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Sahara Occidental cada vez más lejos de la Independencia

Cada vez más países retiran su reconocimiento a la “República Árabe Saharaui Democrática” por considerarla inviable
Luis Agüero Wagner
miércoles, 29 de octubre de 2014, 08:09 h (CET)
Dijo un pensador que saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, por ello los que sólo escuchan su propia cantinela tienen pocas posibilidades de encontrar compañía. Es lo que sucede actualmente con los desfasados exponentes de la “causa saharaui” en el Sahara Occidental.

La propaganda del Frente Polisario pretende instalar al respecto que el Reino de Marruecos es un país aislado, con un régimen político infame, poco menos que un paria de la comunidad internacional. Paralelamente, se presentan a sí mismos como un dechado de virtudes que derrocha popularidad.

La verdad es muy distinta. La absoluta mayoría de los países serios e importantes del mundo jamás han reconocido a la RASD. En Sudamérica, nunca lo han hecho los países de mayor peso internacional, Chile, Argentina ni Brasil. Perú congeló sus relaciones con la misma el 9 de Septiembre de 1996. Paraguay suspendió sus relaciones con la RASD el 3 de enero del presente año.

Panamá, que había sido el primer país de América en alojar una embajada de la RASD, ha suspendido sus relaciones con la misma el 20 de noviembre de 2013. El único país americano de peso internacional que mantiene relaciones con la RASD, Venezuela, es un entusiasta importador del fosfato del Sahara, cuyo comercio los “saharauis” intentan infructuosamente bloquear.

Entre los países miembros de la ONU, unos 113 jamás reconocieron a la RASD. Han retirado, suspendido o congelado el reconocimiento otros 46 países, y apenas unos 34 la reconocen.

También han congelado relaciones o retirado el reconocimiento a la RASD países como Afganistán, Albania, Barbados, Benín, Burkina Faso, Burundi, Camboya, Colombia, Costa Rica, Dominica, Granada, Guinea Bissau, Haiti, India, Kiribati, Madagascar –el primer país que la había reconocido- Mauricio, Nauru, Papúa Nueva Guinea, República Dominicana, Islas Salomon, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Santo Tomé y Príncipe, Seychelles, Suazilandia, Togo, o Tuvalu.

Entre los pocos países que quedan para reconocer a la RASD, demás está decirlo, no existe uno solo que posea predicamente en materia de relaciones internacionales o esté libre de aislamientos o conflictos.

A pesar de ello, los líderes de la “RASD” falsean datos y emiten permanentes consignas que de manera autista, sólo las publica su propia agencia informativa. Detrás de este escenario, aparecen las ONG y su profuso despliegue periodístico militante, que como en muchos conflictos a lo largo y ancho del mundo, se encargan de echar leña al fuego para soliviantar los ànimos y perpetuar una tragedia de fácil finiquito. Es bien sabido que en la acción humanitaria hay mucho fraude. Lo que hay detrás de la enorme proliferación de ONG es un gigantescto negocio, que no puede subsistir sin conflictos prolongados.

Estos usurpadores de la representatividad popular instalados en las llamadas ONG, son personajes que se eligen como miembros a sí mismos y, a pesar de contar con tan débil respaldo popular, reclaman la totalidad de la representación social y por ende, funciones, derechos y privilegios que corresponden a entidades legítimas.

Asì un abigarrado conglomerado de estos personajes reclaman la representación del pueblo español a través de minúsculos grupos y asociaciones que usualmente superan en número a la suma de sus miembros, y que dicen expresar solidaridad con el pueblo “saharaui”. Curiosamente, el líder “saharaui” instrumentado para tantos desmanes por Argelia, no es oriundo del Sahara y tiene a toda su familia viviendo en Marruecos sin sufrir represalia alguna.

Anécdotas aparte, quien algo conoce la historia africana sabe que Mauritania, el actual estado que toma la denominación de la antigua provincia el imperio romano en el Magreb, es una invención colonial, y que sus vastos desiertos estuvieron bajo la influencia de Marruecos por siglos. Dado que los límites reales del territorio de Marruecos alcanzaban el río Senegal, de ello se desprende que las tierras más del norte del Sahara eran también marroquíes.

Hacia 1700, fue el sultán marroquí Moulay lsmail quien designó a los gobernadores de Touat y Teghaza, y al emir de Trarza quien era uno de sus vasallos. Hacia finales del siglo XVIII la investidura de este emir seguía bajo la responsabilidad del sultán marroquí.

Las potencias coloniales aprovecharon la realidad que en el siglo XIX Marruecos había ingresado en un período de decadencia, y el poder de sus monarcas se encontraba debilitado. Francia sacó ventaja de esta situación; tomó parte del Sahara marroquí y lo anexó a Argelia. En los comienzos del siglo XX, esta tendencia se intensificó y España capturó todo el sur de Marruecos, desde Tarfaya en el norte hasta el territorio francés de Mauritania en el sur.

En realidad, es absurdo que los límites coloniales impuestos al desierto del Sahara ayer, por los conquistadores y esclavistas europeos, tengan que ser hoy respetados por países independientes como pretenden las raíces intelectuales de los argumentos “saharauis”. Si esto fuera lo razonable, en Sudamérica no deberían existir países como Paraguay, Uruguay o Bolivia, que deberían anexarse a la Argentina, pues todos ellos integraban el Virreinato del Rìo de la Plata en tiempos que eran dominios de España.

En fin, los argumentos para crear una estado fallido en el Sahara Occidental son tan absurdos como la lucha por la independencia de un territorio al que no pueden ingresar extranjeros si no son autorizados por el gobierno argelino, como hoy sucede en tierras “saharauis”.

Definitivamente, analizando la pura realidad de este escenario, no cabe duda que el Sahara Occidental está cada vez más lejos de la independencia.

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