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Fruta podrida

La idea de señalar al PP como un enemigo del pueblo no es un invento del Gobierno actual. Ya la instrumentalizó el PSOE en 1996
César Valdeolmillos
martes, 4 de febrero de 2025, 10:15 h (CET)

"Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que manifiestan su neutralidad en tiempos de crisis moral", Dante Alighieri.


Con una inmensa dosis de ingenuidad, yo diría que incluso de candor, decía una ancianita que: "¡Hay que ver con el PP! Votar que 'No' a la subida de las pensiones". Por supuesto, ella no sabía argumentar la razón de tal decisión. Solo sabía que el PP había votado que 'No' a la subida de las pensiones.


Eso es lo que queda. La simplificación de una retórica manipulada, retorcida, inducida, destinada a perpetuar la etiqueta de que el PP es muy malo, y por eso hay que eliminarlo de la escena política.

La idea de señalar al PP como un enemigo del pueblo, no es un invento del Gobierno actual. Ya la instrumentalizó el PSOE en 1996 con la campaña del doberman y en 2003 con la firma del Pacto del Tinell.


Es un hecho, que desde que José María Aznar dejó el poder, la iniciativa política la ha liderado el PSOE, mientras que el PP ha ido siempre a remolque, a la defensiva y con tibieza. Con miedo a hacer un rasguño, cuando previamente habían intentado reventarle el hígado.


La imagen del bolso de Soraya Sáenz de Santamaría sobre el escaño de Rajoy sigue siendo el símbolo de un púgil noqueado, desplomado sobre la lona, incapaz de incorporarse. Desde entonces el PP sigue grogui, tambaleándose en el cuadrilátero político, sin capacidad de reacción, y sin reflejos para esquivar los golpes que, una y otra vez, le asesta su adversario, quien electoralmente continúa sin mostrar el menor signo de desgaste.


Mientras tanto, el presidente del Gobierno sigue imperturbable la hoja de ruta que se marcó desde el primer momento: adueñarse de la estructura del Estado para no encontrar nada ni a nadie que pueda obstaculizar su pretensión de perpetuarse en el poder.


Con ser esto muy preocupante, lo peor no son aquellos que le acompañan en su viaje, ni los que le allanan el camino. Lo que mayor alarma e inquietud produce es ver al otro púgil sonado, tratando de zafarse como puede de la lluvia de golpes, que haga lo que haga, le propina el contrario, mientras el público, que es el que pone la bolsa y paga la velada, contempla atónito el espectáculo.


La sociedad española parece estar sumida en un profundo letargo. es la consecuencia de 40 años de una abjuración inducida políticamente por los partidos españoles de izquierda y nacionalistas, y de leyes educativas elaboradas por personas, que para evitar pronunciar el nombre del país en el que habían nacido y estaban gobernando, decían: “…este país”.


Este suicidio identitario, también es la consecuencia de que un PP acomplejado, se haya limitado a hacer sus reformas de forma timorata, asumiendo en las mismas muchas de las tesis previamente impuestas por la izquierda, mientras el PSOE ha hecho sus reformas más drásticas, sin complejos, apenas tomado el poder.


Siendo consecuente con su intención de cambiar el modelo de sociedad español, allá donde la izquierda haya ejercido el poder, siempre ha intentado tener bajo su control y dominio, la economía, el urbanismo, la educación y la cultura. Los cuatro pilares en los que se asienta el modelo social de un país.


El PP no termina de aprender que para atrapar a un lobo, hay que aullar mejor que él. De ahí que no sean pocos los que piensan que, salvo la comunidad de Madrid, no sabe, no quiere o no se atreve a hacer oposición al Gobierno.


Un partido político que aspira a gobernar y se limita a gestionar la economía, sin proponer un modelo social claro ni fortalecer el conocimiento de la historia y la identidad colectiva, corre el riesgo de convertirse en una simple administración tecnocrática, carente de arraigo y dirección ideológica.


La incomparecencia del PP no solo le ha hecho perder la batalla ideológica, sino que ha dejado a la izquierda el camino libre para que construya un relato hegemónico que termine desplazándolo del poder. La política no es solo administración: es también cultura, historia y sentido de pertenencia. Solo se defiende lo que se ama, y solo se ama lo que se conoce.


El amor y la identificación de una sociedad con su país, sus símbolos, su historia y sus tradiciones nacen de la enseñanza de su historia y valores desde una edad temprana. Esto es lo que da a un pueblo su sentido de pertenencia y orgullo.


España no solo ha sido objeto de un constante ataque a sus orígenes, a su esencia y a su más que gloriosa historia por parte de las izquierdas, quienes, anteponiendo sus intereses ideológicos, han buscado erosionar nuestra realidad histórica en aras de su propio sentido de pertenencia. Lo que resulta aún más grave, sin embargo, es la inhibición de aquellos que se suponía que estaban llamados a defender sus raíces.


La rendición ideológica del PP le impide adoptar una posición sólida frente a sus rivales. En lugar de actuar, confía en que el desgaste del gobierno provocará un rechazo social tan grande que llevará al país a la ingobernabilidad, lo que finalmente le permitiría asumir el poder.


Con lo que el PP no parece contar es que, cuando la fruta madura caiga del árbol —si es que algún día llega a caer— estará picoteada por los pájaros y posiblemente podrida. Malo será que para entonces, al igual que don Luis Mejía en el Tenorio, no tengamos que exclamar:


“…más con lo que habéis osado,

imposible la habéis dejado

para vos y para mí”.

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