Filipinas sufrió un "apagón", que se tradujo en un parcial de 15-2 durante los minutos previos al descanso, con cinco puntos de Prigioni, cuatro de Scola y dos de los cinco triples de Mata, en un gran partido del ex del Baloncesto Sevilla. El segundo de ellos, sobre la bocina y después de tocar aro y tablero, puso el 43-38 en el intermedio, y provocó de paso que San Pablo pareciera más que nunca el Luna Park de Buenos Aires. 

Filipinas se quedó bien cerca

La resistencia filipina pareció que se terminaba cuando, en el tercer cuarto, la aparición del base Nicolás Laprovittola y las acciones de Scola -máximo anotador del partido con 19 puntos- pusieron a Argentina con un 68-53 (min 28) casi imposible de remontar. 

Pero esta Filipinas no conoce el significado de la palabra "desánimo". La aparición del veterano base Alapag, con cinco triples, y el acierto exterior de De Ocampo volvieron a encender el fuego de la emoción, por mucho que Laprovittola y Mata se empeñaban en apagarlo, con sus canastas. 

Con el quinto triple de Apalag, Filipinas se colocaba tan sólo a uno de Argentina (82-81), cuando restaban 2:02 por jugarse; y los asiáticos tuvieron una posesión a 24 segundos de la conclusión, estando tan sólo dos abajo. Fue entonces, durente el tiempo muerto pedido por el seleccionador filipino parapreparar la jugada, cuando el duelo de aficiones llegó a su máximo esplendor, con albicelestes y asiáticos apoyando al unísono. 

Por desgracia para Filipinas, William no sólo no acertó con el tiro sino que ni tan siquiera llegó a realizarlo, cometiendo dobles fruto también de la excelente defensa de Prigioni. Nocioni, desde la línea de personal, sentenció un partido que, como ocurriera con el Senegal-Croacia, ha estado a punto de pasar a los anales de la historia del baloncesto por todos y cada uno de sus numerosísimos alicientes.