En pocas ocasiones de nuestra vida nos encontramos ante una auténtica encrucijada sin ningún tipo de señalización.
Ahora estamos ante una de ellas. Ya pasamos por la elección de estudios, el empleo, la boda, la creación de una familia, los reveses económicos, laborales y personales de todo tipo y, los que tenemos nuestros años, la jubilación y la pérdida de algunos seres queridos.
Inopinadamente, dentro de un año bisiesto, con todas las perspectivas de una primavera llena de flores, procesiones y renovación de nuestras vidas, cansadas por el invierno, nos encontramos con la encrucijada global más importante de nuestra generación. La maldita pandemia. Primero nos reímos, después nos burlamos, nos enteramos, nos preocupamos, nos “acongojamos” y finalmente llegamos a “cagarnos” literalmente.
El proceso seguido por las instituciones ha sido similar, casi siempre han ido a remolque de las circunstancias, han intentado encontrar atajos en la “encrucijada” pero, finalmente han tenido que tomar una opción por el único camino que nos conducirá a la luz que aparece al final del túnel. Como decía Churchill: sangre, sudor y lágrimas.
Mi buena noticia de hoy me la proporciona el pueblo español. No se puede hacer mejor el recorrido estimado como el camino correcto. La maldita pandemia ha sacado de su abulia y cobardía al común de los españoles. Hemos descubierto que nos queremos y nos aceptamos como somos. Que somos más solidarios de lo que parecemos. Que queremos y nos preocupamos por nuestras familias. Que podemos olvidar rencillas y rencores. Que somos mejores vecinos que lo que aparentábamos anteriormente. Que salvo deshonrosas excepciones, somos formidables.
No sé qué pasará cuando todo esto acabe. Espero con ilusión que lo que estamos sufriendo nos sirva de ejemplo para compartir un mundo mejor en el futuro. Seguiremos cantando a la vida, nos sonreiremos unos a otros, conservaremos ese sentido del humor que ha llenado de “memes” las redes y nos han animado en los malos momentos. Seguiremos queriendo y respetando a los médicos, a las fuerzas de orden público, a los trabajadores de todo tipo, a los pobres, a los vagabundos, a los emigrantes y aquellos que miramos desde arriba o desde la prepotencia.
De momento soy testigo de cómo los españoles somos una buena noticia para todo el mundo y para nosotros mismos.
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