La pragmática en el campo de la filosofía es una teoría filosófica en la que la verdad depende de la consideración de sus efectos prácticos. Y no es cierto, por ejemplo, que la verdad de una doctrina moral esté en función de la práctica existente cotidianamente. Además, las consecuencias prácticas de los actos son muy variables y son relativas en muchos casos.
En el ámbito del lenguaje la pragmática estudia la relación a través del lenguaje entre los hablantes y las circunstancias que concurren en la comunicación hablada.
Indudablemente, como indica Bustos «Gran parte de la conducta lingüística de un hablante está constituida por actos verbales tendentes a la modificación de las creencias o conducta de la audiencia (las proferencias protrépticas de H. P. Grice)». Los contextos comunicativos pueden ser muy diversos y dependen de las creencias de los hablantes y oyentes y del contexto de las situaciones de habla.
La coherencia de la interacción verbal se ajusta a los momentos específicos de producción del habla y del contexto y es algo determinable de una manera más o menos precisa y, en todo caso, está sujeta a determinadas interpretaciones valorativas y éticas.
En este sentido, los factores sociales suelen ser los que juzgan como aceptables las proferencias lingüísticas, pero existe otro criterio superior que es la capacidad de raciocinio y de argumentación, ya que las personas somos seres racionales y no debemos o no podemos basarnos en planteamientos irracionales e incoherentes aunque tengan algún tipo de justificación social errónea.
La verdad y la racionalidad del habla no están sujetas a las decisiones de la mayoría social. Ciertamente, el que existan regularidades en la conducta de los hablantes es explicable desde las creencias y la psicología, pero eso mismo no presupone por sí solo que sean coherentes, aunque pueden serlo si siguen las reglas de la lógica y de la argumentación correcta e incluso lo que dicen las normas éticas y las leyes. Esto es importante ponerlo de manifiesto.
Los hablantes parten de sus conocimientos acerca de la realidad y de los demás para la definición o creación de sus expresiones habladas. También es decisivo tener en cuenta la ambigüedad del lenguaje natural cotidiano.
La clarificación continua de los términos que se utilizan para evitar los malentendidos es una práctica metodológica más o menos frecuente, aunque no es necesaria en la mayoría de las situaciones comunicativas entre las personas.
La dinámica de la interacción comunicativa cambia con el paso del tiempo y con la evolución y los cambios sociales y culturales, si bien existen unas reglas mínimas de respeto y educación en los actos de habla.
Frente a la espontaneidad de la actividad discursiva o hablada de unos con otros es indudable que lo que debe regir es la expresión de argumentaciones sólidas y bien fundamentadas que son las que realmente valen y no las simples ocurrencias sin sentido lógico o las falacias o razonamientos engañosos basados en el interés o en el egoísmo.
Las intenciones de los hablantes y de los oyentes son los que generalmente dirigen los actos comunicativos. También, son decisivas las reglas conversatorias y la racionalidad lingüística para que los intercambios verbales sean coherentes y estén adecuadamente fundamentados en planteamientos razonables.
El mundo de las creencias también está cambiando, hasta cierto punto, en el siglo XXI en cierto número de hablantes y esto influye en el contexto de comunicación, pero, en realidad, no es algo determinante ya que la semántica o el estudio de las significaciones es un campo de investigación amplísimo y está sujeto a numerosas matizaciones de todo tipo. Las representaciones de la realidad se mantienen a lo largo de la historia de una manera general y de forma estable.
De todos modos, es evidente como también dice Eduardo Bustos que «La actividad lingüística humana es una actividad primordialmente social, cuya naturaleza interactiva nunca se subrayará suficientemente».
Conviene poner de relieve la complejidad de los actos verbales. Son una expresión de la acción que está sujeta a numerosos análisis y a diferenciaciones entre las partes que componen cada acto de habla entre interlocutores. Por tanto, el habla es una acción compleja en función de diversas variables relacionadas con el contexto en el que se habla.
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